Una publicación en la prestigiosa revista científica The Lancet suma elementos al debate en torno a la presencialidad en las escuelas. Mientras el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta y su ministra de Educación, Soledad Acuña, se resisten a la vuelta a la virtualidad por dos semanas e insisten con la idea de que las aulas son espacios seguros a nivel sanitario, la investigación realizada sobre lo ocurrido en el Reino Unido alerta que “la reapertura total en un contexto de alta transmisión comunitaria sin las salvaguardias adecuadas corre el riesgo de privar de nuevo a muchos niños de la educación y la interacción social, empeorando las desigualdades existentes. Al contribuir a la alta transmisión comunitaria, también proporciona un terreno fértil para la evolución del virus y nuevas variantes”.

El texto advierte que las presencialidad en las aulas “sin mitigaciones adicionales, es probable que aumente la transmisión, esta vez con variantes más infecciosas y posiblemente más virulentas, lo que dará lugar a más cierres de escuelas y ausentismo”. Señala que “los argumentos de que las escuelas no contribuyen a la transmisión comunitaria y de que el riesgo global para los niños del COVID-19 es muy pequeño han hecho que las medidas de mitigación en las escuelas reciban poca prioridad. Sin embargo, las pruebas citadas para estos argumentos tienen serias limitaciones”.

Los resultados de la Encuesta de Infección por COVID-19 de 2020 de la Oficina de Estadísticas Nacionales británica(ONS) evidencia que “la prevalencia de la infección entre los niños de 2 a 10 años (2%) y de 11 a 16 años (3%) aumentó por encima de la prevalencia para todos los demás grupos de edad antes de las vacaciones de Navidad de 2020” y los datos disponibles hasta el momento apuntan que “el aumento de casos en regiones donde la variante B.1.1.7 del SARS-CoV-2 era prevalente durante el cierre de noviembre de 2020 (cuando las escuelas estaban abiertas), sugieren que la apertura de todas las escuelas ahora sin medidas de mitigación sólidas en su lugar probablemente conducirá a un aumento de Rt por encima de 1 en casi todos los escenarios”.

Además, el artículo –elaborado por los investigadores Deepti Gurdasani, Nisreen A Alwan, Trisha Greenhalgh, Zoë Hyde, Luke Johnson, Martin McKee, Susan Michie, Kimberly A Prather, Sarah D Rasmussen, Stephen Reicher, Paul Roderick y Hisham Ziauddeen– plantea que los datos de los modelos de la Universidad de Warwick y el Imperial College de Londres indican que “se estiman al menos 30.000 muertes más por COVID-19 en los escenarios de reapertura propuestos. A lo largo de febrero de 2021, a pesar de que hay menos alumnos en las escuelas en esta época, el personal docente corre un mayor riesgo de infección” y que “los recientes brotes escolares en el norte de Italia, donde la variante B.1.1.7 es prevalente, también son preocupantes”.

En cuanto al desarrollo de la enfermedad en niños y niñas, la publicación detalla que si bien es “poco probable” que el coronavirus genere un cuadro grave en pacientes infantiles, “las estimaciones de la prevalencia de los síntomas prolongados de la COVID basadas en la Encuesta de Infecciones de la ONS sugieren que el 13% de los niños de 2 a 10 años y el 15% de los de 12 a 16 años tienen al menos un síntoma persistente cinco semanas después de dar positivo”. Ante este panorama, se plantea que “dada la incertidumbre en torno a los efectos sanitarios a largo plazo de la infección por el SRAS-CoV-2, no sería prudente dejar que el virus circule entre los niños, con el consiguiente riesgo para sus familias”. Por esto, el texto concluye que “la reapertura total en un contexto de alta transmisión comunitaria sin las salvaguardias adecuadas corre el riesgo de privar de nuevo a muchos niños de la educación y la interacción social, empeorando las desigualdades existentes. Al contribuir a la alta transmisión comunitaria, también proporciona un terreno fértil para la evolución del virus y nuevas variantes”.

Para mitigar los riesgos, el texto publicado en The Lancet reúne recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, que tienen que ver con la implementación de un “sistema de semáforo de riesgo” (planteado también en Argentina y actualmente en rojo en distritos como la Ciudad de Buenos Aires por el nivel de contagios); insta a “utilizar el aprendizaje a distancia o semipresencial para reducir los desplazamientos”; propone “burbujas de viaje” durante los desplazamientos, algo difícil de aplicar en el transporte público local. En las aulas, sugiere “mantener un tamaño de burbuja pequeño” y “reducir el movimiento entre las burbujas”, así como “desplegar personal adicional para reducir el tamaño de las clases”, aspectos que, como vienen denunciando los gremios docentes, no se condicen con la realidad local. Lo mismo en relación a las recomendaciones de “permitir el aprendizaje a distancia opcional” y “apoyar el aprendizaje a distancia con tecnologías, financiación, apoyo práctico y formación de habilidades”.