Como hace cuatro años, Axel Kicillof y Verónica Magario, recién proclamados gobernador y vicegobernadora de la provincia de Buenos Aires por la Asamblea Legislativa, cruzaron caminando la Plaza San Martín, en La Plata, para hablarle a una multitud que colmaba el lugar. Con el bastón de mando de su segundo mandato en mano, se sacó selfies y saludó a mujeres, hombres y niños que se agolparon contra las rejas del vallado para abrazarlo. Tardaron cerca de veinte minutos en atravesar la plaza separa la Legislatura bonaerense de la Casa de Gobierno donde estaba instalado el escenario. Desde allí reivindicó lo hecho en cuatro años, al Estado presente, planteó al peronismo como alternativa al gobierno nacional y reivindicó la organización y la solidaridad: “En estos tiempo que se vienen no saben cómo me alegra ver a un pueblo que defiende lo que es suyo y lo hace con amor, con orgullo, en la calle”, dijo. Aplausos, bombos y redoblantes.

La plaza ubicada en el corazón de la capital bonaerense comenzó a poblarse desde temprano. Cuando cayó la noche estaba colmada. Axel Kicillof habló para esos militantes de organizaciones políticas, de movimientos sociales, de centros barriales, de gremios y organizaciones estudiantiles, pero también para los adherentes que fueron sueltos.

Las banderas mostraban procedencias diferentes como Moreno, Florencio Varela o Ezeiza, pero el grueso de la gente provino de la región Capital (La Plata, Berisso y Ensenada), donde por primera vez en mucho tiempo los tres distritos tienen el mismo color político que la provincia.

“Estamos desde temprano para acompañar a Axel”, dijo Marta aferrada a la valla amarilla de donde no se movió hasta que logró sacarse una selfie con el gobernador. Cuando consiguió la selfie menguó la defensa de su puesto, y se dispuso a escucharlo. Estaba en la plaza con su hija y su nieta. Llegaron desde Berisso y volvieron en la misma línea de colectivo. Estuvieron toda la tarde a la sombra de una enorme bandera de una agrupación peronista, pero ellas no eran de ese grupo, ellas fueron solas para saludar al gobernador. “Porque lo amo y lo bancamos por todo lo que hizo”, dijo. 

En el escenario que daba la espalda a la Casa de Gobierno, Kicillof habló durante 15 minutos y se refirió con cautela al gobierno nacional porque, explicó, “todavía no se conocieron las primeras medidas de gobierno”. Pero aseguró que será respetuoso: “Respetamos la voluntad popular y la legitimidad indudable (del gobierno nacional) porque el peronismo es siempre democrático”.

En ese sentido, remarcó el rol del peronismo como la alternativa real al gobierno nacional en ciernes. “Hay un gobierno nacional distinto pero no hay un único pensamiento. No es verdad que no hay alternativa, siempre hay alternativa y en este caso la alternativa es clara y es el peronismo”, dijo. Y advirtió que a los que “fantasean con que el peronismo está enterrado hay que recordarles que un 45 por ciento lo eligió”. 

Al asumir su primer mandato, Kicillof y Magario cruzaron la plaza a las 13.30 del mediodía. Hacía entonces un calor sofocante. Este lunes, a las 20 horas, el clima estuvo más benévolo, y al igual que hace cuatro años, hubo mucha gente. 

Y con la gente, la plaza San Martín se colmó también de banderas de organizaciones. Muchas banderas. Y la organización colectiva fue uno de los ejes del discurso que el gobernador dio en la plaza: “No creemos que con egoísmo se vaya a salvar nadie”, dijo. Y aseguró estar orgulloso de que el Estado sostenga y de oportunidades a los que de otra manera no podrían hacerlo. “Entendemos que la sociedad es colectiva y que el ladrillo que la une es la solidaridad”, dijo.

El cierre del discurso fue una especie de respuesta. “Viva la justicia social, carajo”, gritó Kicillof desde el escenario con la mano en alto y los dedos en “V”. En los parlantes explotaron los acordes de Donde las águilas se atreven, el tema de Attaque 77 que en su estribillo dice: “Podrán pasar mil años, veras muchos caer, pero si nos juntamos no nos van a detener”.