La Casa de Encuentro de Atención Integral asiste en plena pandemia a 14 personas, que reciben  asistencia médica, psicológica, ayuda para realizar documentación y contención. El proyecto nació de la iniciativa de los vecinos del barrio. Si bien abrió en noviembre, se proyectó en junio del año pasado frente a las bajas temperaturas y la multiplicación del número de personas en situación de calle: en 2019 se incrementó el número a nivel nacional y en Lomas son 1024 las personas sin vivienda.

 “Mi trabajo social empezó hace muchos años en un hogar de niños. Colaborando te involucrás con historias de personas  para siempre”, cuenta Mariel, quien conduce la casa, ubicado en Tucumán 1290, en la localidad de Banfield.

“Siempre soñé con armar algo  para ayudar a todos aquellos a los que la vida los golpeó. Tengo la triste experiencia de familiares con adicciones que pasaron por un penal, eso me fortaleció y me dio las herramientas para involucrarme hoy con las historias que transitan por la Casa Encuentro”, agrega en dialogo con Tiempo, mientras endulza el mate caliente una mañana fría de otoño.

“El proyecto comenzó de manera informal ante la necesidad de abordar la problemática social que viven muchos vecinos en situación de vulnerabilidad permanente. Si bien en el distrito se realizan operativos de contención,  el anhelo siempre fue que en Lomas de Zamora haya un lugar concreto donde las personas en situación de calle puedan contar con un espacio donde poder pasar la noche, comer, ducharse y aprender un oficio. Las personas que viven en este lugar la sienten su casa, no es un parador común y corriente, lo que más me marcó es que muchos agradecieron dejar sus cosas en un lugar seguro y eso es importantísimo para alguien  que vive en la calle, que muchas veces duerme  con  sus zapatillas puestas por temor a que se las roben“, señala.

Estos refugios se volvieron lugar de solidaridad en el contexto de la pandemia. “Trabajamos fuertemente en la contención de todas las personas que  en la actualidad transitan la casa, tanto a nivel humano como psicológico. Ante este contexto, que estamos a travesando como sociedad a causa del coronavirus, por recomendaciones sanitarias no estamos abriendo cupos para el ingreso de más personas. El lugar cuenta con el distanciamiento recomendado en todos los espacios de la casa, realizamos desinfecciones internas diariamente, y además contamos con la colaboración de la cuadrilla sanitaria a cargo del municipio, una vez por semana”, explica Mariel. En Lomas de Zamora ya se confirmaron 753 los casos, incluido el intendente Martín Insaurralde.

Por fuera, la Casa del Encuentro es un galpón, con paredes altas y un techo de estructura circular en forma de medio caño, unas de las pocas construcciones antiguas  que siguen en pie en el barrio. Por dentro es una vivienda, el espacio cuenta con dormitorios, cocina, baño con ducha, living y un comedor. Está decorada con cuadros y plantas, tiene buena iluminación y es amplia: cuenta con la capacidad para dar albergue a 30 personas.

Mariana vive en el lugar  desde que se abrió luego de vivir en la calle durante dos años. Tenía empleo de mesera part time y  esos ingresos le permitían sostener su alquiler. Hasta que el ajuste de personal suprimió su tarea y la dejó sin nada. “Al principio fue complicado porque cuando te quedas es esa situación no sabes qué hacer pero en el camino de la calle también encontré gente que me ayudó”, cuenta. “La calle tiene su historia pero también mucha solidaridad”, sostiene y recuerda detalles de esos días:”He recibido cosas de personas que estaban pasando por una situación similar y sin embargo me tendió la mano sin esperar nada. La experiencia que atravesé me enseño a ver la vida de otra manera y me quedo con eso como enseñanza”.

La mañana avanza y de a poco el movimiento de quienes viven allí se hace notar. Algunos se asombran al ver a Mariana contando su vida ante un micrófono escoltada por Mariel.

La mujer de 33 años se define como retratista aficionada pero asegura que su interés es el arte abstracto, amante de la literatura y sueña con cursar una carrera universitaria.

Mariana se vinculó primero con “El Merendero Ambulante», un espacio solidario que brinda meriendas y cenas a personas que están principalmente en situación de calle. “Me vestía bien pintona”, dice entre risas “y colaboraba, salía a repartir facturas y de paso comía algo”, cuenta mientras baja la mirada. ”Fue la persona que coordina ese lugar, María Laura Fuggini, quien me contó de este lugar. Al principio por temor e incertidumbre no me animaba a venir hasta que vencí mis propios miedos. Hoy mi vida es agradecimiento”.

Rubén de 35 años vive hace un tiempo en la casa, es oriundo de la localidad de Glew. Llegó al lugar mediante Red puentes, colectivo comunitario que aborda de forma integral los consumos problemáticos de sustancias y situación de calle. “Llegué a la calle de chico, empecé a patearla como todos. Lo primero que aprendes es a dar malos pasos, que me alejaron de mi familia. Conocí las adicciones y pase toda mi vida atado a ellas”, cuenta. “Ninguna persona merece vivir en la calle, somos los olvidados. Hoy sé que no quiero volver a la calle nunca más”, agrega.

 “Llegué con temor como llegan todos, sin saber con lo que me iba a encontrar”, recuerda pero destaca que encontró contención y lo ayudan a superar su adicción a las drogas. “Acá me encontré con amigos y sus historias, ellos también la pasaron y la pelearon. Queremos cambiar nuestra vida. En este lugar estoy  tranquilo, duermo sin pensar que puede venir un loco que te pueda lastimar. Cuando estas en la calle están todo el tiempo alerta, solo pansas en sobrevivir”. Espera pronto obtener su DNI y salir a en busca de un empleo.

El proyecto no recibe asistencia estatal porque no posee personería jurídica y se solventa con el aporte de 300 pesos mensuales de vecinos que colaboran desde el primer día y de donaciones.

Mariel considera “sorprendente” el apoyo de la gente y afirma: “Tengo una frase de cabecera que es ‘con muchos poquitos podemos hacer grandes cosas’, y sabemos que este es el camino”.