Este domingo, 4.782.940 de electoras y electores concurren a las urnas en una ajustada elección presidencial, en una sola y única vuelta electoral. Todos dicen ganar y los estudios de opinión muestran que habrá que esperar que las máquinas electrónicas disparen sus resultados. 

Hace semanas las calles, la televisión y las redes tienen un tema excluyente: las presidenciales. En el camino, animan a participar a un electorado que, en promedio histórico, no ha superado el 55%. «Salí a votar, tu voto decide tu bienestar de los próximos cinco años«, reza el spot de Santiago Peña. Es que la contienda se definirá en el voto a voto, que puede volcar caprichosamente la balanza por un sufragio.

En esta ocasión se inaguran, en una elección nacional, la modalidad preferencial, que pone fin al voto sábana, que exige un verdadero esfuerzo intelectual a la hora de votar. Se elige un solo candidato del total de la lista. Lista 3 opción 45, Lista 1, opción 22, se siente como mantra en la los medios de comunicación. Un verdadero memotex.

Las fórmulas con más chances para acceder al Palacio López, las de Santiago Peña-Pedro Alliana del Partido Colorado y Efrain Alegre y Soledad Nuñez, por la Concertación hacen los últimos ajustes.

Santiago Peña busca salir lo más ileso posible de la «pesada herencia cartista«. Debe alejarse del empresario que lo llevó hasta ahí y que, luego de ser su ministro de Economía, lo empleó en el Banco Basa. Debe, además, pasar de tecnócrata a político, en un ejercicio que todavía le resulta fallido. Las tribunas del partido se parecen poco a las aulas de una universidad o la ronda de empresarios. Por todo eso su programa político es pobre y se reduce a consignas generalistas, principalmente la inseguridad y el crecimiento económico.

Además, es el candidato del actual presidente, Mario Abdo Benítez, a quien ya nadie parece recordar. Ni los propios ni los ajenos interpelan a un presidente en ruinas, que hace apenas cinco años le ganaba la interna partidaria a Santi. Entre risas, algunos colorados recuerdan que Peña fue presidente de mesa cuando Mario Abdo Benítez ganó las elecciones presidenciales. Pero la pandemia no perdonó a ningún oficialismo.

En el otro campo están Efrain Alegre y Soledad Nuñez, tras la chapa de la experiencia política más atractiva que porta la transición a la democracia. Una Concertación, que al mando del Partido Liberal, supo agrupar a Patria Querida, la Federación Nacional Campesina y las figuras más trascendentes del Frente Guasú. Sin embargo, en la memoria del electorado de centro izquierda, el Partido Liberal fue quien levantó la mano para destituir a Fernando Lugo y habilitó a Federico Franco en funciones presidenciales.

Efrain Alegre aparece, después de cargar tres campañas presidenciales y una larga carrera política, sensiblemente cansado, ofuscado por momentos, descalzado de un ensayo político atractivo y novedoso. La consigna principal fue luchar contra las mafias y muchas veces quedó preso de esa calificación, que repite como mote ante cada desacuerdo político.

La paradoja de las elecciones es que el partido tradicional lleva a un tecnócrata y la Concertación a un político de vieja data. Para saldar esa brecha, suman el aire fresco de la joven Soledad Nuñez, la que puede disputar los 180 mil jóvenes que se incorporan al padrón. Ambos deben actuar, mostrar que son más que un caudillo y una joven sin experiencia. Para ello se apresuran a presentar el gabinete y puntos demasiados precisos de una futura gestión, sin las urnas abiertas.

Pero la llave la tiene Payo Cubas. En la suerte de este fenómeno antisistema, que nadie se anima a calcular, se juega el resultado final. Payo se queda, principalmente,  con parte del voto colorado y con el electorado hastiado de la política de la imposibilidad. En un estilo salvaje, se presenta como un hombre rudo cuyo único medio disponible para luchar es «poner el cuerpo«. Su mejor publicidad es caminar en las calles, mientras el resto de los políticos hablan desde el comedor de sus casas.

Para los más escépticos, hay una broma que circula en estás horas: «Si la elección está empatada, entonces la elección ya la ganaron los colorados». La frase rescata algo de la sabiduría política acumulada. Pero la historia todavía se está escribiendo.  «