En el gobierno creen que todavía pueden dar la pelea electoral. El lunes, mientras la mayoría de los argentinos hacían cuentas con un nudo en el estómago por la fortísima devaluación, el laboratorio de Cambiemos alumbró su fórmula de la fortuna. «Si Alberto baja tres puntos, y nosotros subimos tres, estamos en el balotaje» le dijeron al presidente. Fue justo antes de la patética conferencia de prensa donde Macri acusó a los votantes por su fracaso en la gestión.

«Si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño» advirtió el presidente en septiembre pasado. Es precisamente lo que hará. En estado de emoción violenta, Macri decidió quemar las naves -y los billetes a disposición del Estado- en procura de su reelección. O al menos, de salvar del naufragio a los distritos donde todavía su fuerza política tiene chances de perdurar, como la Ciudad de Buenos Aires.

El cóctel Molotov para seducir a los votantes perdidos incluye recortes impositivos para las pymes, pagos extras a beneficiarios de planes sociales y reducción en el impuesto a las ganancias para los asalariados, entre otras limosnas.

¿De dónde saldrán los recursos para cubrir la quimera desesperada del presidente? Sobregirada la cuenta del FMI, se mencionó la posibilidad de pedirle un préstamo directo a la Reserva Federal de Estado Unidos. ¿Donald Trump es capaz de firmar esa escandalosa prueba de injerencia en el proceso político de la Argentina? Los antecedentes sugieren que tanto Trump, como el país que preside, es perfectamente capaz. La incógnita es si quiere meterse en semejante lodazal.

Con el resultado puesto, Macri salió del closet republicanista y descubrió su inconsciente antidemocrático: culpó a los votantes por la devaluación, atacó a la fórmula más votada y desconoció el proceso electoral. «La elección no existió» dijo, con influjo reaccionario.

La destemplada conferencia de prensa sirvió de excusa a la prensa oficialista, que carretearon raudos hacia el despegue. El abandono masivo de la prensa afín implicará un sobrecosto a la intentona presidencial: el blindaje mediático mercenario será aún más caro de lo que ya es.

El calendario institucional le otorga a Macri más de dos meses de campaña. Los más sensatos de su entorno admiten que no hay tiempo para revertir el aluvión de votos que recibió la fórmula Fernández-Fernández. Eso sí: el trago amargo de la inminente partida se saborea mejor con el dulce de la ganancia extra que obtienen funcionarios y entenados con plata afuera.

El ministro de Economía Nicolás Dujovne, por caso, el lunes ganó  27 millones de pesos. La ganancia financiera es producto de la valorización cambiaría de los 25 millones de dólares que el ministro posee en el exterior. Previsor, el ministro mantuvo su patrimonio a resguardo para protegerlo del desastre que sus propias políticas propician.

Total normalidad.