En algún momento tuvieron que juntar monedas de sus bolsillos para no perder una producción y mantener un cliente. Los trabajadores de la hoy cooperativa Cerraduras de Precisión (CDP) pasaron de no saber cada semana si cobraban o no el salario de parte de una empresa que se dedicó a vaciar sus activos y a desconocer los derechos de sus empleados, a levantar las deudas, recuperar clientes y ofrecer productos de calidad superior a los que vendían cuando trabajaban para un patrón.
La continuidad de esta empresa de 27 cooperativistas, cuya producción es única en toda Sudamérica, está en manos hoy del Senado de la provincia de Buenos Aires, que debe tratar un proyecto de expropiación de la planta de 1100 metros cuadrados de la Avenida Belgrano al 1200, en Don Torcuato, antes de fin de año, cuando perderá estado parlamentario. «Necesitamos que salga la expropiación porque hay una hipoteca sobre el bien y lo van a ejecutar en cualquier momento», advirtió Pedro Segalla, secretario de CDP. «Hoy depende de la comisión de Presupuestos e Impuestos del Senado», agregó. Los trabajadores apuntan ahora a la senadora del Frente Renovador Micaela Ferraro «para que impulse la ley», porque representa al distrito de Tigre, donde funciona la planta.
El proyecto original, presentado por Fernando «Chino» Navarro (FPV), fue aprobado en Diputados en 2014, y se giró a la Cámara Alta, donde ya fue tratado favorablemente por la comisión de Tierras y Viviendas.
Antes de constituirse en cooperativa, los trabajadores de esta fábrica de cerraduras para bóvedas enfrentaron un típico escenario de vaciamiento. Les debían salarios y aguinaldos por cientos de miles. Según cuentan, ante la inminencia de la quiebra judicial en 2013, el anterior dueño, Carlos Enrich, quien también sería propietario del inmueble, les propuso «conformar una cooperativa para tercerizar el trabajo» y eludir las responsabilidades patronales. Pese a avanzar con las formalidades, los empleados que entonces eran 45, olfatearon la trampa y no cerraron ningún acuerdo. El dueño terminó retirándose y los trabajadores continuaron la producción en forma autogestiva, pero sin cambiar el esquema empresarial. La crisis llegó cuando se produjo un retiro de 180 mil pesos de la cuenta de la empresa. Los únicos que podían hacerlo, acusan, eran los antiguos patrones. «Nos sacaron todo lo que habíamos ganado en seis meses. Eso nos obligó a empezar a trabajar como cooperativa», recordó el matricero y también síndico, Reynaldo Rodríguez.
La autogestión resultó en todo superadora. «Antes vendías 100 cerraduras y te devolvían 50 por defectos o problemas. Hoy, de 100 tenés un cuarto que te vuelve, pero por una pavada. Levantamos casi el 99,9% de la calidad», dijo Hernán Viera, uno de los encargados de producción. «Superamos la calidad que se ofrecía antes de la quiebra. Fueron cinco años de tratar de quebrar esta empresa, se compraba materia prima muy barata. Por eso nos cuesta demostrarle al cliente que ya no somos CDP SA, somos la cooperativa de trabajo CDP», concluyó.