No hay dudas de que el fallido proyecto que buscaba legalizar en la Argentina el aborto seguro y gratuito fue un terremoto que sacudió todos los rincones de la sociedad. Como ocurre con todos los terremotos, las réplicas todavía pueden sentirse casi dos semanas después que la cámara de senadores del Congreso de la Nación le bajara la persiana la posibilidad histórica de que el país ingresara a la modernidad en materia de salud pública. Hace un par de días fue nada menos que el escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, quien desde su habitual columna en el diario español El País se manifestó a favor del proyecto. Su texto representa además una dura critica el rol de la Iglesia Católica, comparando su política antiabortista con el vergonzoso ocultamiento de los abusos que sus miembros cometieron contra niños y adolescentes.

En dicho texto Varga Llosa lamenta el rechazo del proyecto de ley por parte del Senado argentino, pero sostiene que “más pronto que tarde” Argentina conseguirá legalizar el aborto dentro de las 14 semanas de gestación, como “en los países más modernos y avanzados del mundo”. Críticó además a quienes se niegan a regularizar la interrupción del embarazo presentándose como “defensores de la vida”, acusando a los que apoyan al proyecto como “partidarios de la muerte”. “Nadie que esté en su sano juicio puede justificar alegremente el aborto, y, menos que nadie, las mujeres”, sostiene el escritor en su texto, recordando que la decisión de abortar suele resultar largamente traumática para quienes la toman.

Sin embargo se muestra convencido de que la defensa del aborto dentro de los primeros tres meses del embarazo equivale a elegir el “mal menor”. Sostiene además que por supuesto “sería preferible que no hubiera abortos”, para lo cual sería necesario garantizar la educación sexual. Pero recuerda que una de las “grandes paradojas” del caso es que quienes se oponen a legalizar la interrupción del embarazo son al mismo tiempo los “adversarios más enconados de que los adolescentes reciban aquella formación sexual”. Y considera que “defender el derecho de la mujer de decidir”  es un paso “fundamental para garantizar la igualdad de géneros”.

Además afirmó que no legalizar esta práctica de ningún modo garantiza su desaparición, sino más bien lo contrario. Seguido lo cual señala que existe solo una diferencia entre los países en donde el aborto es legal y aquellos en donde no lo es: en estos últimos se lo practica en condiciones “clandestinas”, “execrables y muy riesgosas para la madre”, mientras que en los otros cuenta con “todas las garantías médicas”. Asimismo señala “que no hay otro campo donde la diferencia económica entre pobres” se compruebe con tanta claridad, ya que la prohibición jamás ha impedido que aquellas mujeres que cuentan con los recursos para costearse la intervención la realicen, siempre en óptimas condiciones. En cambio, señala, las mujeres pobres “deben acudir a menudo a falsos médicos o aborteras improvisadas”, instancias en las que “se juegan la vida”.

El autor de “Pantaleón y las visitadoras” revela que el texto publicado por el El País fue escrito el mismo día en que los diarios de todo el mundo comentaron el escandaloso informe que revela los más de mil casos de abuso contra niños y adolescentes que 300 sacerdotes católicos cometieron en los Estados Unidos en los últimos 70 años. A partir de ese dato llama la atención sobre el hecho contradictorio de que la institución que dice defender la vida cuando se opone al aborto es la misma que sistemáticamente ocultó estos abusos sexuales sistemáticos y aberrantes. Vargas Llosa se sorprende de que esa Iglesia que condena de forma sistemática a las mujeres que deciden abortar, sea la misma que defiende a los pedófilos. “No siempre las acciones humanas pueden ser divididas entre buenas y malas”, afirma el gran escritor peruano. “Hay casos —y el aborto es uno de ellos— donde la bondad y la maldad no se distinguen tan nítidamente y es preciso sopesarlos con mucho cuidado”, concluye.