Mientras las noticias europeas se concentran en los combates sobre territorio ucraniano, Europa vive una guerra paralela y sin cuartel en las tarifas de electricidad. En los últimos días, los líderes de la Unión Europea (UE) se encontraron en Bruselas para negociaciones de emergencia mientras la inflación no detiene su escalamiento.

Los factores en esta crisis energética son variados y exceden en gran medida a Vladimir Putin, el cual con la invasión apenas lanzó un cóctel molotov sobre lo que ya era un incendio.

Los países miembros de la UE comenzaron las tratativas en 2021 para firmar el compromiso Fit for 55, que tiene por objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% para 2030 y erradicarlas para 2050. En línea con ello, las inversiones privadas en el sector de los hidrocarburos vienen reduciéndose. Aquí se juega la letra chica de la transición ecológica: quién paga los costos en el mientras tanto.

Por otro lado, Europa encendió su economía a pasos agigantados tras el freno generado por la pandemia. La demanda de gas y electricidad en las industrias chocó con el aletargamiento de las generadoras, que no logran por el momento acoplarse al ritmo de la recuperación.

Aquí es donde Asia juega un factor primordial, al competir en la demanda de gas tras un invierno de 2021 más frío de lo habitual y su propio rebote económico al finalizar los confinamientos.

El combo generó en todo el bloque europeo la quintuplicación del precio del gas, pero sobre todo en los países mediterráneos como España y Portugal marcó una constante alza en los montos de las facturas hogareñas que se sostiene desde antes del último invierno boreal. Y entonces Rusia invadió Ucrania.

El sector energético se caracteriza por sus ciclos de inestabilidad, por lo que una guerra protagonizada por uno de los mayores productores de gas y petróleo a nivel mundial acentúa las características previas.

Entre las medidas de castigo a Rusia que Occidente lleva adelante, la principal es el plan de finalizar la dependencia europea del gas ruso, algo que fue anunciado como inmediato pero no tiene solución automática. Por ahora, el gas sigue fluyendo de este a oeste pero ha generado una fenomenal disparada de precios en ese recurso vital para los países de la UE, ya que el 43% de toda la demanda en el bloque proviene de Rusia. A su vez, el valor del gas determina el del kilovatio europeo, lo cual explica el alza en las tarifas.

En este contexto, arrecian las críticas al gobierno de Pedro Sánchez en España, uno de los países que más depende de importaciones de gas. El líder del PSOE acudió a Bruselas para plantear un plan de topes y subsidios para frenar el proceso inflacionario, que también reporta por estos días un paro de transportistas por el precio del gasoil.

Es aquí donde las fracturas de la UE crujen: a pesar de lograr consenso con países en la misma situación como Portugal o Bélgica, España debe sostener su posición frente a Alemania y Países Bajos. Según ellos, poner un límite al precio del gas en el mercado mayorista y compensar a las generadoras de electricidad dispararía distorsiones que multiplicarían la incertidumbre entre inversores energéticos. Proponen acelerar la transición a las renovables, pero todo ello precisa de tiempo, el cual no sobra para para la economía de muchas familias europeas que comienzan a desenchufar las heladeras por la noche.

Este viernes, la gira del presidente estadounidense Joe Biden incluyó un anuncio conjunto con la líder de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para suministrar de manera inmediata mayores volúmenes de gas natural licuado (GNL) al bloque. EEUU ya venía aumentando sus exportaciones de GNL hacia el Viejo Continente desde 2021, al punto de conseguir otros proveedores a sus habituales clientes asiáticos. Pero el plan de Biden entra en colisión con limitaciones técnicas: no alcanzan las plantas regasificadoras para llenar la suficiente cantidad de barcos que cumplan los 15 millones de metros cúbicos prometidos para este año.