El hombre es un hijo de la transición entre la Unión Soviética y la Rusia capitalista. Y se puede decir que supo aprovechar las oportunidades que se le presentaban. Por poner un ejemplo simple: Yevgueni Víktorovich Prigozhin nació en Leningrado hace 62 años, pero cuando tenía 30 la URSS se disolvió y su ciudad natal volvió a llamarse San Petersburgo. Pretendió ser atleta pero no le daba el Pinet por lo que buscó otros medios de subsistencia. Los encontró en bienes ajenos y en 1981 fue condenado por robo. La sacó dentro de todo barata, ya que en 1988, cuando ya la experiencia soviética se desmoronaba, fue indultado. Quedó en libertad dos años más tarde.

Desde entonces inició un camino como «emprendedor», la forma elegante con que se describe en Occidente a lo que por acá sería un «busca». No tuvo la suerte de los que se quedaron con las empresas públicas, pero alcanzó un status como para ser considerado un oligarca. Que se hizo desde abajo, pero el título bien que se lo ganó.

En su historial como self-made man ruso, Prigozhin  atesora su primer emprendimiento, un puesto de panchos en San Petersburgo. Cómo trabó relación con el actual presidente es un misterio. No extrañaría, como dicen algunos archivos, que en 2000, cuando Putin, –nativo también de San Petersburgo– recién desembarcaba en el Kremlin y se le acercó durante algunas de sus visitas a la ciudad fundada por Pedro el Grande.

Lo concreto es que Prigozhin pronto se hizo de una cadena de supermercados, restaurantes de lujo y una empresa de catering con la que hizo diferencia proveyendo de alimentos a las Fuerzas Armadas y a las escuelas públicas de todo el país. A esa altura era «el chef de Putin» y bien que se aprovechaba de esa chapa.

Para 2014, Prigozhin aparece como uno de los fundadores del Grupo Wagner, un «emprendimiento» dedicado a la provisión de personal para combatir bajo directivas del gobierno ruso. Como sucede con este tipo de personal de combate, son los encargados de hacer en el terreno eso que las fuerzas regulares no pueden, no deben o no quieren hacer. No es que nuestro hombre haya inventado la tarea, de hecho en la era actual el estadounidense Eric Prince fue el más conocido con Blackwater, a la que luego de varias atrocidades en Irak y Afganistán cambió de nombre: Xe Services, Academi, y así. Mismo en Ucrania, del otro lado cumplía funciones similares a Wagner el grupo Mozart, creado por el estadounidense Andrew Milburn. Pero fue disuelto en febrero pasado porque según dijo el fundador, los «soldados de fortuna», como se llama a los mercenarios, se gastaban la paga en bares de mala fama y prostitutas

Las tropas de Wagner fueron claves en operaciones militares rusas en Siria, Libia, República Centroafricana, Sudán y Mozambique. Y también en el Donbass, donde entre otros galardones fueron los que lograron entrar en Mariupol para acabar con el temible batallón Azov y en la toma de Bajmut, un centro neurálgico de conexiones terrestres en el sur de Ucrania. La principal acusación en su contra es que son presos conchabados en las cárceles para ganarse la libertad peleando contra Ucrania.

Desde septiembre pasado, Prigozhin se hizo más famoso por sus críticas abiertas contra el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, al que desde canales de Telegram y cuentas de Twitter le reclamaba pertrechos, municiones y alimentos para sus empleados. Resultaban incongruentes esos mensajes –vestido con uniforme de combate, rostro ceñudo y gesto de gran estratega– con la unidad necesaria para una guerra de semejante envergadura. Es difícil saber el alcance y el significado de esa revuelta, aunque a última hora hubo un acuerdo que llevó a lo que podráin considerarse un «arrugue» de los Wagner. Pero resultaba interesante el cambio en algunos medios occidentales en la caracterización de Prigozhin. De haber sido sancionado por «crímenes de guerra» no hace tanto, ahora ya aparecía como el «héroe» que quería terminar con Putin. Pero duró poco.