La visita del expresidente Lula da Silva al Vaticano, un gesto muy significativo del Papa Francisco, más allá de ser un inédito acercamiento entre dos líderes latinoamericanos de estatura global, despertó las peores iras en la derecha gobernante en Brasil. Si el apoyo civil más importante que tuvo Jair Bolsonaro para llegar al Palacio del Planalto fue el de los grupos evangélicos pentecostales, era previsible que entre esos sectores la imagen del argentino cayera en picada. Pero los palos no surgieron sólo de allí.

La cobertura del Jornal Nacional de la red televisiva O Globo, destaca el portal brasil247, dedicó apenas 49 segundos a mostrar el encuentro de Lula y Jorge Bergoglio y el resto del programa a hablar de la situación jurídica del exmandatario brasileño.

Para el diputado católico conservador Luiz Philippe de Orléans y Bragança –de estirpe monárquica y heredero de la corona de Brasil si no fuera que esa nación proclamó la república en 1889– es «surreal» que Francisco hubiese recibido al líder del PT.  «No hay duda de que el Papa tiene tendencias de izquierda», se indigna el legislador según Folha de São Paulo.

«Felicitaciones al Papa Francisco por el gesto de compasión –escribió en un tuit el general Augusto Heleno, ministro de Seguridad Nacional del gobierno de Bolsonaro–, él recibió a Lula en el Vaticano. Confraternizar con un criminal, condenado en segunda instancia a más de 29 años de prisión, no llega a conmover, sino que es un ejemplo de solidaridad con los malhechores tan al gusto de los izquierdistas». 

Lula da Silva mantuvo un encuentro de cerca de una hora con el Papa argentino en la Santa Sede. No hubo comunicado oficial del Vaticano ya que se trató de una visita privada.

«Con el Papa no hablamos del presidente (Jair) Bolsonaro ni de Amazonia», dijo en una rueda de prensa posterior, tras confirmar que leyó la exhortación apostólica dedicada a esa región.

El dos veces presidente del Brasil, exdirigente metalúrgico y fundador del Partido de los Trabajadores (PT) hace justo 40 años, calificó a Bergoglio como «gigante» con «garra» para luchar por sus ideales. «Cuando el Papa Francisco pide un encuentro en Asís para discutir de la desigualdad, creo que es un decisión que debe inspirar al mundo», aplaudió.

Para viajar a Roma, Da Silva pidió posponer un interrogatorio programado para el 11 de febrero, que fue trasladado por la Justicia para el miércoles que viene. Se trata de la «Operación Zelotes», un proceso en que se lo acusa de corrupción pasiva en la supuestas irregularidades en la prórroga para los incentivos fiscales a empresas automotrices.