Primer acercamiento de lo que fue la Checoslovaquia a sus tiempos de Partido Comunista y dominio soviético. Y lo de Checoslovaquia no es error ni chanza: la película está producida por los dos países que antes de la caída del bloque soviético formaban uno solo, que a su vez se había originado luego de la Primera Guerra Mundial, en 1918. Que esté producida por ambos tampoco es casual: la separación en dos estados de lo que había sido uno solo fue la más pacífica de todos los países que estuvieron bajo el dominio de la antigua URSS, una excepción en medio de situaciones similares de dispar violencia.


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Siempre es muy gratificante ver la visión de los propios protagonistas de los hechos, más cuando además fueron víctimas. Y esta no es la excepción. Es una mirada que escapa al común (las víctimas pueden ser masivas, pero no comunes: su situación vuelve a sus vidas excepcionales).

Aquí lo que se cuenta es cómo desde la llegada en 1983 de Maria Drazdechova a un colegio en un suburbio de Bratislava (Eslovaquia, por entonces Checoslovaquia), la vida de padres y alumnos se altera enormemente. Focalizar la opresión en la vida cotidiana es uno de los grandes hallazgos de la película: los perpetradores corrientes de un régimen de sojuzgamiento son piezas fundamentales para su andamiaje. Tienen al menos dos ventajas: una, difunden el funcionamiento del régimen a nivel epidérmico, ahí donde más duele; la segunda, que precisamente por su nivel microscópico, al caer el régimen se dificulta su detección como para una posible sanción, aunque sea social: son esos casos de distinta envergadura que se descubren con el tiempo en un pueblito perdido de alguna geografía extraña.

Con sus arbitrariedades, pero tal vez más con comportamiento corrupto, la profesora pone en una tensión tal a los alumnos que uno de ellos piensa en suicidarse; ahí empiezan a intervenir los padres. En un régimen que sojuzga, la corrupción sirve para comprar voluntades, pero también para provocar la indignación más profunda de aquel que no puede entrar en ese sistema; como si sólo ahí entrara en la cuenta de que la pérdida de libertad es consuetudinaria de una mayor desigualdad, y no a la inversa.

La película tiene más aristas, pero esta dos resultan más que aleccionadoras para en un momento como el que atraviesa Argentina. Acaso entonces no haya casualidad tampoco en que justo ahora llegue al país.

La maestra (Ucitelka. República Checa-Eslovaquia, 2016). Dirección: Jan Hrenejk. Guión: Petr Jarchovsky. Con: Zuzana Mauréry, Zuzana Konecná, Csongor Kassai, Tamara Fischer, Martin Havelka, Éva Bandor, Oliver Oswald, Peter Bebjak. Monika Certezni, Peter Bartak, Jozef Domonkos y Judita Hansman. 102 minutos. Apta para mayores de 13 años con reservas.