Los fiscales Leonel Gómez Barbella y Andrés Hein, quienes investigan el asesinato del joven futbolista de Barracas Central Lucas González, pidieron que los tres policías de la Ciudad imputados sean procesados por el delito más grave que contempla el Código Penal, homicidio agravado, que se reprime con una pena única: perpetua.

Las responsabilidades, creen, están definitivamente probadas. Pese a que probablemente nunca se sepa quién mató a Lucas. La bala que extrajeron los forenses de su cerebro no puede ser identificada; no hay forma de saber de qué arma salió. Según el peritaje realizado por el subinspector Uriel Rossi, los auxiliares Mariano Formentini y Yanina Riquelme y el perito de parte de los acusados, Héctor Iaconángelo, “el núcleo de plomo deformado calibre 9 mm proveniente de la Morgue Judicial carece de marcas estriales directas para identificar. Conclusión, inadecuado para la comparación”.

El peritaje mostró, no obstante, que dos armas de los uniformados fueron disparadas. Y que en la escena fue hallada una bala que no salió de ninguna de las armas oficiales secuestradas. “El proyectil encamisado, deformado, calibre .40, hallado en la vereda del inmueble sito en la calle Perdriel 1270, de esta ciudad, no ha sido disparado por ninguna de las pistolas estudiadas en la presente pericia». O esa bala corresponde a otro hecho de violencia, o al menos uno de los policías que mataron a Lucas usó un arma particular, que no entregó a los investigadores.

Los fiscales pidieron el procesamiento con preventiva de Fabián López, Gabriel Isassi y José Nieva. Apenas un dato positivo para sus situaciones: el único testigo presencial, una persona venezolana que paseaba a su perro, declaró que cuando bajaron del auto “tenían chalecos antibalas negros”. Pero añadió: “No vi ninguna insignia que los identifique como policías”.

Los tres están alojados en la cárcel de Marcos Paz, a resguardo de presos comunes ávidos de cobrarles intramuros el crimen de Lucas. El Estado debe preservar la integridad y la seguridad de ellos, independientemente de la repugnancia que cause lo que hicieron. A instancias del titular de la Procuración contra la Violencia Institucional (Procuvin), el fiscal Hein, hay una investigación en curso por los malos tratos que padecieron en sus primeras horas de detención. López describió en su indagatoria que “orinaron en un tacho y se lo tiraron en la cara, le manifestaron que lo iban a violar, que iban a matar a su familiar”.

Todo indica que el juez Martín Del Viso dictará los procesamientos en los próximos días. Será la primera tanda, porque todavía quedan otros seis policías detenidos, acusados por privación ilegal de la libertad, odio racial y encubrimiento. Pero hay varios más que están bajo investigación. De hecho, uno de ellos, sindicado por las víctimas y por otros policías como quien esposó de manera violenta a los chicos que acompañaban a Lucas, el oficial Sebastián Baidón, se puso “a disposición” de los investigadores. Por el momento no está detenido; ni siquiera imputado. Por el momento.

¿Participaron del operativo posterior a la masacre de Lucas policías cuya presencia no quedó documentada? En la causa surgen de la nada apellidos que no encajan en el rompecabezas. Es una de las tareas pendientes de la investigación.

El principal elemento por el que los policías están acusados de encubrimiento es el arma de juguete plantada en el vehículo en el que circulaban Lucas y sus amigos. La balacera ocurrió por la mañana, pero el arma falsa fue hallada por la Policía Federal debajo del asiento del conductor, en la parte trasera del vehículo, a las 4 de la tarde. Los investigadores reconstruyeron todo lo que pasó hasta que, por orden del juez de Menores Alejandro Cilleruello, la Federal desplazó a la Policía de la Ciudad de la investigación. Y el círculo sobre quién plantó el arma cada vez se cierra más.

Las víctimas no tenían armas. De la investigación se desprende que en el interior del vehículo en el que viajaban había “una botella de Levité, un termo, un paquete de galletitas y un mate en la puerta”. ¿Y qué llevaban encima? Según el acta de devolución de pertenencias, “una billetera de cuero marrón y negro con 1450 pesos, papeles varios y documentación a nombre de Joaquín Zúñiga Gómez, una billetera de cuero marrón con vivos negros con un billete de un dólar, 230 pesos, documentación y licencia de conducir de Julián Alejandro Salas, una tarjeta Sube” y tres botineros con sus respectivos botines y ropa deportiva.

Pese a que los investigadores creen que el odio racial fue extensivo a todos los policías que llegaron al lugar tras los disparos, de la causa se desprende que quienes mejor están en relación con eso son las dos policías mujeres a las que las víctimas recurrieron cuando creían que habían sufrido un robo.

Lorena Miño y Micaela Fariña aseguran que no tocaron a los jóvenes. Que solo les dijeron que se tranquilizaran y les indicaron que se sentaran en una esquina, cuando llegaron otros uniformados, que los esposaron violentamente. La versión coincide con lo que declararon los propios policías e, incluso, las víctimas.

Solo Julián Salas expresó: “Una policía mujer me dijo que dónde tengo la falopa y dónde tengo el arma con la que maté a mi amigo”. Las expresiones como “a estos villeritos hay que darles un tiro en la cabeza a cada uno” son atribuidas a policías masculinos. Identificados o identificables.

En las últimas horas apareció una nueva testigo casi presencial de los hechos. Se trata de una vecina de la calle Luzuriaga, quien describió una secuencia escalofriante de la balacera. Estaba en la terraza colgando la ropa cuando percibió los disparos: “Escucho cinco tiros, una pausa y tres más”.

Los policías aseguran que hicieron sonar la sirena para que los chicos se detuvieran. Pero solo ellos lo dicen.

¿La vecina escuchó sirenas o voces de “alto, policía”? No, solo los disparos. La fiscalía insistió en preguntar si desde su casa se escucha cuando pasa un vehículo con sirenas cerca. “Sí, se escucha. Las sirenas se escuchan perfecto”. «

El dolor de la despedida

De las declaraciones de las víctimas en la causa se desprenden situaciones en extremo dolorosas. Joaquín Zúñiga Gómez recordó cómo se despidió de Lucas, aun agonizando en el interior del auto en el que fue baleado. En su desesperación y tras pedir ayuda a las dos policías, volvió al vehículo y le dijo “gracias”. ¿Por qué? “Porque me había conseguido el club, gracias por su amistad y gracias por un montón de cosas más”.

Apenas unos minutos antes, junto con Julián Salas, se habían tomado la última foto juntos. La captó Niven Guanca, quien era sólo un conocido de los tres amigos.

Zúñiga estaba feliz. Había superado con éxito la prueba en Barracas Central. Le mandó por Whatsapp la foto a su papá, Ricardo: “papi, quedé”.