No defraudó. En su extenso discurso de asunción, Pedro Castillo hizo un recorrido por cada uno de los ejes que tendrá su gobierno, en total sintonía con lo que pregonó desde el primer día de su campaña, cuando humildemente salió desde su Cajamarca natal a contarle a sus potenciales votantes que el suyo sería un gobierno “del pueblo para el pueblo”. Y así lo definió hoy frente a la Asamblea Nacional en Lima.

En el discurso que finalizó con la propuesta de llevar adelante el proyecto de referéndum que convoque a una Asamblea Constituyente, tal como adelantó Tiempo este domingo, el presidente dio evidencias claras de que sus equipos técnicos trabajaron sin descanso estas semanas de incertidumbre en que el Jurado Nacional Electoral demoraba la proclamación, producto de las innumerables e infundadas denuncias de irregularidades presentadas por Fuerza Popular, de la derrotada Keiko Fujimori.

Castillo fue describiendo una profunda radiografía del Perú, con sus desigualdades, sus historias de saqueo, corrupción y autoritarismo; y a cada dura realidad contrapuso una futura acción de un gobierno que tendrá al Estado como principal promotor de las oportunidades y se ofrecerá como contralor de los abusos del poder concentrado.

Sin hacer una arenga de extrema izquierda, sin plantear una revolución marxista ni anunciar la expropiación de todos los bienes (fantasmas agitados por la derecha), Castillo igualmente prometió que su gobierno velará por los recursos nacionales frente a la expoliación y garantizará a la población, sobre todo a la más postergada, el acceso a la salud, la educación y las herramientas básicas, entre otros.

Dijo que no irá contra las empresas, pero sí promoverá la economía familiar y regional y puso a las Pymes en un sitio de alto valor en la cadena de producción. Adelantó que creará el ministerio de Ciencia y Tecnología, para sumar valor agregado a los productos de exportación. Reivindicó a los ronderos, extendido movimiento campesino que fue uno de los pilares de su triunfo; y a las poblaciones originarias que sufrieron la colonización.

Con respecto a esto último, un gesto simbólico no menor: no gobernará desde el Casa de Pizarro, que toma el nombre del conquistador español que doblegó al imperio Inca e inició la estapa colonial en el Perú. En cambio se instalará allí el ministerio “de las Culturas”, en honor a la diversidad que enriquece el país.

Castillo tiene la oportunidad histórica de iniciar una etapa de reivindicaciones profundas. Pero también enfrenta el desafío de gobernar ante una sociedad altamente polarizada y con una derecha concentrada que no parece dispuesta admitir cambios de fondo. Para eso, será clave que pueda aplicar transformaciones en favor de las grandes mayorías con la mayor celeridad posible, para lograr así los anticuerpos suficientes como para neutralizar las acciones opositoras que sin duda comenzarán a la par de la gestión del gobierno.

Hoy, en su primera aparición pública oficial, el presidente demostró confianza y solidez. Su detallado discurso dio cuentas, además, de que lo respalda un equipo técnico capaz y también dispuesto a llevar adelante esos cambios. La disputa será, sin duda, ardua. Y acaba de empezar.