Quienes aún no tengan el placer de haber descubierto a Benito González pueden buscar en YouTube el video de Flatbush Avenue!, del Benito González Quartet feat. Gary Thomas, el inmejorable botón de muestra sobre el talento y las cualidades interpretativas de este venezolano oriundo de Maracaibo que seguro los convence. Quienes ya lo conocen, pueden ir sacando su entrada para el próximo viernes 12 y sábado 13 en Bebop, donde González tocará junto a su amigo Mariano Loiacono en trompeta, Sebastián Loiacono en saxo tenor, Jerónimo Carmona en contrabajo y Juan Chiavasa en batería en el marco del 2° festival Summertime.

“Se metió la pandemia y atrasó un poco las cosas”, explica los motivos de por qué no volvió luego de su exitosa presentación en 2018, y ahora lo hace para un show que tendrá como eje su granálbum Sing To The World (2021). “Hay diferentes formaciones en ese disco, pero para este concierto vamos a tener quinteto -precisa-. Es el show que estuve haciendo en los últimos dos años.” El quinteto estará volcado a “cosas de McCoy” (Turner, el músico con el que se consagró), en un espectáculo que, promete, será “bastante variado”.

González lleva con la música “desde los tres, cuatro años”, asegura. “Mis padres no eran músicos profesionales, pero vengo de un pueblo que se llama Maracaibo donde todo el mundo hace algo muy, muy, musical y yo tocaba la batería.” Parece sorprendido de que el periodista se asombre que tocara la batería de tan chico: “Eso viene de la familia de mi papá, ellos tenían Iglesias y lo musical eran tambores afrovenezolanos. Entonces aprendí a tocar esos ritmos desde muy niño, de tanto ver”. Cuando tuvo más conciencia de la realidad, con sus tíos fue aprendiendo secretos de distinto tipo y sofisticación, que incluyeron el aprendizaje de guitarra y órgano. “El órgano lo toqué como cuatro años, todo eso antes de tocar el piano, que fue el último instrumento.” Quién lo diría.

González se inició en la música en Maracaibo, su ciudad natal. De joven se mudó a Nuevo York, donde despegó su carrera.

Los especialistas y críticos remarcan el gran trabajo de la rítmica que González hace desde su piano en diálogos atrapantes con la batería, algo con lo que coincide. “En mi estilo, la batería tiene un rol específico, y eso uno lo desarrolla con los años de hacer distintos trabajos musicales, con distintos artistas que tienen un sonido. De tanto tocar y hacer esos estilos, cuando uno se sienta a escribir música o se pone a tocar, salen como naturalmente.”

Luego de esa infancia y adolescencia que se presume feliz, González emigró a los Estados Unidos, específicamente a Washington DC; Nueva York llegaría años después. En Caracas, en el todavía hoy vigente club de jazz Juan Sebastián Bar, donde el músico tocaba periódicamente. Una noche conoció al cónsul cultural de Estados Unidos, que estaba produciendo un disco para un percusionista africano, quien a su vez tocaba con Jackie McLean. “Él llamó a McLean por teléfono y le dijo que había un pianista en Venezuela que tenía que escuchar. ‘Cuando esté en Estados Unidos que se comunique conmigo’, respondió Jackie.” La puerta ya estaba abierta, sólo había que entrar. Y entró. Los años y un talento creciente lo llevaron a tocar y grabar con Bobby Hutcherson, Dave Liebman, Gary Bartz, Curtis Fuller, Al Foster, Lenny White, Billy Hart, Buster Williams, Jeff «Tain» Watts, Ron Blake, Steve Turre, entre otros.

Casi suelta una carcajada cuando se le pregunta si todavía se pone un poquito nervioso antes de salir al escenario. “Más que nervios son ansias de compartir la música -dice gustoso de la reflexión a la que se lo invita-. Creo que todos los artistas tienen algo de nervios cuando hay que subir al escenario; es un nervio muy sano -ríe-, no es que uno se vaya a poner tan nervioso que no pueda tocar. Pero ansiedad de tocar y de regalarle la música a la gente, ¿no?, porque al final nosotros tocamos para la gente.” Y no hay pose en González.

Cree que los músicos son mensajeros, que tienen el “don de usar la música como un instrumento de unir personas, en vez de separarlas: las religiones separan a la gente, la música las une”. Y refuerza: “Es la mejor herramienta que podemos usar para unir culturas. Así no hablemos el mismo idioma, usamos la música para unirnos y todos estar en un solo enfoque”. Y sin que nadie lo interrumpa o algo afecte la línea telefónica, vuelve a la pregunta original sin escala y recurre a algunas de sus experiencias: “Siempre pasa. Recuerda que “siempre había un poco de nerviosismo” cuando tocaba con Kenny Garret, y que le ocurrió hasta en la última etapa que compartió con el gran Pharoah Sanders. “Pero era sano. Cuando uno empieza a tocar y se mete dentro de la música pasa rápido.”

Y para que eso suceda, para que los nervios pasen rápido y la música brille, González como tantos otros de su estirpe y experiencia, tienen el oficio construido a lo largo de los años. “Uno ya más o menos tiene una estructura de lo que funciona para el público.” Un público que cambia según su geografía. Por eso -entre otras variables, claro- cuenta: “Lo que funciona en Europa no funciona en Latinoamérica y hay que hacer algunos cambios pequeños, no es que vaya a cambiar el show completamente”. Pero como en todo arte que exige un escenario, incluidos los eventos deportivos, ahí cada uno sabe qué hacer y cómo.

“Es cuestión de ejecutar o no ejecutar la música. Y el público también tiene experiencia, tiene idea y espera escuchar ciertos sonidos. Es cuestión de cómo presentarle lo que ellos ya conocen de uno: si lo vas a hacer de inmediato, agresivamente, si lo haces con cosas nuevas. Porque yo sé que ellos están esperando de mí que toque las cosas que de McCoy, porque a mí me conocen por eso. No es que pensamos que el público ya está, ya lo tenemos, sino cómo presentar el show para que el público más o menos obtenga lo que vienen a ver: ellos más o menos conocen lo que van a escuchar, pero dónde le vas a dar el plato fuerte y cómo desarrollar el show, eso es sorpresa. Por eso en Buenos Aires voy a hacer cosas distintas.”


Benito González Quintet

Benito González, Mariano Loiacono, Sebastian Loiacono, Jeronimo Carmona, Juan Chiavasa. Viernes 12 y sábado 13 a la 20 puntual (puerta a las 19) y 22:45 en Bebop Club, Uriarte 1658.