Algunas veces los políticos cuentan con amplios márgenes de maniobra para armar y desarmar listas y candidaturas. Para negociar con competidores internos, hacer alianzas tácticas con adversarios, y todo aquello que considere necesario para garantizar el triunfo de su espacio. Otras veces, no pueden darse esos lujos y tienen que dedicarse a representar el sentimiento de sus votantes. En la primera situación, los políticos suelen contar con la ancha espalda del apoyo estable de sus votantes, que confían en que sus decisiones serán las más correctas. En la segunda, el lazo que une a los políticos y los votantes es más fino, y por eso tienen que ser sumamente cuidadosos en los pasos que dan. Hoy estamos en una situación de segundo tipo: la confianza está en baja, el malestar en alza, y por eso la gente manda. La fidelidad de los votantes está en riesgo. La tarea prioritaria de los políticos en este contexto es cuidar sus apoyos.

Esto cabe tanto para el Frente de Todos como para Juntos por el Cambio. En general, los votantes del Frente de Todos quieren más protección de la política y el Estado ante a la crisis. Y los opositores, ideas nuevas y más frenos al oficialismo. En los ciclos dominados por las demandas de los votantes, la amenaza latente que acecha a los políticos es el cambio de voto. Para Juntos por el Cambio, el peligro es que sus votantes corran hacia Milei; para el Frente de Todos, que se queden en casa, voten a la izquierda e, inclusive, que alguno que otro se vaya también con Milei.

Por esa razón, ésta es la hora de los populistas. Es decir, de los que tienen el olfato para detectar los reclamos populares. Y la decisión de representarlos. En tiempos más normales -o sea, cuando los políticos pueden maniobrar con mas comodidad- estaríamos ante un escenario bipartidista. En el oficialismo, el presidente iría por la reelección, buscando unir la mayor cantidad posible de voluntades detrás de su continuidad. Y en la oposición, el gobernador con mayor poder -Rodríguez Larreta- iría por la presidencia, con idéntica estrategia de unidad.

El problema es que, si hoy hicieran eso, los votantes fugarían hacia diversos lados, ya que los núcleos duros no se sentirían contenidos por dicha oferta. Sería un banquete para Milei y Del Caño. Por eso, sea por oportunismo o por responsabilidad, hoy vemos que diversos sectores dentro de cada coalición se ven tentados a lanzarse. O forzados. Porque en los momentos populistas, los políticos son meras herramientas en manos del pueblo, como se dijo alguna vez.

En el Frente de Todos la disyuntiva es clara: el kirchnerismo cristinista se lanza hacia la representación de los disconformes, y eso puede funcionar como un dique de contención. Mejor dos listas que una unidad artificial. En Juntos por el Cambio, con idéntica lógica los «halcones» buscan contener las fugas hacia Milei. Con dos dilemas en puerta. El primero es si Macri puede representar correctamente ese espíritu, o si no convendrá mejor que se quede en casa, apoyando a un sucesor. Y el segundo es qué hacer con los radicales. La dirigencia de Juntos huele poder, nadie quiere privarse de estar, pero si hay demasiadas opciones puede terminar en malas condiciones para enfrentar al oficialismo. Que está sufriendo una mala racha de popularidad, pero no deja de tener un piso asegurado.

Un estudio de Observatorio Electoral sobre escenarios presidenciales para 2023 concluyó en que hay segmentos de votantes dispuestos a votar por opciones kirchneristas y radicales, aun si fueran separadas de sus respectivas coaliciones actuales. Tal vez no les alcance para tirarse a mar abierto, pero tampoco va a ser fácil convencerlos de que deben guardar sus aspiraciones en nombre de la subsistencia de frentes electorales que hoy no aseguran resultados.

La forma en que se organizó la política argentina de los últimos años deja pocas dudas sobre qué harían los votantes en un escenario de ballotage. De hecho, así se sienten más cómodos buena parte de ellos: optando por males menores. La duda es la hipotética primera vuelta: ¿será una competencia abierta entre 5, 6 o 7 partidos? ¿O las PASO servirán para atajar a todos los aspirantes a representar el malestar popular?