Como si no hubieran pasado casi 20 años de juicios, testimonios, pruebas e investigaciones, la centralidad política de Milei después de las PASO le permitió a su candidata a vice Victoria Villarruel volver a instalar un debate tan falso como antiguo sobre una guerra entre dos demonios y una equidad que no existió entre el aparato represor del Estado y las organizaciones armadas de los años setenta.

Los argumentos son los mismos que utilizó la dictadura para justificar el golpe y la represión: “Todo el pueblo argentino fue agredido por Montoneros y el ERP, organizaciones armadas que actuaron en el ámbito rural y urbano, donde secuestraban, ponían bombas, asesinaban (…). Trataron de imponernos un Estado autoritario, comunista, basado en la tiranía en el negar la esencia del ser humano”, describió Villarruel en el espacio que le cedió la Legislatura porteña para homenajear a las “víctimas del terrorismo”.

A diferencia de los represores, que sostenían haber sido héroes y vencedores de una “guerra antisubversiva”, las organizaciones que pelean por la “memoria completa” ponen el foco en los muertos producto de las organizaciones armadas. Villarruel y el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTyV) que preside reclaman, además, justicia por esos hechos.

Pero la trampa es la misma: crean una falsa igualación entre el accionar de las organizaciones armadas y el terrorismo de Estado que permite justificar el genocidio. Si entre las víctimas de la dictadura había “terroristas”, entonces no eran víctimas y su desaparición o muerte estaría justificada.

“La puesta en escena de esta semana implicó un retroceso de casi 40 años porque el discurso que pone de manifiesto Villarruel es un discurso de la reivindicación de la guerra y de muchos de los significados fuertes que están en el Documento Final de la última dictadura. Es volver a traer a la escena sentidos que ya fueron cuestionados en 1984 a partir de la CONADEP, cuando el discurso de la guerra cede ante el del terrorismo de Estado”, señala en diálogo con Tiempo la socióloga Valentina Salvi, quien estudia desde hace años los espacios que reivindican la dictadura.

“El CELTyV hace 20 años que hace este tipo de charlas en las que le da centralidad a las víctimas de las organizaciones armadas. Es un discurso que estaba en los márgenes e incluso era rechazado por muchos que podrían tener cierta afinidad. La polarización política, la disputa kirchnerismo/antikirchnerismo, reposicionó el campo de la memoria, que finalmente fue atravesado por la grieta. También hay un proceso de reconfiguración de las disputas memoriales donde hay otros actores que fueron activando en estos años, como el periodismo, y generando un cambio en las condiciones en las que se debate”, explica la especialista, quien es investigadora independiente del CONICET e integrante del Núcleo de Estudios sobre la Memoria (IDES).

El giro argumentativo

Para entender el fenómeno de Villarruel hay que volver a la transición democrática y al surgimiento de los discursos de justificación del accionar represivo.

“Cuando empiezan los trabajos de investigación de la CONADEP sale a la escena pública FAMUS (Familiares y Amigos de los Muertos por la Subversión). Si bien buscaba el reconocimiento de las víctimas de la guerrilla, el sustrato último de la argumentación era un reconocimiento de los héroes de la ‘guerra’, de los combatientes de la ‘guerra contra la subversión’, igual que lo hizo la dictadura para justificar el accionar represivo”, destaca Salvi.

FAMUS se desarmó tras los indultos del menemismo pero a fines de los noventas volvió a aparecer el discurso de las víctimas de las organizaciones armadas cuando el Círculo Militar, presidido por el ex jefe del II Cuerpo de Ejército Ramón Díaz Bessone, publicó In Memoriam, que recordaba a los muertos civiles y militares de la “subversión”.

“Ahí los militares hacen un giro y adoptan elementos de la narrativa humanitaria, que es la que se instala con el Nunca Más y con el Juicio de las Juntas, en la que se reconoce la dignidad de las víctimas y el sufrimiento de quienes padecieron la violencia. Los ‘combatientes’ dejan de tener centralidad en el discurso militar y pasan a recordar a las víctimas. Así se fortalece una imagen muy fuerte en la que más que pensar que los militares mataron para defender a la patria de la ‘subversión’, piensan que murieron por defender a la patria de esa ‘subversión’”, detalla Salvi.

Las organizaciones de militares retirados y de familiares que aparecieron tras la reapertura de los juicios, entre esas el CELTyV, tomaron esa narrativa para resistir el proceso de Justicia.

“La narrativa humanitaria, que es la que tiene la capacidad de construir una figura de víctima, obviamente despolitizada, deshistorizada, es una narrativa social de mucha pregnancia. Esos muertos existen y es necesario producir alguna respuesta al respeto porque sino es un flanco que se está dejando ahí para que otros discursos lo tomen”, explica la especialista.

La igualación de las víctimas de las organizaciones armadas y de la dictadura “es la estrategia más o menos exitosa que han tenido frente a imposibilidad de negación de la represión y del terrorismo de Estado”, sostiene Salvi y concluye: “Los juicios muestran algo que es innegable sobre la violación sistemática de los Derechos Humanos. Me parece que el punto es poder diferenciar. No es negar, no es desconocer las acciones de la guerrilla sino poder identificar la diferencia cualitativa entre ambas”. «