Harto de ver historias inventadas sobre su vida, el astro de la NBA Kobe Bryant decidió hacer justicia por mano propia y ayudó a fundar The Players Tribune, una plataforma donde los deportistas se expresan en primera persona, sin intermediarios.

«¡Es el fin del periodismo!», se quejaron medios y periodistas. Hay razones para temer, pero no por culpa de Kobe: cada vez más pauperizado, el oficio lleva años caminando hacia el abismo.

La agonía se potenció con la irrupción de las redes sociales. Facebook y Google captan más anuncios que los medios tradicionales, los periodistas profesionales acumulan empleos para poder sobrevivir y la lógica tuitera domina los contenidos: todo debe contarse en blanco y negro, en buenos y malos, con síntesis extrema y en tono catártico. La realidad, por supuesto, es rica en matices. Pero esa complejidad no encaja en los 140 caracteres de un tuit. Y aburre a las audiencias, agobiadas por un bombardeo informativo que no para nunca.

«¿Venezuela es una democracia o una dictadura?», inquirió días pasados Alejandro Fantino al exfuncionario bonaerense Gustavo Marangoni. Fiel al estilo sciolista, Marangoni contestó a gusto del consumidor: «El chavismo comenzó como demodura, mutó en dictablanda y hoy es dictadura», determinó el exdirector del Banco Provincia en 75 caracteres, la mitad de lo que lleva un tuit. «¡Qué golazo metiste!», lo felicitó Fantino, héroe del maniqueísmo televisado.

Ojalá los procesos políticos, sociales y económicos fueran así de sencillos. Pero no: las razones profundas de la crisis venezolana no entran en 140 caracteres. Detrás de las brutales y conmovedoras escenas de acción y represión hay causas históricas, intereses geopolíticos, miserias económicas y pujas sociales. ¿Acaso el nuevo rol de los periodistas se limita a hacer encajar todo eso en un tuit?

Si es así, lo que matará al periodismo no serán las rebeliones de estrellas como la que encabeza Kobe. El fin del periodismo llegará por obra de medios y periodistas que, desde hace años, se esfuerzan más por entretener y sentenciar que por informar. Y de las audiencias agrietadas, que buscan oír exactamente lo que quieren escuchar.

La filosofía llama a eso posverdad. Los españoles tienen una expresión más directa y menos ampulosa: comer mierda. Buen provecho.