La extendida movilización de protesta contra medidas sanitarias por el Covid, bautizada como “Convoy de la Libertad”, tiene en vilo a Francia a apenas dos meses de la elección presidencial. El gobierno de Emmanuel Macron teme que la protesta recoja las demandas de los «chalecos amarillos», que copó las calles en 2018 y 2019. Desde el jueves, rige la prohición de protestar en París para evitar el bloqueo de la capital.

Varias caravanas se habían puesto en marcha hacia esa ciudad desde Niza, Bayona, Brest o Perpignan, en una acción inspirada en la protesta que lideran los camioneros en Ottawa, capital de Canadá. Los manifestantes llegaron el sábado pero no lograron alcanzar su objetivo de bloquear la capital tras algunos encontronazos con la policía  francesa, que dispersó con gases lacrimógenos una columna sobre la Avenida de los Campos Elíseos.

En Canadá, una medida que comenzó contra la decisión de exigir a los conductores que se vacunen para cruzar la frontera con Estados Unidos, se convirtió en una protesta general contra las medidas sanitarias y el gobierno. Tras el corte prolongado del paso fronterizo de Ontario, el primer ministro declaró el viernes el “estado de emergencia” y aseguró que tomaría “las medidas que sean necesarias para garantizar la reapertura de la frontera”, luego de que Washington manifestara su preocupación por el tema.

En Francia las fuerzas de seguridad pusieron en marcha «un dispositivo específico» hasta mañana «para impedir el bloqueo de calles, para multar y para detener a quienes infrinjan esta prohibición», anunció la prefectura de policía de París, aunque algunos manifestantes decían en los medios que irán a la capital «pase lo que pase». Estas movilizaciones fueron motorizadas principalmente por los sectores antivacunas y adherentes a teorías conspirativas de control, con fuerte presencia en las redes sociales. «Nos están robando muchas libertades en base a pretextos que no tienen nada de científicos, ni mucho menos médicos», fue el testimonio recogido por AFP de un jubilado participante. Se oponen al pasaporte de vacunación para acceder a bares y lugares de ocio en Francia y ya anunciaron en las redes su apoyo al movimiento «chalecos amarillos», que surgió de las clases medias y trabajadoras no organizadas en partidos políticos o sindicatos, en principio para protestar por el alza en el combustible. Los informes de inteligencia que acercan al gobierno liberal de Macron consideran “posible” que estas protestas de un “nuevo impulso” a aquel movimiento.

Por su parte, la candidata presidencial de extrema derecha Marine Le Pen dijo «entender» el nuevo movimiento y la izquierda radical de la Francia Insumisa llamó a sumarse. A comienzos de enero hubo una masiva marcha contra el pase sanitario y en respuesta a las críticas de Macron a los antivacunas. Entonces, el candidato presidencial pro-Frexit, Florian Philippot, aseguró que Francia es «el país de la tiranía, de la segregación, donde se aparta a millones de personas».

En Canadá, este movimiento, que se extendió también a Nueva Zelanda, bloquea desde hace casi dos semanas el centro de la capital. El tema escaló a tal punto que el gobierno estadounidense pidió a Canadá usar sus «poderes federales» para acabar con las protestas. El primer ministro, Justin Trudeau, se mostró decidido a ponerle fin y advirtió que «todas las opciones están sobre la mesa porque hay que parar esta actividad ilegal», dijo en una conferencia de prensa. «Las fronteras no pueden y no permanecerán bloqueadas», agregó, en referencia a su conversación con el presidente estadounidense, Joe Biden, sobre el caso. Sin embargo, Trudeau decartó, por el momento, el uso de las fuerzas armadas. «No queremos nunca desplegar el ejército contra la población, es algo que hay que evitar a toda costa. Es una solución de último, último, último recurso», afirmó.