Cecilia Bernasconi, guitarrista, cantante y compositora, cerró un año de gran actividad en el que llevó a cabo presentaciones en diversos espacios culturales de todo el país, dictó talleres y cursos y volvió a participar en su doble rol de cantante y actriz en la reposición de la cantata La tierra de los nombres junto con Rolando De Marco (autor de la obra). Para cerrar 2023, acaba de publicar en las plataformas digitales un EP junto con el pianista Javier Albín.

Su espíritu permanentemente inquieto la motivó para encarar este 2024 con un nuevo desafío. Con la sola compañía de su guitarra se aventura a recorrer las provincias hasta el 29 de enero con su “Proyecto Ruta 40” para ofrecer sus canciones a los públicos de las localidades que el camino toca en su recorrido.

Bernasconi dialoga con Tiempo,  hace un balance del año que concluyó y habla acerca de las motivaciones que la llevan a subirse a su auto y ofrecer sus canciones a los públicos de diversas regiones de nuestro territorio.

– ¿Cómo surgió la idea de publicar en las plataformas estos temas que grabaste con Albín?

– Javier es un pianista al que conozco hace más de 20 años y llevamos adelante proyectos en momentos dispares, ya que nunca le dimos una continuidad. Pero siempre volvemos a reunirnos y a tocar juntos. En esta última oportunidad abordamos un repertorio de canciones con las que encontramos un diálogo y una manera de trabajar diferentes. Así que decidimos plasmar algo de ese trabajo y en principio registrarlo en videos. Esa era la idea principal y, ya que el audio quedó lindo, decidimos que también saliera como EP dentro de estas nuevas formas de difusión. Es una manera diferente de compartir el trabajo.

– Paralelamente volviste a actuar en La tierra de los nombres. ¿Cómo te sentís asumiendo un rol de actriz y qué rescatás de esta experiencia?

De la obra rescato el gran aprendizaje y el enorme disfrute de todo lo que tiene que ver con lo escénico. Las canciones que escribió Rolando para ella son hermosas y la obra también lo es. Elaborar personajes y meterse a la escena no como uno mismo, sino como un personaje también fue una gran enseñanza. Cuando una está arriba del escenario como música representa un personaje, en cierto modo. Pero el teatro tiene una especie de magia que es diferente y sagrada.

– ¿La obra tendrá también una edición discográfica?

– Así es. Ya terminé de grabar las voces, tengo entendido que ya se terminó de grabar todo el material y ahora está en el proceso de edición y producción. Es interesante porque es trasladar el dramatismo de lo escénico a un ámbito en el que solamente están la música y las canciones. Creo que va a funcionar porque es como si fuera una ópera. Si bien es la misma obra, escucharla sin lo escénico será otro tipo experiencia.

– ¿Cómo se te ocurrió “Proyecto Ruta 40”?

La idea surgió de varias cosas a la vez. Yo volví a estudiar en el conservatorio después de 15 años. Ahora lo hice para estudiar Dirección Coral y una de las materias que cursé fue Diseño y gestión de proyectos culturales. El trabajo troncal de la materia fue elaborar un proyecto y así es como surgió esta idea de recorrer la Ruta 40 sola con mi guitarra y mi auto. Si bien no hace mucho que manejo unir la ruta y la guitarra se fue transformando en un deseo muy fuerte. Ya tengo varios lugares confirmados y otros en donde hay amigos con quienes compartir espacios. Con la cantata de Rolando hicimos varias giras por Rosario, Córdoba, Salta y Jujuy. De esas actuaciones me quedaron contactos de lugares para volver a tocar. En el verano pasado estuve en La Rioja y San Juan y me parecieron lugares hermosos y me dieron ganas de recorrer toda la Ruta 40. De todas estas cosas que te acabo de mencionar surgió este proyecto que estoy organizando hace bastante tiempo. Pero estoy obligada a adaptar algunas situaciones porque, por supuesto, estamos en el medio de un aumento brutal de la nafta. De todos modos creo que va a ser una experiencia muy linda y gratificante.

– ¿El viaje lo vas a encarar totalmente sola?

– La primera parte la hago con Cintia Baudino, una amiga guitarrista que va a abrir algunos de mis conciertos. Voy a compartir una fecha en Traslasierra con Enrico Barbizi, que es un músico cordobés y en Merlo, San Luis, tendré como invitada a Flor Giammarche, que es una colega cantautora de Buenos Aires. En otro espacio estaré como invitada de Guada Gómez, una cantautora cordobesa que está haciendo cosas hermosas y hay otras fechas más que se irán ajustando a medida que recorra el camino.

– ¿Cómo es organizar semejante aventura?

– Mi recorrido por San Luis y por Mendoza me está ayudando a organizarlo Martín Montero, un amigo gestor cultural que forma parte del movimiento de músicos independientes de Mendoza. Lo conocí en Jujuy cuando fuimos con Rolando con la cantata. Ahí hicimos unas funciones en un centro cultural precioso de Juan Cruz Torres, el hijo de Jaime. En donde surja la posibilidad, además de los conciertos brindaré algún taller de canto.

– ¿También contarás con el apoyo de las diferentes agrupaciones de músicos independientes de las provincias que recorrerás?

– Sí, de hecho parte de la investigación que hice para este proyecto fue relevar el nivel de actividad que había en otras provincias. El Instituto Nacional de la Música (INAMU) también tiene una base de datos sobre la participación de músicos y músicas y de espacios qué hay en el país.

– ¿Y qué te motiva recorrer los caminos como si se tratara de protagonizar una “road movie” musical?

– Me gusta lo de “road movie”… Esta movida que estoy haciendo me toma en un momento muy particular, porque la hago ahora que tengo 40 años. Y esto hace que le dé un valor diferente. Yo había estudiado en el conservatorio guitarra clásica, aprendí muchísimo y después me dediqué más al canto y no terminé la carrera. Ahora estoy estudiando dirección coral, y siento que me aporta muchas cosas a lo que estoy haciendo. Estoy creando desde otro lugar y teniendo experiencias enriquecedoras. Y en todos los casos lo hice y lo hago en instituciones públicas, lo cual tiene un valor fundamental en nuestra sociedad. Por eso es que hay que defender la educación pública, porque es de gran calidad y está al acceso de todos. También hice la materia Introducción a la musicoterapia y armamos una banda con la cual fuimos a tocar al Hospital de Clínicas, y fue algo muy enriquecedor, porque es necesario tener en claro que el rol del músico es muy amplio y hay muchas maneras también de devolver a la sociedad lo que recibimos. Además, el país no termina en la General Paz. Hay necesidad de intercambio cultural en todo nuestro territorio.

Foto: Gentileza Prensa

– Desde el comienzo de tu carrera fuiste deconstruyendo tu música y fuiste pasando de tocar con una banda a hacerlo con formatos más pequeños. ¿Qué es lo que encontrás en este tipo de austeridad instrumental?

Este formato minimalista de presentarme solo con mi guitarra y mi voz lo estoy disfrutando cada vez más. Tiene que ver con la búsqueda de sutilezas porque reducir los elementos con los que trabajo me obliga a explorar más los matices que se pueden conseguir. Recién estaba estudiando un tema mío, que se llama “Dos o tres palabras”, que es la canción que abre Fulgor, mi primer disco de 2013, y que había dejado de tocar hace tiempo ya que lo hacía con la banda y me resultaba incómodo abordarlo solo con la guitarra. Pero de repente descubrí algo distinto y le encontré la vuelta. Y me sorprendí porque le di nueva vida a una canción que había dejado en el recuerdo. Además, la relación con la guitarra es muy íntima porque se la abraza y parte del placer que sentimos al tocar es la vibración que le devuelve a la panza, a los brazos, a todas las partes del cuerpo que están en contacto con el instrumento. El desafío está en poder plasmar esa intimidad en una grabación o en el escenario y poder transmitirlo a un semejante.