La incomodidad fue el motivo por el cual la filósofa y ensayista Laura Klein se detuvo a pensar en profundidad sobre el aborto. En esa época (mediados de la década del ’90), ni siquiera era imaginable que el debate se extendiera a todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, ella se animó a cuestionar la forma en la que algunos intelectuales que apoyaban la legalización se referían al aborto. Se acercó tanto al tema, desde un punto de vista teórico y novedoso, que le ofrecieron escribir un libro.

Así surgió Fornicar y matar. El problema del aborto, publicado en 2005 . El libro tiene hoy una nueva reedición que incluye cinco anexos y lleva otro nombre: Entre el derecho y el crimen.

El libro, considerado «la Biblia del aborto», por Darío Sztanjraber habla de un fenómeno que sorprendió a los argentinos: la transversalidad.

«Es una característica del aborto. Se trata de un fenómeno que desarticula los alineamientos políticos tradicionales. Es una cuestión de Estado, pero hay una decisión sobre la vida y la muerte que es imposible democratizar porque somos las mujeres las que nos quedamos embarazadas», explica su autora a Tiempo Argentino.

–Escribió el libro durante diez años (1995-2005) en los que la realidad del país y en especial de las mujeres cambió mucho. ¿Cómo fue ese proceso?

–Había estado repitiendo cosas que no podía encarnar. Por ejemplo: pensar que había una libre elección. Yo tenía libertad para elegir interrumpir un embarazo, pero no para no embarazarme. No puedo decidir no estar embarazada. Las mujeres ya venimos con una situación coercionada, entonces ya libres no somos. Si una amiga me dice que está embarazada y no quiere ser mamá y está angustiada, yo no le digo: no te preocupes es un puñado de células, sos libre, tu cuerpo es tuyo. No voy a decir en público nada que no le pueda decir a una amiga y esto es porque lo personal es político. No escribí un libro para decir que estoy a favor del aborto legal sino para pensar sobre las emociones que genera este tema y que hace que quedemos atrapados en responder al adversario.

–¿Qué encontró en ese «pensar en el aborto»?

–Para mí es como un prisma para pensar la relación entre lo personal y lo político. Quería romper los binarismos. (Jean Paul) Sartre, en el prólogo del libro de Franz Fanon (Los condenados de la tierra), dice: «Este libro es peligroso porque les habla a sus compañeros, no a los enemigos». Y veo que la mayor parte de los argumentos a favor de la legalización del aborto se dedican a  hablarle al tribunal de los enemigos.

–Dice en el libro que nada de lo que se diga o se debata tiene que ver con lo que le pasa a una mujer en el momento en que decide abortar…

–Sí, porque lo que queda expulsado del debate es el embarazo. Se excluye la experiencia del embarazo, que es absolutamente intransferible. No se puede hablar de aborto sin hablar de maternidad. La estigmatización del aborto tiene que ver con la idealización de la maternidad, pero ¿cuántas mujeres se vuelven locas cuando tienen un hijo? Cuando discutimos aborto estamos discutiendo el embarazo, pero la palabra no está. Es raro.

–¿Hasta cuándo se puede sostener el discurso de la iglesia católica?

–Lo interesante del discurso de la iglesia católica es que hoy es más científico que religioso. No sé si es por aggiornarse o porque son utilitarios. El discurso hoy contra la legalización del aborto no tiene religión. El aborto es el único bastión moral que tiene la iglesia católica que ahora adoptó la ciencia y suplantó el alma por el ADN.

–¿Por qué se insiste en la idea de asesinato?

–Si yo le digo a una de las personas que dicen eso que yo tuve tres abortos, ¿me va a mirar igual que si le digo maté a mi hijo de 2 años, al de 10 años y a uno de 30? No. Ni siquiera ellos creen que realmente sea lo mismo. Si creyeran que abortar es igual a asesinar lo que habría que hacer no es luchar contra la legalización del aborto sino cambiar el Código Penal. En nuestro Código, una cosa es matar a otro y otra abortar. Pero también tienen que cambiar el Código Civil. Ninguno de los dos equipara matar a abortar ni a la persona nacida a la persona por nacer. «