El Partido de los Trabajadores sufrió su más duro revés desde la recuperación de la democracia en Brasil. Por primera vez en estos 35 años, la izquierda no logró ninguna alcaldía en las municipales que culminaron este domingo, tras la votación en los distritos donde hubo segunda vuelta. En otra muestra de la crisis que padece el PT luego del golpe contra Dilma Rousseff y la detención de su líder, Lula da Silva, en las dos de las tres opciones en las que podía dar un batacazo, San Pablo y Porto Alegre, los candidatos que apoyó eran extrapartidarios. En Recife la representante del PT perdió con un primo enrolado en el PArtido Socialista de Brasil. Una señal más que evidente de que la izquierda en general necesita renovarse pero también unirse detrás de un programa progresista común.

La otra novedad de este turno electoral fue que el verdadero ganador fue el sector de la centroderecha por asi decirlo, conservadora institucional, que participó del golpe contra la presidenta constitucional pero se vio sorprendida en 2018 por el neofascista Jair Bolsonaro, a su vez el otro gran derrotado. Como para decir que ahora el triunfo fue de losconservadores mas amigables con el establishment.

El excapitán del Ejército fue útil para correr del medio al progresismo, pero ya no cuenta con los favores de los que realmente mandan en el país. Una prueba de ello es que su vicepresidente y principal sostén, el general Hamilton Mourão, se apuró a declarar que el resultado de las municipales indica que “la población votó por quien sabe administrar”. Y se explicó: “Un alcalde tiene que solucionar problemas inmediados de movilidad urbana, sañud básica y educación básica. Quien sintonizó con eso obtuvo los votos, quien no fue siquiera administrador el edificio en que vive se quedó atrás”.

Este mensaje fue leído en clave de amenaza por el entorno del presidente, que de manera inmediata recibió protestas y pullas por esa suerte de traición. Por más que Mourão tuvo a bien decir que en realidad los partidos de centro fueron los más votados y ellos apoyan “el trabajo de Bolsonaro”.

Si bien el primer mandatario trató de esquivar las consecuencias de que ninguno de los candidatos votados es de su riñón, fue evidente que incluso los que él apoyó plenamente sufrieron las peores derrotas. Los analistas señalan con bastante criterio que en el 2018 cada palmada de Bolsonaro fue un caudal de votos para el elegido, ahora fue un salvavidas de plomo, como le pasó al ultra derechista pastor evangélico Marcelo Crivella, que quedó muy lejos del apenitas algo menos derechista Eduardo Paes, exalcalde, del partido Demócrata.

Sin embargo, para las esperanzas de la centroizquierda, el resultado del comicio en el distrito más grande, San Pablo, y en Porto Alegre, el primero al que accedió el PT , allá por 1986. El cetro paulista quedó para Bruno Covas, del PSDB, con casi el 60% de los sufragios, contra poco más del 40% de Guilherme Boulos, uno de los pollos de Lula (ver acá)

Boulos, un joven militatante del Movimiento Sin Tierra y del partido Solidario (PSOL) hizo un esfuerzo ciclópeo para darse a conocer y superar las manipulaciones y fake news que poblaron las redes en un trabajo cara a cara con los ciudadanos. No alcanzó pero dejó claro que es alguien a tener en cuenta para cualquier construcción progresista.

Lo mismo ocurrió en la capital gaúcha, donde Manuela D’Avila, del Partido Comunista do Brasil y excandidata a la vicepresidencia en 2018 en la fórmula con Fernando Haddad, del PT, llegó al 45,37% de votos, más cerca de Sebastião Melo, pero no lo suficiente, ya que el postulante del MDB llegó a casi 55%.

En el otro lugar en que había una cierta esperanza era en Recife, la capital de Pernambuco, donde la disputa fue entre dos primos, João Campos y Marilia Arraes, descendientes de un histórico líder socialista, Miguel Arraes. Marilia iba con el sello del PT, João con el del PSB, como su abuelo.  El conteo final dio 56,27% para Campos y 43,73 para Arraes.

Pobre cosecha que solo permitió una esperanza de regreso a las grandes ligar por los triunfos en el ABC paulista, el conurbano de la megalópolis industrial, donde Marcelo Oliveira superó a Atila Jacomussi en Mauá. A él se suma el resultado de Jose de Filippi en Diadema, donde por poco dejó de lado a Taboão da Serra.

Todo hace prever que la renovación presidencial encuentra al PT inmerso en una crisis de la que eventualmente podrá salir en la medida en que abra sus puertas a coaliciones más amplias por izquierda. Pero también pone en pista a dirigentes de la derecha como el actual gobernador de San Paulo, Joao Doria, el hombre fuerte detrás de Covas. Su bendición, al menos en esta, sirvió para el espaldarazo.
Pero ahora recibe críticas por haber decretado la alerta amarilla por la pandemia. Lo acusa, -y es difícil hallar argumentos para decir que no tienen fundamento- de haber esperado al fin del comicio para decretar un aislamiento que, quizás podría haber salvado cientos de vidas.

Es lo que le endilga Boulos en su tuit.