“Estoy luchando por la verdad, quiero saber qué pasó con mis padres y si tengo o no un hermano”, explica Javier Matías Darroux Mijalchuk en una oficina de la sede de Abuelas de Plaza de Mayo. El hombre de pelo largo y barba es hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, desaparecidos en diciembre de 1977. Es el Nieto 130. Después de anunciar junto a Estela de Calotto y otros nietos que restituyeron su identidad quién era, explica en una entrevista con Tiempo que supo su identidad hace tres años, pero que ahora necesita saber más sobre sus padres porque el expediente judicial está trabado.

“Para mí está muy bien ordenado Memoria, Verdad y Justicia y van en ese orden: la memoria para que esto no se olvide, para después poder reconstruir la verdad  en base a esa memoria, y después, en última instancia la justicia. Hoy yo estoy luchando por la verdad”, insiste Matías, que habla junto a Vanina, que es su pareja y es la mujer que lo impulsó a dar el paso de ir a Abuelas en 2006, cuando comprendió que “la búsqueda es colectiva” y cuando comprendió esa prédica que decía que si naciste entre 1975 y 1982 y tenés dudas vayas a verlas que por esos años se repetía a diario por la radio y la televisión. Ese análisis determinó, diez años después, en 2016 que era hijo de Elena y Juan Manuel.

-Sabés tu identidad hace tres años. ¿Por qué hicieron el anuncio ahora?

-Esto surge hace 15 o 20 días cuando le mandé un audio a Pablo Larchner, que es abogado de Abuelas y que está como querellante en la causa mía en Comodoro Py. Le dije que veía que desde lo legal no avanzaba para ningún lado. Y entonces lo que se me ocurría era escribir mi historia y la de mis padres para difundirla desde las redes sociales o en algún medio, para ver si puedo dar con alguien que pueda echar un poco de luz, de haberlos conocido. Los pares de mis padres son personas de 70 años, más o menos, entonces a cada momento que se pierde se puede perder una persona por cuestiones naturales de longevidad.

-¿La decisión de no sacar a la luz tu identidad es porque no se sabe nada de tus viejos?

-Claro, porque no hay un dictamen de la justicia. Ellos están con una caratula que es desaparición con presunción de fallecimiento, que no es lo mismo que desaparición forzosa. Entonces, en tanto el Estado no considere que tiene las pruebas necesarias para dar un dictamen de que fueron fehacientemente víctimas del terrorismo de Estado, como que no se podía dar reconocimiento como un nieto recuperado. Pero pasado el tiempo se tomó esta decisión de sí dar un reconocimiento institucional para esclarecer un poco.

-¿Que sabes de tus viejos más allá de las anécdotas familiares?

-Prácticamente nada. Es como si hubieran sido dos fantasmas. Son datos aislados, datos contradictorios. Uno de los datos que más fuerza me da de quizá una militancia por parte de mi madre que nadie puede corroborar es que se llamaba Elena y se hacía llamar Alicia. Era una característica muy común en  la militancia de esa época cambiarse los nombres, usar un seudónimo. Por parte de mi padre por ahí es un poco complicado porque tenía instrucción militar, había trabajado en la prefectura, por eso uno espera que el Estado desclasifique archivos, que la Marina de información y pasa como con los familiares del ARA San Juan, no te dicen nada. Y vos lo que querés es saber la verdad de lo que les pasó. Algún compañero que haya sido de estudio o de trabajo de mi papá, que aunque no se anime a ir a la justicia, aunque sea a mi me ayude a reconstruir la verdad.

-¿Con qué familia te encontraste?

-Todos son más chicos. Ese es el tema. Mi tío Roberto es 10 años más chicos que mi mamá, su hermana. Mi tíos Roberto, León y un primo Domingo, todos 10 o 15 años más chicos que mi papá. No he podido dar con nadie par en la edad de ellos  o mayor, estamos hablando de personas de más de setenta años que puedan acercarme a la verdad y eso es lo que a mi me lleva a buscar de una manera a través de la difusión pública de encontrar a alguien. No es una necesidad de reconocimiento ni de ninguna otra cosa que pase nada más que la verdad: quiero saber la verdad de lo que pasó con mis padres y si tengo un hermano vivo.

-¿Cómo sabes que a tu mamá le decían Alicia?

Me lo contaron mis tíos, lo vi en algún diario que ella escribía, en alguna carta. Algún conocido de ella, no se si del secundario o de la universidad, creían que se llamaba Alicia, porque ella tenía en alguna libreta anotado Elena Alicia, y ellos pensaron que era su segundo nombre y a ella le gustaba usarlo, pero no era así.

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(Foto: pedro perez)

“Los genes no son joda”, dice Matías para explicar que la duda siempre estuvo presente en su vida. Recuerda que cuando discutía con su abuelo materno –de una familia que define como pequeño burguesa en la que se crió con un espíritu socialista y de izquierda- el padre de familia cerraba esas batallas discursivas con una frase: “Querido, son los genes”. La duda siempre estuvo presente en su hogar, donde nunca le negaron lo que sabían: que lo habían encontrado abandonado en la calle y lo habían adoptado tras pasar brevemente por Casa Cuna, a los 4 meses. La familia que lo crió siempre lo acompañó en su búsqueda.

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-Uno de tus primos de crianza recién cuando le preguntaron si ellos también dudaban si eras hijo de desaparecidos dijo: “se caía de maduro”. ¿La duda estuvo siempre?

-Era una duda cargada de certezas. Cuando en 2006 me presente voluntariamente y el análisis da negativo yo no lo podía creer. No podía ser. Nos explicaron que el banco no estaba completo y era así: faltaba el ADN por parte de mi familia paterna que se consiguió después y por eso en 2016 yo me entero que da el 99.99%. Pero había rasgos de mi personalidad y de las decisiones que tomé en mi vida, algo que a los 15 o 16 se puede empezar a notar, pero que cuando tenés 30 años y ya con una historia de vida y la gente te conoce, sabe cómo te comportas, de los pensamientos sociales que tenés, políticos… bueno como que estaban más alineado hacia un lado que hacia donde me habían criado. Y es muy fuerte la influencia de la crianza pero prima la genética.

-¿Que te contó tu familia de crianza?

-Que era adoptado. Que me encontraron de muy chico, abandonado a tres cuadras de la Esma, en la calle Ramallo. Lo que relata la mujer que supuestamente me encuentra cuando me lleva a una comisaría de Nuñez, dice que estaba en un bebesit, que era algo raro para la época y después cuando conozco a mi tío biológico me cuenta que mi mama me llevaba en un Moisés. No puedo dar veracidad al relato de esta mujer, si realmente me encontró o si fue parte involucrada en la desaparición de mis padres y le dijeron que llevara el bebé a la comisaría y contara esa historia. Creo qué pasé muy brevemente por el Hospital de Niños, de ahí fui a la Casa Cuna y al otro día -eso es algo que hablando con Estela me dice que por ahí no se respetaron los tiempos que se debían respetar- ya estaba en tenencia, en guarda, con mi familia de crianza. Yo tenía 4 casi 5 meses.

-¿Fuiste cercano a la búsqueda de Abuelas? ¿Las conocías?

-Sabía de la historia pero sin profundizar demasiado en los casos particulares. Digamos que yo soy de una generación que nos criamos con padres que fueron los que no murieron y generaron una ideología del no te metas, que es lo que querían los militares: una población fácil de manejar, que no se involucre y no participe. Yo fui adolescente en la década de los ‘90 con el menemismo, en Capital Federal, en esa ilusión del uno a uno. Yo viví más una militancia del rock que una militancia política. Fui a ver bandas internacionales a Vélez, a River, seguía Los Redondos, no había un compromiso político ni social, que a los 30 años empecé a entender. Y en gran medida creo que es uno de los grandes aciertos que le debemos a toda la década del kirchnerismo: se volvió a hablar de política. Puede haber generado la grieta con unos de un lado y otros del otro en una familia, pero se volvió a hablar de política. Cuando yo era adolescente no se hablaba de política, y eran muy pocos mis pares que militaban, que estaban comprometidos con alguna acción social… estábamos todos muy en la nube del todo por dos pesos.

-¿Cuándo se abrió ese umbral que te llevo a preguntarte por tu identidad y qué fue lo que ocurrió?

-La insistencia de personas que aprecio, valoro y respeto y que a través de esa insistencia me llevaron a la reflexión, a pensar que no podés ser tan egoísta. Si lo tenés resuelto, crees que no te va a cambiar nada saber o no saber porque consideras que te diste a vos mismo esa respuesta. Eso es algo característico de mi personalidad. Recién a esa edad (los 30 años) pude dejar de mirarme el ombligo y pensar en el otro: si hay un otro que está sufriendo, que está angustiado, que te está buscando hace tanto tiempo, vos tenes que ir a hacerte un pinchazo en el dedo y no lo haces ¿porqué? ¿Porque sos tonto, sos rebelde, sos malo? Y bueno, fui y lo hice.

-Diste un paso y te encontraste con tu familia. ¿Qué le dirías a los que tienen dudas?

-Que tengan conciencia social. Que dejen de mirarse el ombligo, que es muy característico de los argentinos y en especial de los porteños. Pensar en el otro. No quiero hacer política, pero creo que hay una frase que lo define muy bien y que es “la patria es el otro”. Pensá en el otro. Es una construcción, una búsqueda colectiva no individual. Después, dentro de esa búsqueda colectiva hay pequeñas causas que son individuales, pero la búsqueda es colectiva porque es parte de la historia, de la genética de nuestra Nación, de nuestra identidad como Argentinos.