CANNES, 12 MAYO
El jueves en el 71º Festival de Cannes es el día de Jean-Luc Godard con su última botella al mar, “Le livre d’image”, pero sin la presencia física del último adalid de la nueva ola francesa, como es la costumbre de este ermitaño del cine que hace todo en su casa, de donde sale sólo para pasear a su perro.

Presentado en concurso en la quinta jornada del festival, con la secreta esperanza que a sus 87 años le signifique su primera palma de oro al mejor film, “Le livre d’image” pertenece a ese tipo de cine que su autor pergeña en la última etapa de su vida, films de montaje comentados con una voz en off, muchas veces sin ninguna relación con lo que se ve en la pantalla.

Pero esta vez, el niño terrible de la nueva ola, que se peleaba con todos y contra todos, ha elaborado un catálogo legible de imágenes de clásicos del cine, desde el cine mudo con “El general” de Buster Keaton a “La última carcajada” de F. W. Murnau hasta Pier Paolo Pasolini con “La flor de las mil y una noches” y “Las 120 jornadas de Sodoma”, pasando por Max Ophuls (El placer) y Federico Fellini (La strada) y un amplio extracto de “Johnny Guitar” (Mujer pasional) de Nicholas Ray, además de films más recientes pero de difícil identificación, documentales y fragmentos de noticieros, que componen una algarabía desprovista de significado pero que termina por encantar al espectador.

Se sabe que este film, producido mayoritariamente por primera vez por Suiza, su país de adopción, si bien Godard nació en París de madre suiza y padre francés, más que su exhibición en cines como sería su aparente destino está destinado a ser visto en casa con amigos cinéfilos que juegan a identificar los films que ha seleccionado su autor.

Una especie de juego de salón condimentado con la voz inconfundible de Godard que lee (o improvisa) un texto de difícil interpretación, visto que a veces el sonido se embarulla con otras voces y el subtitulado en inglés (probablemente a propósito) lo traduce solo en parte.

“Le livre d’image” podría muy bien definirse como el testamento de un cineasta que supo renovar la gramática del cine con sus primeros films y que tras naufragar en la prédica maoísta de los años setenta, se ha dedicado a hacer películas para sí mismo y para quienes aún lo siguen, encandilados por un genio y una figura que no se da vuelta para mirar atrás.