Los integrantes la Comisión Bicameral Permanente de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia respiraron con cierto alivio ante la respuesta del juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla. Uno de ellos había intentado chicanearlo, preguntándole si había constatado que en el Estado norteamericano de Maine funcionan una suerte de agentes inorgánicos de la central de inteligencia estadounidense CIA. El juez les explicó a todos que el objeto de su causa no es constatar si lo que escribió el falso abogado Marcelo D’Alessio en sus informes de inteligencia hallados en sus teléfonos y computadoras es cierto. Lo que trata de determinar es por qué un señor al que ahora nadie admite conocer realizaba espionaje ilegal sobre «objetivos» nacionales e internacionales y luego los utilizaba para causas sensibles en Tribunales con la anuencia (o incluso a pedido) de funcionarios del propio Poder Judicial.

Múltiples elementos encontrados en poder de D’Alessio habían generado preocupación. En la reunión secreta y a puertas cerradas del juez con la Bicameral le preguntaron en un momento por unos datos sensibles sobre la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. Fuentes cercanas al falso abogado aseguran que tiempo atrás estuvo muy cerca de ser funcionario bonaerense en el área de narcotráfico.

De ida y de vuelta, D’Alessio la «caminó», es decir que la investigó, en los términos de la jerga del espionaje. Entre la documentación que se le secuestró en el primer allanamiento a su casa del country Saint Thomas, en la localidad de Canning, aparecieron reportes sobre la vida privada de Vidal y también sobre supuestas cuestiones económicas relacionadas con un grupo de medios de comunicación. Pero también presuntos linkeos con una tarea de inteligencia que tenía como objetivo final al líder sindical Hugo Moyano y a su hijo Pablo.

El juez de Dolores señaló que la Bicameral tiene asignada por ley la tarea de supervisar las actividades de los organismos de inteligencia para evitar que pululen los D’Alessios. Pero puso la lupa desde una altura mayor, porque sería ingenuo creer que D’Alessio se agota en D’Alessio.

Ramos Padilla llevó a la Bicameral información sobre una decena de casos de presunto espionaje ilegal, pero sólo pudo hablar de dos. El intercambio con los legisladores fue respetuoso pero no exento de zancadillas. Le preguntaron mucho sobre cuestiones casi anecdóticas y también sobre la situación del fiscal Carlos Stornelli. Pareció que no había quedado clara la real dimensión de la investigación, que excede largamente a los personajes y a los episodios puntuales.

Ramos Padilla reiteró que no es relevante para la causa si los datos que escribía D’Alessio son ciertos. Está tirando de un hilo para determinar quién es realmente D’Alessio, quiénes requerían sus servicios,  cuántos de los hechos que se le reprochan los realizó por su cuenta y cuántos le fueron encargados por quienes ahora lo desconocen y lo dejaron virtualmente aislado del mundo en la cárcel de Ezeiza.

D’Alessio sólo recibe visitas de sus familiares más cercanos y de su abogado, Claudio Fogar. Está en un sector apartado del Hospital Penitenciario Central (HPC), sin contacto con otros detenidos ni con elementos (por ejemplo un televisor). Su contacto con seres humanos se limita a los carceleros, quienes lo acompañan a todas partes, incluso cuando come o va al baño. Está medicado y ansioso. 

En las últimas horas circuló una información sobre un supuesto mensaje que habría enviado desde la cárcel, a través de otro preso: «La diputada Elisa Carrió mandó a limpiarme». No es real; D’Alessio no dijo eso y tampoco pudo haberlo transmitido a otro preso porque desde que llegó no ha tenido contacto con ninguno. Tampoco está pensando, por ahora, en «arrepentirse», como también circuló por redes sociales.

Quienes sí están más activos en prisión son sus por ahora dos únicos consortes de causa, los excomisarios Ricardo Bogoliuk y Aníbal Degastaldi. Ambos ampliaron su declaración indagatoria el viernes pasado, esta vez personalmente gracias a que el Servicio Penitenciario Federal consiguió combustible y móvil para trasladarlos.

Degastaldi pidió un careo con el exdirectivo de la petrolera venezolana PDVSA en Argentina, Gonzalo Brusa Dovat. «Niego ser o haber sido presentado como colaborador de esta persona, de D’Alessio. También niego haber presenciado una presentación de D’Alessio como que era de la DEA. En ambos casos solicito un careo con la persona que dijo eso», dijo.

Defendidos por el abogado Oscar Moyano, ambos –Degastaldi y Bogoliuk– dictaron su declaración y no respondieron preguntas. El texto fue el mismo en ambos casos: «Resalto la ausencia de elementos componentes de los mensajes, que deberían encontrarse en los mismos, tales como archivos de audios, imagen fija y video, como asimismo sus propiedades características de las cuentas y dispositivos involucrados. Niego y desconozco el supuesto intercambio de archivos digitales de texto, audio y video, como asimismo toda forma de comunicación digital de la que pretenden hacerme partícipe o que atribuyan a mi autoría, y que me pusieron en conocimiento y adjudican a mi persona. Desconozco especialmente la validez y el contenido de la unidad forense, en la cual se reseña la supuesta extracción del contenido atribuido a los dispositivos digitales obrantes en la causa, tal como teléfonos, computadoras y discos y soportes internos y externos, supuestamente adjudicados al Sr. D’Alessio».  «