Luego de un día en la más alta tensión y cuando los líderes occidentales se restregaban las manos pensando que un conflicto interno en Rusia les podría resolver la guerra en Ucrania sin mayores gastos militares y costos políticos, el jefe del grupo de mercenarios Wagner anunció que aceptaría una propuesta para desescalar una rebelión que para el presidente Vladimir Putin no era otra cosa que un acto de traición a la patria.

Yevgueni Prigozhin, finalmente y cuando todo hacía prever que cumpliría con su promesa de ir hasta el final  e ingresar con sus tropas en Moscú, dijo que no quería un baño de sangre y por tal razón «nuestras columnas dan media vuelta y vuelven en la dirección opuesta para regresar a los campamentos». El negociador fue el presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko, quien hizo el primer anuncio de que había obtenido un acuerdo con el empresario ruso (ver aparte) para detener el movimiento de sus tropas.

La situación se había complicado en la noche del viernes cuando Prigozhin anunció desde sus redes sociales –a las que se hizo muy adepto– que estaba dispuesto llegar hasta la capital rusa para plantear sus demandas. La pelea interna entre el dueño de Wagner y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, se arrastra desde septiembre pasado con mayor intensidad. El «emprendedor» reclamó en reiteradas ocasiones mayor apoyo para sus intervenciones en Ucrania, donde sus fuerzas están a la cabeza de las operaciones más osadas y hasta se quejó de que no recibía municiones ni pertrechos. En la semana que pasó dijo que sus tropas dejaban el frente, y luego tomaron el control de la base de Rostov, en territorio ruso, donde se concentran las operaciones bélicas en Ucrania.

«Todos los que deliberadamente tomaron el camino de la traición, los que prepararon el motín armado, recurrieron a métodos terroristas, sufrirán un castigo inevitable, responderán ante la Justicia y ante nuestro pueblo», dijo Putin en un discurso a la nación en el que recordó los padecimientos de Rusia durante la guerra civil de 1917-1922 y acusó a los rebeldes de haber propiciado «una puñalada por la espalda».

De inmediato los medios centraron la información en el avance de carros de asalto y tanques de Wagner hacia Moscú desde Rostov en lo que el grupo denominó «marcha por la justicia». Durante 18 horas y más de 500 kilómetros no tuvieron ninguna resistencia y hasta se vieron en las redes imágenes de gente vitoreando a las tropas. Pero también hubo muchos rodeando a los vehículos para reclamarles que detuvieran su avance, habida cuenta de que la situación afecta en el teatro de operaciones en el Donbass, donde se registra una contraofensiva ucraniana, hasta ahora con escaso avance.

Opción rentable

Volodimir Zelenski se apuró a señalar que el hecho demostraba la debilidad del gobierno ruso y en un tono apocalíptico dijo que «quien elige el camino del mal se autodestruye». Desde Estados Unidos y la OTAN no hubo mensajes explícitos pero los trascendidos indicaban que había preocupación por una posible inestabilidad política en Rusia. Aunque al mismo tiempo se denotaba que el caso tomó por sorpresa a todos, si bien las diferencias entre Prigozhin y Shoigú eran tan abiertas que ni siquiera tenían que hacer inteligencia para detectarla. Quizás desconfiaron precisamente porque al ser tan públicas las diferencias, daba para creer que se trataba de una de las típicas operaciones psicológicas para despistar y, en este caso, alentar a que las tropas ucranianas caigan en alguna emboscada.

El arreglo al que se habría llegado entre Lukashenko y Prigozhin sería, según fuentes de Minsk, «una opción absolutamente rentable y aceptable para resolver la situación, con garantías de seguridad para los integrantes de Wagner». Una frase como esta podría interpretarse que el levantamiento era una medida de fuerza, peligrosa por el contexto bélico, pero planteada como forma de negociación. De hecho se dice que el dueño de la firma contratista militar se habría quedado en la capital bielorrusa para evitar la represalia de Moscú.

Por lo pronto, el Kremlin dijo que la operación militar en Ucrania continuará como hasta ahora, y la vocera del Ministerio de Exteriores, Maria Zajárova, escribió en su canal de Telegram: «Tenemos un comandante en jefe. No dos, ni tres. Uno (en relación con Putin). Y llamó a todos a unirse. Esto es lo principal ahora mismo. Todos tenemos nuestras propias actitudes sobre todo. Pero hay momentos en la historia en que tienes que poner tus sentimientos personales en espera. Incluso si crees que tienes razón al 100%. ¿Por qué? Porque si no nos unimos ahora, si cada uno está para sí mismo o para su propia visión de la situación, nada importará». Con todo, la situación todavía era inestable, aunque Putin retiró los cargos contra el rebelde y sus acólitos.