La investigación por la muerte del fiscal Alberto Nisman, hoy en manos del juez federal Julián Ercolini, había recaído en el juzgado federal número siete, a cargo de Sebastián Casanello. El sistema procesal penal se jacta de respetar a ultranza la «garantía del juez natural», y el mejor reaseguro de ello es que cada expediente debe ser sorteado por la Cámara del fuero que sea. Sin embargo, esta vez, algo falló. Y hay una causa judicial (cuyos ecos retumban en los pasillos de Comodoro Py 2002) que intenta explicar, por ahora vanamente, qué pasó.

Casanello es un juez muy activo en estas últimas semanas, sobre todo desde que decidió meter preso al empresario Lázaro Báez y consiguió que el procesado Leonardo Fariña se convirtiera en una estrella del arrepentimiento. El azar (el sorteo) lo había ungido como el elegido para tomar la posta de la investigación por la muerte de Nisman que dejó la jueza Fabiana Palmaghini. Pero por un extraño procedimiento que hasta ahora no tiene explicación lógica, los 61 cuerpos del expediente terminaron en el despacho de Ercolini. El episodio es escandaloso.

La elección artificial de un juzgado para que investigue una causa se conoce en la jerga judicial como «forum shopping». Y encierra la posibilidad de varios delitos, desde incumplimiento de los deberes de funcionario público hasta tráfico de influencias, pasando por la falsedad ideológica de documentos públicos, y con la figura siempre latente del soborno. ¿Qué ocurrió? Al momento del sorteo, una computadora se quedó pensando, con la pantalla en letargo. «La pantalla de la máquina en la que se operaba el registro sólo mostró que el sistema estaba en proceso para luego indicar ‘fallo en la transacción’ sin dejar de señalar que se hallaba en proceso la asignación de oficina actual», explicó la secretaria general de la Cámara Federal, Susana Echevarría, en respuesta al presidente del tribunal, Ignacio Irurzun.

Lo que describió Echevarría es estrictamente cierto: en términos llanos, la computadora se colgó. Pero no el programa del sorteo. Tanto es así que en otras computadoras conectadas en red con esa que se había colgado, el sorteo se había realizado. Y la causa había recaído en Casanello. Hay constancias impresas de esa situación. Pero pese a ello, el sorteo fue anulado. En algún momento se barajó la romántica posibilidad del bolillero, pero fue descartada. Se realizó otro sorteo con el mismo método y esta vez el elegido fue Ercolini. Muy pocas veces pasó algo similar, y prácticamente nunca con media docena de testigos.

Las constancias del hecho existen y están en poder del fiscal federal Federico Delgado, quien quedó a cargo de la investigación sobre la supuesta irregularidad en el sorteo. Ese expediente para intentar explicar qué pasó también recorrió un camino enrevesado: originalmente le tocó a Casanello, pero se excusó; entonces pasó a Ercolini, quien también lo rechazó. Finalmente, después de tres sorteos, quedó radicado en el juzgado federal número 11, a cargo del juez Claudio Bonadio. Cuando había cuestiones que no se podían explicar desde lo racional, el ex presidente Carlos Menem acuñó entre 1989 y 1999 un término que todo lo justificaba y que, tal vez, encaje ahora: «Casualidad permanente».