La primera vez que escuchamos algo sobre un paro de profesores fue hace poco más de dos semanas. Nunca pensé que me iba a afectar a mí, alumna de Derecho de la UBA, que no recuerdo haber tenido ni un solo día de paro durante mi estadía en Figueroa Alcorta entre 2008 y 2013. Era demasiada mala suerte. 

Pero sí, efectivamente, la adhesión al paro de profesores universitarios es casi total y, si el conflicto no se resuelve antes de la fecha final prevista, me veo ante la posibilidad de perder entre el 35% y el 45% de las clases de la mayoría de las materias de este semestre. Como comentábamos con una compañera argentina de la Universidad Nacional del Litoral, lo más llamativo es la duración de la huelga: los 14 días de paro efectivo distribuidos en un mes hacen que se pierdan muchísimos días de cursada.

Hay una sensación generalizada de bronca y decepción (sumadas a la sorpresa de los latinos) entre los alumnos, pero está igualmente extendido el sentimiento de que los destinatarios de nuestra frustración no son los profesores, sino las universidades. 

Además de ser ellas quienes recibieron nuestra matrícula, es decir quienes están efectivamente obligadas a ofrecernos los títulos que vinimos a buscar (incluyendo todos los contenidos prometidos), el reclamo es sumamente grave y atendible. 

En mi caso, los profesores se encargaron de explicarnos con mucho detalle los motivos de la medida (fuera del horario de clase, por supuesto), así como todos los conflictos éticos que afrontó cada uno internamente para tomar esta decisión. Tanto los alumnos europeos como los latinos y los asiáticos con los que comparto clase coinciden en que es una medida sin precedentes en la historia académica de cada uno, por su extensión. Pero también porque la posibilidad de ver disminuida la pensión de los profesores en tal magnitud como la que se comenta sería una medida sumamente injusta. 

En principio, muchos sugieren apostar a que al pasar una semana, habiendo presenciado una efectiva adhesión al paro, las universidades se sienten a negociar en mejores términos. 

Mientras tanto, recibimos los materiales que usaríamos para cada clase y seguimos con la educación de forma un tanto más independiente. «

* Cursa la Maestría en Derecho Transnacional en el King’s College London