Hay fiebre amarilla en la noche de Villa Crespo. Levanta temperatura en la esquina de Corrientes y Dorrego, donde flamean las banderas amarillentas de Gadsden. Llevan tatuadas una serpiente cascabel y la consigna “Dont tread on me” (no me pises). Ícono del libertarismo y el esclavismo yanqui. En la ochava se amuchan los militantes del diputado nacional, economista mediático y aspirante presidente Javier Milei. La ultraderecha cierra la campaña en el Movistar Arena. Se esperan 15 mil seguidores del candidato del raro peinado nuevo. La casta libertaria está de gala para su festín desnudo.

Pines con las caritas de Bolsonaro, Roca, Alberdi y las frases “Qué gobierno de mierda” o “Aplasta la cultura marxista”. “Vendimos bastante. Salen los de Javi y mucho Trump”, cuenta un mercader cerca del Mileimóvil. El bólido duerme la siesta sobre el Parque Los Andes, junto a otros micros que acercaron a las huestes liberales al acto. El muchacho acepta pesos, dólares, transferencias, lo que venga. Libertad de mercado. Otros dealers ofrecen remeras y cuadernos con la cara del líder. La oferta gastronómica en la zona no incluye el chori nacional y popular. Puro pancho.

Foto: Leonardo Spinetti
Foto: Leonardo Spinetti

La fila para entrar al estadio es una larga serpiente emplumada. Repta por Corrientes hasta las fauces del coliseo donde dará su sermón el mesías derechoso. Marco canta en loop que la casta tiene miedo. Es estudiante secundario. “Doy la vida por Argentina y Milei. Tiene la posta, viene del sector privado. Somos muchos los jóvenes que lo admiramos. Si votaran sólo los menores de 40, ganamos en primera vuelta”, arriesga el pibe llegado desde San Miguel. Al despedirse, se ilusiona con una avalancha de votos el próximo domingo: “Si no llega Milei a la Casa Rosada, la única salida para la Argentina será Ezeiza”.

Una gruesa columna de “La Julio Argentino” llega desde la tercera sección del Conurbano Bonaerense. Agitan banderas con el rostro del genocida. Soledad milita en la orga. Es de La Plata: “Roca hizo grande a este país. Nada de matanzas, esas son falacias, cosas que no fueron así”, asegura la blonda muchacha antes de ser devorada por la puerta de acceso.

Foto: Leonardo Spinetti
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Sold out. No cabe un alfiler en el estadio. “Bienvenidos a la jungla”. Suena oportuno el clásico de Guns N’ Roses desde los parlantes. El setlist incluye hits de Divididos, los Stones, Los Violadores -Pil Trafa debe estar revolcándose en su tumba- y el “Ku Klux Klan se llevó a mi chica” de los Ramones. También una versión libertaria del pachanguero “Provocame” de Chayanne que pide dolarizar y votar a Milei.

En primera fila, abrazado a la valla, Francisco aguarda el inicio del show. Tiene 22 pirulos, es de Junín y se gana el pan en una cadena de cines. Vende popcorn. Luce una gorrita trumpista con el slogan “Keep America Great Again”, que compró en un viaje que hizo al gran país del Norte. “Fui al cierre de campaña de Trump, en Miami”. ¿Su sueño americano? No lo duda, una cumbre Trump-Milei en 2024 cuando sean presidentes.

Foto: Leonardo Spinetti
Foto: Leonardo Spinetti

Cerquita de un muchacho disfrazado de león -el traje es digno de un psicodélico trencito de la alegría-, salta Roberto, vecino de Balvanera. Virgen a los 63 en el fango de la militancia de base, subraya que se acercó al ágape “mileisiano” por motu proprio. “Soy jubilado, un ciudadano común que quiere menos Estado, libre tenencia de armas, dejar de alimentar a la casta política. Este sistema tiene que cambiar, o nos quedamos en el pasado”. De la historia Argentina rescata el menemato: “La estabilidad del uno a uno, sin inflación, las privatizaciones, aunque después explotó”. Pero quién le quita la bailado. Roberto hace futurología antes de decir adiós: “Muchos votos, lo importante es meter legisladores, para hacer explotar el sistema desde adentro”.

Edificios implosionando, ensayos de bombas atómicas, boom, cracs. El video se ve en la pantalla del escenario. Pánico, locura, miedo y asco en Villa Crespo. El estadio delira. Pide el recorte del Estado. Un muchacho blande una motosierra de cartón en el campo. Todos unidos, calientan sus gargantas para recibir a la plana mayor de La Libertad Avanza. Entonan su grito de guerra, su palabra fetiche, su mantra eleuteromaníaco: “¡Libertad, libertad, libertad!”.

Foto: Leonardo Spinetti
Foto: Leonardo Spinetti

Nueve y media suben los candidatos. Libertarios, liberales apolillados, negacionistas, detractores del Estado, cosplayers, mediáticos clase B y odiadores de diverso pelaje nutren el parnaso. Desde el margen del tablado, los custodia Karina Milei, “El Jefe”, encargada del armado político y la campaña de su hermano.

Milei llega al escenario a los empujones desde el campo. Suena un shofar y pegadito estalla “Panic Show” de La Renga. El león desata su furia sobre las tablas. Hace su gracia. Sus grupies deliran. Luego ofrece su mejor perfil, el derecho obviamente, para ser retratado por los fotorreporteros y las camaritas de los celulares de los fans directo a Instagram.

Foto: Leonardo Spinetti
Foto: Leonardo Spinetti

Luego toma la palabra, verborrágico como siempre. Primero los saludos de rigor: su hermana, sus hijos de cuatro patas –los perritos Conan, Milton, Murray, Robert y Lucas- y a los que se la siguen jugando por la ultraderecha. Después despotrica contra la casta, los periodistas ensobrados, el populismo, los impuestos y vaya a saber cuántos demonios más. Que se vayan todos. “Tenemos la oportunidad de que ese grito de 2001 se convierta en realidad”, ruge al final. En sintonía, estalla en los parlantes “Se viene” de la Bersuit. Papelitos, banderitas y globos. Un cierre a toda orquesta.

Entonces, los libertarios dejan el estadio en masa. Una serpiente cascabel que repta por la avenida Corrientes, en dirección a la Casa Rosada. Quién sabe si llegarán.