Una de espías enturbia la relación con Estados Unidos y generó un escándalo en el sistema de seguridad de España, justo cuando Pedro Sánchez estrena su nuevo gabinete y se encuentra en una agria disputa con la oposición de derecha por la amnistía a los independentistas catalanes, lo que permitió al líder del PSOE lograr un nuevo mandato. En este entuerto, a la detención de dos agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), este lunes, se siguió la expulsión de al menos tres espías estadounidenses acusados de haberse infiltrado en ese organismo. O, en términos más callejeros, de haber pagado a sus pares españoles por información que debería ser de uso exclusivo por las autoridades de su país y de carácter secreto.

El propio Sánchez tuvo que admitir el martes que el incidente había generado tensión entre Madrid y Washington y según consigna el diario El País, hubo una reunión bastante áspera entre la ministra de Defensa, Margarita Robles, y la embajadora Julissa Reynoso, luego de que el canciller José Manuel Albares le hubiera dicho algunas cositas, aunque por vía telefónica.

Robles, que estuvo de gira por Letonia en el marco de los cada vez más habituales encuentros de funcionarios del área a raíz de la guerra en Ucrania, dijo que el tema está bajo investigación judicial y agregó: “Fue el propio CNI quien denunció (a los agentes españoles) y el asunto está bajo secreto”. Para el diario El Mundo, los agentes de EE UU estaban registrados en la embajada, como exigen las reglas de urbanidad entre aliados. Pero en algún momento de su faena fueron descubiertos pagando por información clasificada como secreta.

Uno de los agentes de la Madre Patria es un alto jefe del CNI con muy buenas calificaciones y había conseguido durante la pandemia una changuita extra en una empresa de EE UU, dice El Mundo. El otro espía es un agente raso, pero mostraba un nivel de vida poco acorde con su exiguo sueldo como funcionario estatal, lo que levantó sospechas luego confirmadas.

El CNI está dirigido por una mujer, Esperanza Casteleiro, considerada una experta en contraterrorismo y con una sólida carrera en ese sector. El organismo mantiene un severo control sobre sus integrantes a raíz del escándalo por el que en junio del año pasado otro agente del CNI, Roberto Florez, fue condenado a 12 años de prisión por haber vendido información secreta a los servicios rusos.

En EE UU también se consigue

El exembajador estadounidense en Argentina y otros países latinoamericanos, Manuel Rocha, fue detenido en Miami tras una investigación del FBI, que lo acusa de haberle vendido información al gobierno de Cuba desde hace cuatro décadas. Rocha, colombiano de origen pero naturalizado estadounidense en 1982, cumplió funciones en Bolivia, República Dominicana y reportaba en su partido, el republicano, dentro del ala más fanáticamente anticastrista.

Sin embargo, para los sabuesos del FBI, desde antes de ingresar al servicio exterior de EEUU filtraba información a La Habana. Ahora se descubre que una declaración de cuando estaba destinado a La Paz y los bolivianos iban a elecciones, era un guiño encubierto para el entonces dirigente cocalero.  “Los bolivianos que voten por Evo Morales, sepan que están votando por un narcotraficante y que Estados Unidos los va a castigar”, dijo, y por cierto, fue como aquel “Braden o Perón” que cambió la historia argentina en 1945.

«Esta acción expone una de las infiltraciones de mayor alcance y duración en el gobierno de los Estados Unidos por parte de un agente extranjero», declaró el fiscal general Merrick B. Garland. Rocha, de 73 años y con un paso en la empresa privada en un estudio del recientemente fallecido Henry Kissinger, admitió haber trabajado para Cuba durante «40 años» en encuentros con un agente encubierto del FBI que se le presentó como agente de la Dirección General de Inteligencia de Cuba, según un cable de AFP.