De Donald Trump y los republicanos podrá decirse cualquier cosa menos que son tontos. Si querían forjar un futuro ultraconservador para Estados Unidos más allá del resultado de las presentes elecciones, lo saben muy bien, la clave no está en la continuidad en la Casa Blanca sino en tener una mayoría cómoda en la Suprema Corte de Justicia.

Con una dosis de “suerte” y otra mayor de picardía, en estos cuatro años consiguieron nominar a tres representantes de la derecha ideológica, con lo cual, a una horas de la elección, cuentan con 6 sobre 9 votos para interpretar las leyes a gusto y piacere.

Así, con Amy Coney Barrett se garantiza la posibilidad de un fallo que dé vuelta al histórico Roe v. Wade de 1973 que, amparado en el derecho a la privacidad, impide penalizar el aborto. También puede enterrar definitivamente la ley de salud de Barack Obama.

El tribunal está compuesto por tres jueces nombrados por Trump, dos por George Bush hijo y uno por Bush padre, junto con dos que designó Barack Obama y uno por Bill Clinton, el ahora minúsculo trio liberal.

Obama no pudo imponer al reemplazante del conservador Anthony Scalia, que murió en 2015. Los republicanos se negaron a tratar el pliego alegando que era un año electoral. Ahora también lo es, pero la muerte a los 87 años de la progresista Ruth Bader Ginsburg tentó a Trump y “olvidaron” aquel antecedente.

Los tres jueces de la era Trump tienen entre 48 y 54 años y el cargo es vitalicio, por lo que es dable esperar varias décadas de supremacía conservadora. Por eso desde los sectores demócratas plantean aumentar el número de integrantes de la corte.

Según Jeannie Suk Gersen, profesora de Derecho en Harvard, como la Constitución no detalla específicamente cuántos jueces deben integrar el tribunal supremo, nada impediría que ante un triunfo de Joe Biden copien a Carlos Menem o a Gerardo Morales.

“El Congreso ha mantenido el mismo número de jueces desde 1869 -escribió la jurista en The New Yorker– pero las maniobras políticas sobre los escaños en la Corte se remontan al comienzo del país”. Y detalla: En 1789 la legislatura estableció seis jueces. En 1801, Thomas Jefferson tuvo que gobernar con un Congreso de mayoría opositora que para marcarle la cancha decidió no reemplazar a un juez fallecido, para dejar una Corte de 5 miembros.

Según soplaban los vientos, la Corte pasó durante casi todo el siglo XIX a 7, a 9, a 10, para quedar en la cifra actual de nueve togados. Quién sabe hasta cuándo.