La lectura de los medios ecuatorianos como El Universo de Guayaquil y La Hora de Quito permiten ver en analistas de disímiles sensibilidades políticas como Simón Pcahano y Kleber Mantilla una coincidencia importante: el temor a que el nuevo presidente Daniel Noboa Azim reeplique errores de sus antecesores Rafael Correa ,Lenin Moreno y Guillermo Lasso y que en el Ecuador se mantenga el narco-estado y se consolide el estado fallido, por ausencia de conducción político-estratégica.

Ese temor es atendible porque Noboa Azim fue electo para recuperar el perdido siglo XXI y relanzar el país hacia un cambio profundo, en base a un liderazgo prudente, audaz y sabio, que en los 18 meses de su mandato inicial le permitan construir un puente que lo lleve a la reelección y le de 5 y medio años de gobierno estable para resolver los problemas que el Ecuador arrastra durante estos 23 años.

En primer lugar la corrupción, la impunidad, la pobreza y la desigualdad, y sus hijas, la violencia y la inseguridad. Estas últimas suelen ocupar la centralidad de los medios tradicionales de comunicación. Sus causas, cuyos ejes son la corrupción y la pobreza, suelen aparecer en forma casi siempre controversial en las redes sociales. Y eso nos lleva a debatir una tarea central que el joven presidente electo debe afrontar con decisión, el fortalecimiento del ámbito de lo público en la administración del Estado y en la conducción de la sociedad.

Lo público, cuyo surgimiento y desarrollo ha pautado la modernización de las sociedades puede volverse volátil como si se tratase de una realidad virtual. La delimitación de lo privado, lo partidista y lo público, se ha tornado en el Ecuador una operación mediática.

Lo que deberá enfrentar el Presidente Noboa es una lucha entre el interés privado de quienes controlan la mayoría de los medios de comunicación del Ecuador, la partidización espúrea de medios supuestamente públicos, como las radios de la Prefectura de Pichincha  y la Alcaldía de Quito, y la generación de espacios auténticamente públicos y ,por ende, plurales, de comunicación en televisión , radio y prensa.

No se puede permitir la privatización de la conciencia pública ni su partidización espúrea, como la que impulsó hasta las últimas elecciones el correato en los medios de los gobiernos seccionales bajo su hegemonía. La representación social de la realidad la hacen los medios y estos deberían reflejar la existencia de grupos con intereses, sensibilidades diversas en lo ideológico, político, cultural, como caracteriza a cualquier sociedad democrática digna de tal nombre.

México con motivo de la tragedia del sorprendente y trágico huracán Otis, en Acapulco, vive una experiencia práctica singular de como la representación social de la realidad puede construir una suerte de esquizofrenia mediática y política, influenciada por la coyuntura de precampañas electorales de cara a 2024.

Vista de un edificio parcialmente destruido luego del paso del Huracán Otis por Acapulco.
Foto: Rodrigo Oropeza / AFP

Desde las afirmaciones absurdas transmitidas por medios como Televisa o TV Azteca que, sueltos de huesos a traves de sus noticieros afirmaban que no hay un peso para Acapulco por parte del Gobierno Federal, hasta la afirmación presidencial de Andrés Manuel López Obrador de que para Acapulco y su reconstrucción el presupuesto no tiene límites. En ese caso concreto la extensa y antigua red de medios públicos está jugando un papel ejemplar para esclarecer la realidad.

Eligiendo sólo a tres medios públicos como TVUNAM, canal once del Instituto Politécnico de México, y canal 22 del Consejo Nacional de Cultura (CONACULTA), sus informativos y programas de análisis plurales permiten establecer que están destinados a diversas tareas de reconstrucción más de 60.000 millones de pesos del Gasto Federal, más de 3000 millones de dólares.

Eso resulta creíble viendo en los canales de televisión las acciones que diariamente coordinan las fuerzas militares de SEDENA y la Secretaría de Marina. Como resultó falsa la noticia entregada por un conocido comunicador que anunció la muerte de 16 pacientes de un hospital del Seguro Social por apagón de luz en el quirófano de Acapulco y otras falsedades que una televisora privada cuyo propietario tiene un juicio del gobierno, como administrador del Estado, por evasión impositiva acumulada durante varios sexenios por la apreciable suma de 25 mil millones de pesos.

Esas son las complejidades que el gobierno de Daniel Noboa Azim deberá enfrentar en un país como Ecuador en agudas crisis económica , social y de seguridad.

La ecuanimidad, prudencia y ausencia de barata locuacidad mostrada hasta ahora, son buenos augurios para los ecuatorianos. Su intervención ante el grupo financiero Barclay, en el sentido de que su reforma tributaria reducirá impuestos a todas las inversiones que generen empleo. Su advertencia de que sin reactivación e inversiones productivas el Ecuador puede acercarse a la amenaza de un default en 2026 es una muestra de previsión responsable. Sus declaraciones promovidas positivamente por el comentarista Marcelo Dotti, que augura un distanciamiento de un grupo técnico político que en Quito ha funcionado para servir a los intereses de la banca y los bonistas y especuladores , según el Dotti, es también una buena noticia para los ecuatorianos.

En algunas de sus intervenciones de su viaje reciente Noboa Azim dijo que el Ecuador es un escenario del realismo mágico y que en su vida política pueden no cumplirse acuerdos ya logrados como en Macondo. El genial autor de Cien Años de Soledad, Gabriel Gacía Marquéz, soliía decir que “el poder es solitario”. A esa soledad  el presidente Noboa tiene que huirle. Deberá mantener contacto permanente con las gentes tanto personalmente como a través de una sabia política de comunicación.