Esta noche, como sucedió ayer en el Teatro Colón, acompañado de una orquesta en vivo encabezada por los reconocidos pianistas franceses David Fray y Emmanuel Christien, el actor Gérard Depardieu interpretará escenas de varios papeles de su carrera: Cyrano de Bergerac, Ruy Blas y Carnaval de los Animales. Mañana brindará un Master-Class para actores gratuita, en la Usina del Arte. «Si hablara español sería mejor porque podría tocar más a la gente hablando su idioma. Tenía ganas de involucrarme en un proyecto diferente y esto lo es; no es una obra sino conceptos sobre interpretación a partir de textos que hablan del ser humano. Encima en el hermoso Teatro Colón que es sublime», dijo en conferencia de prensa el actor francés, que desde 2013 adoptó la nacionalidad rusa donde vive. «Soy alguien libre. Ahora estoy lejos de los actores y el cine me gusta cada vez menos. No me interesa la política pero sí la cultura. Mi lucha es en contra de la televisión, que es una mierda, una industria para hacer idiotas e imbéciles. Como el presidente Donald Trump que salió de un reality show, o para ver futbolistas que ganan mucha plata y un par de imbéciles le griten a la pantalla. Si les parece bien se los dejo, pero hay que leer y tener cultura, eso es lo único que les diría a los actores jóvenes. No la cultura de internet, de los celulares, eso es algo que me sobrepasa, yo lo que aprendí, lo aprendí de los libros; no conozco otra manera», asegura el artista con su estilo, mezcla de honestidad brutal y tosquedad, con una mirada de gruñón cascarrabias que observa con resignación la debacle del mundo. «Estoy lejos de parecer, intento ser, escuchando y estudiando. Me puedo equivocar porque tengo mi propia naturaleza, que sé que no es fácil. Pero nunca sentí el peso de la fama, nunca quise ser actor, quería hablar porque no tenía palabra, viniendo de un sector humilde. Me volví actor, así, por suerte. Por eso me gustan las palabras, dar vida a las palabras. Cuando las pronuncio, miro a los ojos al público y les digo: buen apetito, disfrútenlas.»

A punto de cumplir 68 años, el próximo 27 de diciembre, Gérard Depardieu se atreve a decir que la edad es lo de menos: «No me interesan el narcisismo y la vanidad porque matan todo lo creativo, a esta altura no busco el sentido de la vida sino la vida en sí misma, con todos su matices.»

Nacido en Châteauroux, una comuna situada en el departamento de Indre, al centro de Francia, Depardieu dejó el colegio a los 12 y se dedicó a la delincuencia callejera hasta toparse con la actuación. Su padre, René Maxime Lionel Depardieu, obrero metalúrgico, fue el primero en recibir los beneficios de la fama de su hijo. «La injusticia que alguien trabajara tanto y recibiera tan poco, me llevó a ayudarlo apenas gané algo de dinero. En Francia, donde la gente tiene la nariz para arriba también hay corrupción y mucha injusticia», afirma el intérprete.

Así pasó el viernes una conferencia de prensa caótica, fiel a su estilo, en la que destacó el cine y a los actores argentinos a quienes clasificó de «excepcionales», aunque aclaró que «no se ven muchas películas. En Francia pasa lo mismo, la industria no busca las buenas interpretaciones sino el dinero, y eso es un problema. Está en uno buscar vencer eso.» «