Megáfono en mano, vociferó con énfasis guevarista: «Las empresas tenían problemas, ahora les va increíblemente bien. A ustedes también debería irles increíblemente bien». Un par de miles de obreros levantaron sus carteles y vivaron la ocurrencia. Él permaneció un cuarto de hora en Wayne, un apacible condado de Michigan de 17 mil habitantes que viven bajo el influjo industrial de la fábrica Ford. Un par de frases de similar estilo confrontativo («Wall Street no construyó este país, la clase media construyó este país, y los sindicatos construyeron la clase media», dijo… ¡Qué tal!), algunos saludos y el regreso en helicóptero a su despacho de la Casa Blanca.

Se dijo que, a sus 80 años, Joe Biden hizo lo que ningún presidente de los EE UU había cometido. Luego se difundió que ya en 2020, mientras era candidato presidencial, apoyó a los trabajadores de casinos en Las Vegas y a los de autopartes de Kansas City. Y que el 3 de octubre de 1902 el entonces presidente Theodore Roosevelt apoyó a los Trabajadores Mineros Unidos de América en un paro que resultó histórico.

Lo concreto es que el actual mandatario demócrata fue a apoyar la lucha de los obreros de las automotrices Ford, General Motors y Stellantis: dos gigantes y un conglomerado menos reconocido pero igual de poderoso ya que contiene a Chrysler, Peugeot, Citroën, Opel, Dodge y otros grupos. Un porcentaje bien alto de sus obreros están afiliados al sindicato United Auto Workers (el UAW que nuclea en total a casi 150 mil trabajadores) y paralizaron la actividad, por tiempo indeterminado, desde el pasado 15 de setiembre. Son varios los reclamos pero uno es el central: exigen un aumento de salarios del 40%, igual al que acordaron los jerarquizados de las mismas empresas. Biden los apoyó. Aunque el estado regulador del Imperio no llega a permitir que su presidente imponga algún tipo de conciliación que le meta condiciones salariales a empresas de este tenor, verdaderas protagonistas del poder real.

Más de un año

Falta mucho todavía para el martes 5 de noviembre de 2024 cuando EE UU elija al 47° presidente de su historia. Pero la campaña electoral ya está en llamas. Y si bien el conflicto automotriz abarca a varios estados, Michigan es uno de los considerados «péndulo» (como Wisconsin y Pensilvania, entre otros), donde los demócratas revirtieran victorias republicanas y ahora, unos y otros, deben gestionar voto a vota.

Por eso, a las pocas horas, en Clinton Township, al norte de Detroit, se replicó otra frase. «(Lo de Biden es) nada más que un truco de relaciones públicas», dijo indignadísimo Donald Trump, como si él no fuera capaz de cualquier fechoría por ganar una adhesión. De hecho, nada menos que al día siguiente se acercó a Drake Enterprises para charlar con trabajadores, también automotrices, aunque justamente no enrolados en la UAW. Les dijo que sería capaz de «arriesgarlo todo para defender a la clase obrera de la clase corrupta y política que ha pasado décadas absorbiendo la vida, riqueza y sangre de este país». Textual. Sin pudor. También que Biden fomenta «la llegada de los autos eléctricos que destruirá la industria automotora en dos años”. La Drake fabrica palancas de caja de cambios para camiones pesados. Pero, también, componentes que se utilizan en automóviles eléctricos…

Luego intentó reunirse con el líder del UAW, Shawn Fain, pero no fue recibido, según afirmaron desde el sindicato.

Este lunes continuará la campaña electoral y también la huelga, fortalecida, ya que se sumarán unos 7000 trabajadores pertenecientes a las instalaciones de montaje de Ford en Chicago (Illinois) y de GM en Lansing (Michigan). Los que iniciaron la huelga pertenecen a Wentzville (Misuri), de GM; Toledo (Ohio), de Stellantis y Wayne (Michigan) de Ford. Mientras, se conoció otro dato sorprendente: el 53% de los estadounidenses apoya esta huelga y el 22 se opone.

Eso en el contexto de otros paros prolongados que se vienen sucediendo en EE UU, como el muy masivo de actores y los guionistas de Hollywood o el de trabajadores de hoteles en California y de Las Vegas.