Los departamentos de marketing de las grandes transnacionales mineras y del agronegocio están de festejo. Tendrán vía libre para diseñar los contenidos «pedagógicos» que nuestros niños, niñas y adolescentes aprenderán en las escuelas de todo el país. Primarios, secundarios y terciarios serán el nuevo «mercado», con aval gubernamental, para difundir las falsedades que ya propagan con sus impresionantes maquinarias publicitarias. Para lo cual cuentan además con la complacencia de gran parte del periodismo al que dominan con sus pautas.

Pero así y todo, las mineras y los gigantes de los agrotóxicos saben que vienen perdiendo el debate social y cultural detrás de los modelos de maldesarrollo que conllevan sus actividades. Siete provincias tienen prohibida la minería metalífera con sustancias tóxicas como consecuencia de decididos procesos de debates populares. Asimismo, ya son indisimulables las gravísimas consecuencias sociales, económicas y sanitarias de la conjunción entre sojización y fumigaciones masivas.

Por eso, la estrategia es evitar el pensamiento crítico y tener un «público» cautivo, sentado en las aulas, que no solo escuchará sino estudiará las pautas propagandísticas que diseñen expertos en marketing al servicio del agronegocio y la megaminería. Saben que los chicos son los grandes formadores de opinión en las familias: los convertirán en las puntas de lanza para intentar acallar y avasallar la creciente resistencia social al desarrollo de este tipo de actividades que generan irreversibles daños ambientales, sociales y culturales. Preocupa que cuestiones tan graves y trascendentales queden fuera de la agenda mediática y política, que prefiere entretenerse en peleas pirotécnicas que no llevan a ningún lado. A pesar de ello, no hay que callar, no podemos permitirlo, no lo permitiremos. «