Quien haya supuesto que con el final de Game of Thrones HBO daba por cerrado su año de grandes éxitos, se dejó obnubilar por el tamaño de los dragones. Pese a la gran competencia que ofrecen otras compañías con enormes presupuestos como Netflix, por ejemplo, lo cierto es que la cadena emblemática del formato serie atraviesa un momento superlativo en materia de superproducciones.

En este escenario, se estrenó recientemente la segunda entrega de Big Little Lies, que se había planteado como miniserie inicialmente y cuyo recibimiento por parte del público y de la industria le valió esta prolongación. Detrás de este proyecto, basado en la novela homónima de Liane Moriarty, está el sello de la productora Hello Sunshine de la actriz, productora y empresaria Reese Witherspoon, que también encarna a una de las protagonistas.

Más allá de los cuatro Globo de Oro y los cincos Emmys (incluidos el de Mejor miniserie, Mejor dirección y Mejor actriz principal para Nicole Kidman) que obtuvo la primera temporada estrenada en 2017, lo más destacable de Big Little Lies es que refuerza desde la ficción una temática muy realista que atraviesa la agenda política de varios países en la actualidad. Se trata, por supuesto, de la exposición de los gigantescos y micromachismos impresos en todos los círculos sociales, en este caso con el atractivo adicional de escudriñar en las lógicas de socialización entre familias en un pueblo de millonarios junto a alguna playa exclusiva del estado de California, en Estados Unidos.

Aunque esta descripción suene a reedición del ya clásico Desperate Housewives (ABC, 2004-2012), en este drama se ponen todos los recursos técnicos (con una fotografía y banda sonora impecables) y narrativos (mediante la creación de perfiles ultra complejos y textos y silencios bien equilibrados) al servicio de un manifiesto crítico y de orden feminista. Además, a diferencia de las desventuras de las amas de casa desesperadas, el contexto contemporáneo encuentra a muchos más espectadores y espectadoras con mayor sensibilidad y con ganas de prestarle atención a este tipo de historias.

Sin embargo, lejos de la literalidad, en esta serie no se exponen cuestionamientos directos al machirulismo en la voz de sus protagonistas. Nadie milita el feminismo en las callecitas impolutas de los suburbios ni cuelga banderas verdes, violetas o de ningún otro color en la puerta de la escuela privativa adonde llevan a sus hijos e hijas. El cuestionamiento al rol que se les designa a las feminidades en esa sociedad llena de imposturas y pompas se exhibe por fuera del guión. Es en las acciones, en los gestos, en las mentiras que comienzan a compartir entre ellas que tiende a subvertirse el orden. En un deseo por revelarse que algunas de ellas todavía no comprenden.

Obviamente que esta es una historia cruda y llena de abusos domésticos, golpes, violaciones, desplantes, gritos, ofensas y cualquier otra manifestación opresora que esté naturalizada en muchas sociedades. Pero también hay resistencias. Están quienes cada vez se callan menos, como Madeline (Witherspoon) y Bonnie (Zoë Kravitz), la outsider que rompe con los mandatos de clase como Jane (Shailene Woodley), la que a la fuerza entendió que la felicidad no radica en la satisfacción del otro exclusivamente como Celeste (Kidman) e, incluso, la que se percibía como enemiga y ahora camina por los senderos de la deconstrucción como Renata (Laura Dern). Asimismo, también hay masculinidades que se salen del molde y acompañan desde su lugar y con sus propias cosmovisiones el pequeño gran quilombo que armaron Las Cinco en Monterey.

En esta nueva entrega, que tendrá siete episodios como la anterior, todo apunta a que el pacto sororo entre las protagonistas sigue en pie. Luego de la muerte del marido de Celeste, se interpreta que ya no hay un punto de retorno. Al parecer, la recién llegada madre del fallecido (nada más y nada menos que Meryl Streep) aportará algunos contrapuntos que seguirán alimentando las intrigas, las mentiritas y, por qué no, que comiencen a tambalearse las estructuras patriarcales en la paradisíaca costa oeste. «

Una construcción con mirada de género

En 2015, Reese Witherspoon y Nicole Kidman acudieron a HBO con la intención de llevar a la pantalla de la TV una adaptación de la novela Big Little Lies de Liane Moriarty. Pese a haber estado sólo un año en el mercado, la obra tuvo muy buen desempeño y llamó la atención de Witherspoon que, desde hace años, se interesa por proyectos que involucren feminidades.

En esa empresa conjunta –con la institución que representa en la industria Nicole Kidman–, se le pronosticó buenos resultados a la aventura de la dupla. Al respecto, en una entrevista con Ellen Degeneres, Kidman destacó que «cuando las mujeres eligen combinar sus poderes pueden lograr grandes cosas».

Esta declaración debe leerse en clave de lo significativos que resultaron el #MeToo y otras expresiones feministas en Hollywood. No en vano, detrás de la producción de la serie está la compañía Hello Sunshine, fundada en 2016 por Witherspoon para «crear y descubrir contenido que celebre a las mujeres y las ponga en el centro de la escena».

Big Little Lies, segunda temporada. De David E. Kelley. Con Reese Witherspoon, Nicole Kidman, Shailene Woodley, Laura Dern, Zoë Kravitz y Meryl Streep. Domingos a las 22 por HBO y disponible en Flow