La media sanción del Aborto Legal, Seguro y Gratuito dejó en evidencia a un gran sector de profesionales de la salud que hasta ahora no se había planteado debatir públicamente sobre el asunto. Ante la posibilidad de la aprobación del proyecto, un sector generó campañas y organizó manifestaciones en contra; mientras otro se organizó para informar y acompañar este proceso social. En este punto, surgieron voces desde las provincias que exhibieron la coexistencia de posturas opuestas dentro de los equipos médicos.

«En Tucumán, el movimiento de mujeres fue bastante importante, pero tanto en las universidades como en las calles se detectó que hay una confusión entre ILE (Interrupción Legal del Embarazo) e IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo)», explica Mara Mohedano, médica que integra la Red de Profesionales por el derecho de decidir.

Mohedano fue jefa del servicio de Perinatología del Hospital Avellaneda de la capital tucumana. Dejó el centro médico cuando no le permitieron trabajar con abortos no punibles. Hoy, ese establecimiento es uno de los objetores de conciencia «institucional», un concepto usado por algunas clínicas pero que carece de sustento constitucional.

En esto coincide con el doctor Miguel Curioni, médico y docente santiagueño, integrante de la Comisión Directiva de la Sociedad de Obstetricia y Pediatría: «Temen que si sale la ley los obliguen a realizar prácticas con las que no están de acuerdo. Hay mucha desinformación y médicos que desconocían el texto del aborto no punible y confunden esta ley con la otra. Ahora se viene el planteo real y empezó el horror. Por eso surgió entre los profesionales lanecesidad de generar información más profunda de lo que acontecería si la ley se aprueba».

El 20 de junio, la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de Buenos Aires inauguró una nueva edición de su congreso  con la conferencia «Despenalización del aborto, el debate equivocado». Por primera vez muchos médicos escucharon la opinión de sus colegas. Las conclusiones fueron: los médicos siempre estamos a favor de la vida, el debate es aborto seguro o aborto inseguro y el aborto es de todas las clases sociales, la muerte no».

Misiones fue una de las primeras provincias que aplicó el protocolo de la interrupción legal del embarazo. «Fue muy importante porque se trabajó intensamente con otras profesionales, con las pocas que hay, porque en el área de salud son pocas las mujeres que trabajan la perspectiva de género. El patriarcado opera a través de su mandato y a las mujeres les cuesta mucho vencer esa resistencia», explica Beatriz González, exjefa de Neonatología en Hospital Madariaga de Posadas.

Salud pública

Negar cifras, desmentir situaciones que día a día se ven en las guardias de los hospitales son algunas de las estrategias de las que se valieron los médicos que están en contra de la ley. «La tasa que tenemos de embarazo adolescente es mayor que la media nacional, entonces es una problemática social pero de salud pública. Los médicos no podemos negarnos a esta realidad. Es difícil de entender que no vean una hemorragia como una urgencia, que es lo que corresponde hacer como médico. Acá se ciñen a otras cuestiones y deja de ser medicina basada en evidencia para basarse en cosmovisiones personales», dice Mohedano.

En 2004, la doctora Sofía Amenábar (docente de Obstetricia de la Facultad de Medicina de la UNT y exjefa de la unidad de obstetricia de la Maternidad de Tucumán) realizó un estudio en seis provincias del noroeste. El resultado arrojó que en Tucumán era altísima la tasa de mortalidad materna y que de esa cifra, un 21% de las muertes fueron por abortos. «Los médicos lo niegan como un problema salud pública porque son unos ignorantes», afirma Amenábar. «Un tipo que nunca fue a un hospital no tiene idea del estrago que es un aborto clandestino. Ahora, gracias al misoprostol bajó la cifra porque la maniobra abortiva es colocarse un misoprotol en la vagina y no una aguja de tejer en el útero.Eso bajó la cifra del aborto séptico y de la muerte por aborto. Bajó, pero en los lugares donde la gente sabe que el misoprostol existe, en otros sigue siendo igual. No se termina de asumir como un problema de salud pública con una impregnación de la Iglesia que es terriblemente nociva».

González afirma que la negación de los médicos tiene que ver con un tema de género. «Primero, el sistema médico es muy patriarcal; segundo, es un sistema enfocado en lo biomédico, entonces la visión de género y derecho está muy alejada de las posibilidades reales de una mujer. Si eso atraviesa a los prestadores de salud, imaginate a las usuarias», dice. «También hay ignorancia y una falta de conciencia para posicionarse en el lugar de un otro que puede tener hegemonía sobre el cuerpo. Se culpa a la Iglesia porque tiene un gran poder, pero la variable es la ignorancia». «