Sergio Massa llega a los últimos días de la campaña electoral en su mejor momento. Quedó claro cuando presentó sus diez puntos para la unidad nacional en el teatro Gran Rex. Estaba suelto, natural, improvisaba sobre la marcha. Intercaló propuestas con su vida personal. Celebró confluir en el mismo espacio con el premio Nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel, luego de reconocer que «probablemente no habíamos estado de acuerdo políticamente en los últimos 20 años». 

La campaña de Massa ha sido la más profesional de todas. Una vez que logró ordenarse luego de las PASO, fue mejorando cada semana. Pulió los mensajes, las estrategias diversas en redes sociales, actos, entrevistas,  spots.

Javier Milei, por el contrario, perdió el rumbo discursivo luego del acuerdo con Mauricio Macri. Todo el esfuerzo está puesto en visitar el canal de cable La Nación+ y decir que sus definiciones de los últimos dos años fueron mentiras.

La Argentina no ha podido dar a luz una derecha moderna. En la campaña de 2015 parecía que Macri intentaba encarnarla. Su mensaje podría haber sido el de Emmanuel Macron, Ángela Merkel, Jacques Chirac. Una derecha sofisticada, que no renuncia a su espíritu conservador pero que lo impulsa poniendo por delante el consenso político y cultural de su propia sociedad. Juega dentro de esos márgenes. Macri propuso eso como candidato pero no lo cumplió como presidente. Y eso explica en parte por qué no logró su reelección.

Milei es una involución de la derecha argentina. Es un retroceso de medio siglo. Encarna los mismos valores que la última dictadura. El que piensa diferente es una «rata», «enemigo a ser exterminado» y «culpable de todos los males» como si se tratara de un virus.      

Macri terminó apoyando a Milei por múltiples motivos, pero hay uno central: piensa parecido. No actúan del mismo modo. Milei es más honesto intelectualmente y deja brotar su violencia. Macri sonríe en cámara y por lo bajo planea sus interminables venganzas.

Massa terminó siendo en este contexto histórico el líder de la argentina democrática contra la restauración neofascista. Es mucho más que el candidato del peronismo. La extrema derecha, con su fundamentalismo, que la lleva a proponer privatizar el mar, terminó creando enfrente una coalición amplísima. Respaldan a Massa, además del peronismo, la iglesia católica, sectores evangélicos, los clubes de fútbol, las fans de Taylor Swift, gran parte de la dirigencia de la UCR y hasta sectores del PRO y la lista sigue.

Del lado autoritario quedaron Milei, Macri, Héctor Magnetto, La Nación, que fueron aliados de la dictadura. Casi no hay respaldo de organizaciones de la sociedad civil para Milei. ¿Eso quiere decir que tiene la elección perdida? Por supuesto que no. La paridad que muestran las encuestas es la única información válida. Luego puede haber percepciones. Circula en el comando de campaña de UP que hay un voto oculto a favor de Massa. Un análisis similar le acercaron consultores a Macri. Es una zona gris, porque si está oculto no es fácil confirmar su existencia. Se basa en el cruce y la interpretación de algunos datos, casi un pálpito.

En la película francesa Sé digno de ser una madre etíope vive con su hijo de seis años en un campo de refugiados. La historia transcurre en 1984 durante la Operación Moisés, con la que Israel repatrió a miles de judíos de Etiopía. La madre del protagonista no es judía. Le enseña a su hijo las cosas que tiene que decir para poder ser incluido en la repatriación y migrar a Israel. El niño no quiere separarse de la madre. La noche del traslado, la madre lo abraza y le dice al oído: «Sé digno de ser y no vuelvas hasta conseguirlo». Al dirigente político que por un cúmulo de situaciones le tocó liderar la lucha de la argentina democrática contra al fascismo, ahora, a pocas horas del debate presidencial y de empezar los días del sprint final de la campaña, hay que decirle lo mismo.