En Neuquén rige el modelo acusatorio y los juicios se dividen en dos partes: por un lado el debate oral, en el que se establece la culpabilidad o no, y por otro lado la ejecución de pena. En Zapala, un juicio por abuso contra una adolescente y dos niñas cobró gran visibilidad porque el caso se destapó a partir de una canción infantil –“Hay secretos”, de Canticuénticos- y la jueza hizo que el tema sonara en la sala de audiencias tras la condena. Este miércoles, en la segunda instancia, se conoció la pena para el abusador: tres años de prisión de ejecución condicional.

El abusador, de 79 años, no irá preso. Apenas comenzó la audiencia de ejecución de pena, la jueza Carolina González se abocó a explicar por qué. “Lo primero que dije es que el tema había generado mucho interés en la opinión público y luego vendría el cuestionamiento de por qué no la cárcel, porque cada vez que surge un delito se espera que inmediatamente aparezca la cárcel», dijo la magistrada, en diálogo con Tiempo. «Es como contracorriente decir ‘este señor abusó pero no va a ir preso’. Y entonces, ¿para qué sirve? Sirve por la resociabilización y la retribución. ¿Para qué lo queremos mandar preso? ¿Para aprender a trabajar y estudiar? No es lo que necesita un jubilado de 80 años. El problema pasa porque no interiorizó una norma de convivencia que tiene que ver con el respeto a la mujer, las niñas y el cuerpo del otro”. La jueza sostuvo que “la realidad es que nuestro sistema carcelario no está pensado para reinsertar a estos señores. Son personas que tienen una inserción social de origen sin problemas. No pasa por ahí el problema, sino por interiorizar otro tipo de normas que tienen que ver con la violencia hacia las mujeres. Yo me canso de ver los casos en los cuales esta gente no recibe ningún tipo de tratamiento, lo que ahora tanto estamos insistiendo desde Zapala: que haya grupos de ayuda y contención hacia masculinidades, porque si no atendemos a que interioricen otros valores distintos, vas a tener toda la vida a un agresor”.

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La magistrada admitió que “es difícil asimilar que no hay cárcel”, pero señaló que “no es el único castigo”. Apuntó a la “conmoción que causa en una ciudad pequeña un ‘buen abuelo’ o ‘buen padre’ con esto, y que la condena penal ya es una carga lo suficientemente importante como para pensar que no va a haber nuevos delitos, que es lo que nos importa”. En su presentación en la audiencia de ejecución de pena, González remarcó que “esto no significa que la persona no merezca una sanción. Sí merece esa sanción, y esa sanción consiste que durante este tiempo (en este caso tres años) este sujeto va a estar observado por el Estado, bajo el control de las autoridades, que cumpliendo con su deber deberán estar atentos ante la posibilidad de que cometa un nuevo delito e impedirlo. Porque si esto pasa va a tener que ‘descontar por un doble delito’ (…) Se trata de un procedimiento de política criminal que tiene por finalidad esencial prevenir la reincidencia”.

La pena de tres años de prisión de ejecución condicional va en línea con el planteo de la fiscalía, la defensora oficial de las niñas y la querella particular. La defensa, por su parte, había pedido la pena mínima de seis meses. La magistrada destacó además la importancia de que, a partir del trabajo del fiscal Marcelo Jofre, lograran llegar a juicio dos casos por tentativa de besos a dos niñas, además del abuso a una adolescente. Tras la lectura del veredicto las partes fueron invitadas a tomar la palabra. Las madres de las denunciantes manifestaron que “se hizo justicia y toca ahora continuar con el proceso de sanación” y “esto es lo legal, lo comprendemos, aunque el dolor que sentimos sigue ahí”.

“En este juicio se han presentado tres mujeres (una adolescente y dos niñas) que junto a sus familias, y con toda honestidad, pidieron ante todo querer que se sepa la verdad y poder seguir adelante con sus vidas, porque siempre está la esperanza de recuperar la alegría de jugar en la puerta de casa, de dar besos sin tener asco y de confiar en nuestro adultos mayores. Es urgente, hoy, darle una respuesta a las víctimas. Devolverles sus infancias libres”, planteó la jueza, en el caso que llegó a juicio luego de que la canción que canta sobre los secretos que hacen mal, compartida en una clase de música en la escuela, ayudara a una niña a romper el silencio.