Ushuaia, Tierra del Fuego. En un valle nevado, un actor interpreta a un montañés ermitaño, que viaja con su trineo tirado por perros. Durante la travesía se encuentra con un hombre caído a la vera del camino y lo ayuda. Esta persona de aspecto citadino, cuando recupera su conciencia, se deslumbra con el estilo de vida del otro. Luego, casi de la nada, aparece otro personaje interesado en comprar las tierras del primero. Esa intención se convertirá en una obsesión ineludible. Crecerá la tensión y, finalmente, la naturaleza dará su veredicto. Esa es la trama central de La guarida del lobo, la película de Alex Tossenberger que se estrena este jueves. Cuenta con las interpretaciones de José Luis Gioia (Toco, el solitario de los bosques australes) y Víctor Laplace (jefe, quien quiere comprar las tierras). Pero el centro de la trama es Gastón Pauls (Vicente), ese extraño que aparece de la nada y se encandila con la posibilidad de una nueva vida.

«Fueron 15 días de rodaje y resultaron muy placenteros a pesar del frío. Uno siente mucha sensación de libertad estando allá y eso era bueno para la interpretación: sumó a la experiencia», dice Pauls. La columna vertebral del guión es ese despertar del hombre de ciudad que se pierde en la naturaleza y empieza a considerar nuevas opciones. «Siempre es difícil bajar unos cambios y ver que la soledad quizá no es la que vive el que está solo en el bosque, sino la que se siente rodeado de gente que no se acerca a otros. Se habla mucho de la conexión con otros seres vivos y eso muchas veces no pasa fácilmente», agrega.

–¿Qué te gustó del guión?

–Está genial cómo te lleva a un desenlace inesperado. En esta película lo que más me atrajo es su mirada sobre la soledad y la transmisión de valores de sentirse rico teniendo poco, y no necesitar nada más. Lo principal es marcar lo perdidos que estamos en la ciudad, aunque tengamos GPS, celulares, dinero y movilidad. Nuestra sociedad está muy poco conectada con la verdad. El personaje de José Luis es glorioso: no tiene nada más que el entorno y vive bien, eso es destacable. En definitiva, mi personaje descubre que hay una mejor vida por vivir.

–¿Te pasó eso cuando te pudiste alejar de tu adicción?

–Hace años que soy consciente y lucho por mantenerme de este lado del camino, el personaje recién está descubriéndolo. Pero no viene por ahí, es otra cosa. Yo no lo lleve en este caso a mi historia: hay sí personajes que te tocan de cerca, pero en este caso lo que trabajé como actor es intentar entender cómo este tipo encuentra tranquilidad donde no creía que la podía encontrar. Es similar, pero no es lo mismo. Cada loco con su tema. Lo bueno de ser actor es que podés jugar a ser otros sin que te consideren un loco. Y eso es sanador, porque vas viendo que es lo que los distintos papeles te permiten y de dónde podés sacar material para sumar. Y entender o no juzgar tanto todo. No podés tener el dedito señalando el error. Todos hablan del pecado ajeno, pero ¿en casa?. Quizás una peli sirve para liberar eso y hacer pensar.

–¿Ese sería el rol del cine?

–El cine, sobre todo en épocas de crisis, puede ser un amplificador de la voz popular, sin lugar a dudas. Pude ser una jugada que hace jaque mate a un montón de otras cosas o no, simplemente iluminar cosas oscurecidas. Ojalá todas las películas tengan esa capacidad de hacer cambiar cosas en uno y en los que la vean. Puede no pasar, pero si despierta, sacude o moviliza a un espectador, nos podemos dar por hechos. Algo tiene sentido cuando te despierta un sentimiento o reflexión en otros.

–¿Qué sentís que buscan en vos los que te convocan para un papel?

–Me da pudor contestar eso. La verdad no sé, supongo que les gustará lo que hago o confían en que la experiencia me permita resolver lo que haya que hacer. Hice más de 60 películas, alguna seguridad les dará eso, supongo. Supongo que también habrá pasado y pasará que se les cayó la primera o segunda opción y entonces en la búsqueda aparezco yo, las cosas son así. Con los que trabajé más de una vez sé que les gusta lo que hago, pero bueno, no me fijo tanto en esto que me preguntás. Siempre estoy agradecido de que me llamen par actuar o que se muestre interés. Trabajar de lo que a uno le gusta es un privilegio que nunca tenemos que olvidar los que tenemos la suerte de poder hacerlo.

–¿Cómo te sentís si mirás tu camino en la profesión?

–Son 25 años y obviamente hay cosas que me gustan más o menos. Estoy conforme con algunas cosas y otras no las volvería a hacer. Pero bueno, es lo que me tocó. Todas las cosas que hice las elegí por algo. El verdadero éxito es haber disfrutado cada cosa y poder sentirme convencido de que estoy haciendo lo que quiero hacer. Pasarla bien haciendo lo que te gusta es más importante que los premios o el número de espectadores. Todo se fue dando naturalmente. Siempre tratando de dar lo mejor. No sé, cuando miro Nueve Reinas y escucho mi voz de pito… Pero es un detalle. Trato de que cada proyecto me deje algo, más allá del mango para vivir. Es mi laburo, yo vivo de esto, soy romántico pero también tengo dos hijos y cuentas que pagar. Pero busco que todo lo que hago tenga un porqué. Uno va cambiando, hay cosas que ya no me interesan.

–¿Como qué?

–No puedo hacer una tira de tele. No por el mensaje, sino por el poco tiempo de preparación de cada escena. Los tiempos son claves. El cine es mejor, me gusta más.

–Tenés una fundación, ¿cuánto le dedicas?

–Hace 16 años trabajo con eso. Se llama La Casa de la Cultura de la Calle y el objetivo es darles un lugar de expresión a los chicos que no lo tienen. Chicos de la calle, de hogares y de barrios muy humildes que a través del arte pueden decir lo que sienten. Ellos actúan, cantan, dibujan. Estamos en una sociedad que no les da oportunidad a los chicos para decir nada. Un pibe que está pidiendo monedas en la esquina recibe por año millones de «no». Esas respuestas negativas influyen, ¿cómo hacés para hacerle creer a ese pibe que algo es posible si a los ocho años, cuando debería estar jugando, le dicen no a todo? Es duro mostrarle otra opción que un caño o una bolsa con pegamento. Pero hay que mostrárselas, a la expresión a veces no se le da la importancia que tiene. La creatividad y el aprendizaje son todavía más importantes para chicos en situación de desigualdad y exclusión.

–¿Debería haber  un ejercicio político menos resultadista y más centrado a estos temas creés?

–No hay soluciones desde la política o desde los poderes políticos porque juegan a otra cosa. Es un tema complejísimo, más como hoy se maneja todo. Los medios sacan y ponen gobiernos defendiendo intereses de pocos. A esta altura soy crítico del sistema democrático mundial. No es el gobierno del pueblo en ningún lado del mundo. Me he vuelto anarco en esto. La democracia mundial es una monarquía disfrazada, donde pocas cabezas deciden por el resto. Y hacen creer que no, que la gente es quien decide, el destino y el rumbo de la población. Hay que estimular el poder de la inteligencia colectiva y crear nuevos formas en lugar de separar personas que representan a determinados grupos sociales o a la sociedad en su conjunto.

–¿Cuál es tu lectura del año electoral que tenemos por delante?

–Difícil. Hoy el mundo cambia en dos días, no sabés qué puede pasar, el análisis se lo dejo a otros más involucrados en el juego. Me cuesta mirar más allá de mañana que tengo que hacer cinco escenas y no sé cómo van a salir. Siempre todo está tocado por la suciedad, las ambiciones e intereses. Sólo hay que tener memoria para no repetir errores. Se viene el día de la memoria y hay que recordar a los que murieron buscando un mundo mejor, un mundo más justo, con oportunidades para todos. Uno recuerda a todas las personas que a lo largo de la historia de la humanidad han puesto el corazón por sobre todo. Creo que es interesante que esta fecha tan sensible para nosotros como país, podamos también reflexionar en general, en cómo ir mejorando todo, en cómo no tropezar con las mismas piedras. Creo que el ejercicio diario de memoria es algo más allá de lo político es algo humano que tiene que nacer del corazón

–¿Qué es el futuro para vos?

–Para mí es ahora, cada paso, momento a momento. Atrás siempre hay, adelante nada, lo que hay es lo que vas haciendo. No sé si va a llover o no. Agradezco estar vivo, levantarme de la cama y poder elegir. Eso no es cualquier cosa. Porque como dije, si alguien a los siete años tiene que trabajar para comer, no hay elección posible. «

¿CUÁNDO?

La guarida del lobo. Dirección: Alex Tossenberger. Actúan: Gastón Pauls, José Luis Gioia y Víctor Laplace. Estreno: jueves 28.

Un año con muchos proyectos

Se vienen meses movidos para Gastón Pauls. Sumados a la gira por la película de Palau que presentará en Nueva York y Centroamérica, tendrá dos estrenos para la segunda mitad del año en Chile, donde filmó dos películas. «Una se llama El príncipe de Sebastián Muñoz –revela–. Es una película que transcurre en los días previos a la caída de Salvador Allende, se trata de una historia de amor dentro de una cárcel. De la otra no puedo contar mucho, pero que se llama Matar a Will Willis«.

Pauls también forma parte del nuevo proyecto de Raúl Perrone. «Sólo sé que se llamará Oestern. Filmé tres escenas, pero no nos dio el guión, ni a mí ni a Jean Pierre Noher, que es otro de los actores que forman parte del proyecto. No tengo mucha idea sobre el tema de la peli, pero confío en él y como teníamos ganas de trabajar juntos me animé», confiesa. Además, desde Miami le llegaron propuestas para hacer programas al estilo de Ser urbano o Humanos en el camino para la comunidad latina. «Las estoy analizando», asegura.

Palau, una experiencia religiosa

El 4 de abril se estrenará en nuestro país la película Palau, la biografía oficial de líder evangelista nacido en la Argentina que se transformó en uno de los religiosos más convocantes en EE UU. Gastón Pauls interpreta al mismísimo Luis Palau y el estreno se hará en simultáneo con Bolivia, Chile, Colombia, México, Perú y EE UU.

«Yo tenía una relación con la gente de Palau desde 2003, cuando había hecho un documental para Ser urbano sobre una de las visitas de él a nuestro país. Me acuerdo de que convocaron a 250 mil personas. No hablé con Palau, pero sí con la gente que fue a verlo, acompañé gente de Aldo Bonzi y José C. Paz hasta Palermo para ver cómo vivían su fe y cómo recibían la visita de un líder religioso y espiritual. Yo estaba en una etapa muy loca. Varios me paraban cuando andaba con la cámara y me decían: «¿Querés tener un encuentro con Jesús? ¿Querés conocer a Dios? ¡Y me asustaban mucho!», recuerda Pauls. Pero la cosa no quedó ahí: «Cinco años después me llama Palau, en otra visita, para agradecerme por la nota y porque fui respetuoso de sus creencias. ‘Ojalá Dios nos cruce’, me dijo. Pasó el tiempo y me llamaron hace un año para hacer de él».

Se trata de un film oficial, por lo que Pauls tuvo dudas antes de aceptar: «Fui a Portland, Oregón, y vi a un tipo sincero en sus creencias. Con una casa normal y un auto viejo: me pareció que estaba bien. Es una película cristiana, bancada por ellos, para mandar su mensaje inspirador contando la vida de un tipo. Lo tomé como un desafío».