Conversando con el colega Roberto Navarro, a Jorge Aleman, uno de los pensadores más lúcidos del país, una persona a la que admiro profundamente, se le ocurrió una destacada comparación: «Bolsonaro es un Macri desinhibido», dijo. Avanzó en la idea al considerar que Bolsonaro se anima a decir barbaridades que Macri expresa más bien con sus actos, que van más allá del discurso. Y yo agrego que eso se verifica, aunque el discurso del presidente argentino sea muy pesado y muy difícil de sobrellevar para las personas que creen en los valores humanos, en los valores intelectuales.

Pero efectivamente, es indudable que hay un recorrido que Bolsonaro se animó a transitar sin empachos y que no ha sucedido entre nosotros, acaso porque la contención cultural de la Argentina frente a hechos de esa naturaleza todavía opera con barreras de contención morales y, en cambio, por lo visto en los guarismos que arrojaron las elecciones de hace unas horas nomás, en Brasil han perdido por completo la chaveta.

Pero tal vez lo más importante de todo esto, lo esencial que hace a nuestro presente y a nuestro destino es el brutal corrimiento a la derecha que soporta el mundo por estos tiempos que nos toca recorrer.

Si se mira a Europa, varios países están bajo el mando de la derecha, y donde esa circunstancia no ocurre, de todas maneras, está a punto de suceder. En América Latina, el mapa se tiñó por completo de neoliberalismo. Las épocas de los gobiernos inclusivos prácticamente están terminadas y archivadas. Quedan resistiendo Maduro (ante un feroz ataque, económico y mediático que hace lo imposible por derrocarlo, desde Estados Unidos y varios países de América Latina, a los que ahora se suma Brasil) y Bolivia (con el increíble Evo Morales y su heroica porfía). El resto, más o menos volcado hacia el neoliberalismo económico, las políticas exclusivas, la pretensión de dejar afuera a todos los que no tengan posibilidades económicas de cualquier solución verdaderamente humana y respetuosa de la condición de las personas. Lo que están haciendo se parece mucho al mundo global, en el que 62 personas manejan a voluntad los recursos de 3500 millones de personas.

Claro que, para hacerlo, deben manejar con sus propias manos la fuerza cultural de los medios, el poder económico que les permite controlarlos, tenerlos, comprarlos, dominarlos por completo. Y además el poder de represión, que es lo primero de lo que se abastecen estos países, incluyendo la Argentina. Por ejemplo, con el pretexto de combatir el narcotráfico, se escuchan las macacadas de Patricia Bullrich sobre las armas o la quema de drogas. O el tuit de Macri, orgulloso de  la «quema de toneladas de droga», hasta que le dijeron: «Mire, no es una tonelada, es un kilo nada más». Borraron luego el tuit. Un tipo que ocupa el cargo de presidente de la República… O lo que se animan a decir sobre los inmigrantes, ese ataque feroz empuñado por personajes muy rechazantes como Pichetto, Jorge Macri, el propio presidente, quien habló también contra los inmigrantes como si él fuera un mapuche, un descendiente de pueblos originarios…

Vidal, que se manifiesta contra la libertad de expresión, a favor del periodismo que sólo a ellos le sirve. Lo que dijo Lousteau en el debate del Presupuesto: su aberrante y mentiroso discurso sobre las pensiones por invalidez en la Argentina. Acá se han avivado de que a la derecha del mundo le va bien. Se dan cuenta y adoptan ese discurso por conveniencia. Si les va bien a porquerías humanas como Trump, Le Pen, o el propio Bolsonaro, el asunto está ahí. Hay que jugar por ese lado. Aunque se sea impiadoso y cruel, incluso con las personas que tienen discapacidades: le hablan a la peor gente. Es el Neoliber-Abismo al que se refiere el psicólogo Sebastián Plut en una reciente nota en la revista Contraeditorial.

Creo que se ha perdido el decoro, la vergüenza, los controles éticos, morales, todo apañado y acompañado por una Justicia vergonzante. El recurso que queda es resistir, intelectualmente, con lucidez, tratando de estar informado, de saber lo que nos pasa, qué es lo que nos hacen… Y la primera nota de comprensión pasa indudablemente por la observación de ese vuelco radical que se ha dado a la derecha. Tienen preminencia física, económica; hay trampa, hay prepo, hay poder para llevarse las cosas por delante. Y del otro lado, la resistencia se hace sin medios, sin dinero, con escaso poder político y, para colmo, confrontando con el poder real. Por eso es catastrófica la actual derrota.

De todos modos, tengo la pulsión de, además, emanar un mensaje de esperanza, de recomendar recostarse en el arte, de no dudar en tomarse un cafecito, de llamar a un amigo, de mirar el horizonte todo lo que se pueda, de caminar por las calles de empedrado, de reunirse, ir al teatro o ponerse a escuchar un buen tangazo. En definitiva, de combatir de todas maneras, del modo que a uno le dé el cuero, en todos los frentes, a aquellos que pugnan por convertir a este mundo en inviable. Como un recurso al que apelamos humanamente para no llegar al «paren el mundo, me quiero bajar». No se puede caer en la profunda depresión a la que han arrojado a muchísimas personas. Esta es la etapa de un colectivo entristecido y muchas personas enfermas por esa situación. Pero más enfermas están las de otro lado, enfermas de derecha, enfermas de odio. «