El 17 de noviembre es un momento emblemático de nuestra historia nacional porque ese día –en 1972— Juan Domingo Perón volvía a la patria tras 17 años de exilio y el intento frustrado de retorno de 1964. Por eso es el Día del Militante Peronista porque allí se condensa un proceso de resistencia a la desdicha promovida por el odio clasista y racista de la clase dominante argentina, que fusiló, persiguió, encarceló, torturó, proscribió, forzó al exilio, intentó humillar y desterrar el sentir, pensar, y obrar de un movimiento nacional que durante una década realizó transformaciones tan profundas en nuestra patria que ni el terror ejercido a través de bombardeos sobre la población civil pudieron erradicar.

Con tres días de diferencia se conmemora también el Día de la Soberanía Nacional, en homenaje a la resistencia contra la prepotencia imperialista británica que plantó banderas de autodeterminación nacional en estos suelos el 20 de noviembre de 1845, bajo el gobierno de Don Juan Manuel de Rosas, a quien luego el General San Martín legara su sable libertador, en reconocimiento por tal valentía y determinación.

 Hoy nos interrogamos por los sentidos de la militancia, en un contexto tan diferente al de 1972. También nos preguntamos qué implica en la actualidad sostener el desafío de construir un proyecto nacional autónomo, independiente, que pueda expresar al conjunto de habitantes de estas tierras y no a minorías privilegiadas que viven a costa del trabajo y los padecimientos de las grandes mayorías.

Desde los ámbitos de la Economía Popular se viene insistiendo en la necesidad de recrear una “nueva columna vertebral”, es decir, de volver a poner en pie y articular una dinámica de la clase trabajadora argentina contemporánea, partida entre asalariados y quienes se inventan su propio trabajo, sin derechos pero en muchos casos con organización en Movimientos Populares. La Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) es la expresión mayoritaria que viene planeando activar un proceso de sindicalización, que incluye a su vez ingresar a la CGT, con quien viene compartiendo movilizaciones y discusiones hace años; con quien marchó el pasado 17 de octubre y con quien compartirá las calles, nuevamente, este 17 de noviembre.

Más allá del revés electoral de estas elecciones legislativas, la discusión en torno a la gestación de un bloque de fuerzas sociales que pueda empujar para adelante a la coalición de gobierno actual se torna fundamental. Por eso la insistencia en la “nueva columna vertebral”: para desde allí contribuir a recrear el movimiento nacional que necesitamos.

Para salir de la pandemia transitando los senderos de la justicia social y la independencia nacional, necesitamos mayor audacia. Y confianza en nuestras propias fuerzas como pueblo. Incluso más allá de cualquier revés electoral, sabemos que contamos con una rica historia de peleas, plagadas de pequeños-grandes gestos de heroísmo protagonizados por miles de personas anónimas, que no sostuvieron en alto las banderas de la dignidad para obtener una tajada personal sino por el firme convencimiento de que no hay destino individual si no hay futuro de la patria.

En todos ellos, en todas ellas, nos reconocemos. Por ellas, por ellos, los que fueron derrotados más de una vez y no se rindieron, los que triunfaron y no claudicaron luego, mantenemos las convicciones de que es posible, y deseable no rendirse, y seguir luchando hasta que el pueblo sea saciado en trabajo, y bañado en dignidad.