Royal Dutch Shell deberá reducir un 45% sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) para fines de 2030, en comparación con los niveles de 2019, año en que Amigos de la Tierra, Greenpeace, otras cinco organizaciones y más de 17 mil personas de Países Bajos presentaron la demanda ante un tribunal de La Haya. Esta sentencia histórica con perspectiva climática contra una transnacional no tiene precedentes y podría no ser la última.

Amigos de la Tierra avizora una ola de juicios contra otras corporaciones. Su director, Donald Pols, aseguró que “Shell está provocando un cambio climático peligroso y debe detener su comportamiento destructivo ahora”. El abogado de la organización, Roger Cox, habló de “un punto de inflexión”: por primera vez la Justicia ordena a una gran empresa que cumpla el Acuerdo de París. Shell anunció que apelará el “decepcionante fallo” y prometió “cero emisiones netas” para 2050, aunque su compromiso previo era reducir apenas un 20% para 2030.

Consultado por Tiempo, Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor senior de Política Climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), enmarcó el fallo en una ola de litigios climáticos que hasta ahora solo apuntaban a Estados como Países Bajos y Alemania. “Muchas empresas petroleras y de hidrocarburos han presentado planes de clima, reducción de emisiones y compensación, pero nunca han sido suficientes –afirma–. Y esto marca la diferencia: acá no se están pidiendo compensaciones ni modificaciones, sino que cambie el rumbo, todo lo que es su esquema de negocio”.

Las consecuencias de la crisis climática fueron expuestas ampliamente por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, la base científica del Acuerdo de París. Se habla de desaparición de ecosistemas, inseguridad alimentaria y mayor frecuencia de fenómenos extremos como sequías, lluvias intensas, olas de calor, huracanes y tormentas tropicales, que traerán incendios, inundaciones, más pobreza y pérdida de biodiversidad.

La petrolera atribuye nula jerarquía a la transición energética: en 2016 una ONG propuso canjear acciones en petróleo y gas por energía sustentable, pero la junta boicoteó el intento y lo definió como “estratégica y comercialmente imprudente”. Dos años más tarde, Shell declaró que la transición energética no podía resolverse en tribunales y acusó a Amigos de la Tierra de no ser “constructivos”. A más de un siglo de iniciadas sus operaciones, para la multinacional de origen anglo-neerlandés, la transición depende de nuevas leyes y el esfuerzo de toda la sociedad.

Shell llegó al extremo de sostener que bajar emisiones es contraproducente, ya que ese espacio lo ocupará una de sus competidoras, y aunque pretendió usar a su favor la incertidumbre sobre la fisonomía concreta de los futuros escenarios climáticos, el tribunal no dudó del aporte de Shell a una crisis con “consecuencias graves e irreversibles”.

Los grandes contaminadores

Científicos comprometidos y miles de personas reunidas en enormes movilizaciones acusaron a las petroleras mucho antes que cualquier tribunal. La conciencia sobre la emergencia climática creció, al igual que la escala de la amenaza: según el IPCC, el calentamiento global de 1,5°C, el punto de no retorno que buscan impedir, podría darse entre 2030 y 2052. A este ritmo, el incumplido Acuerdo de París ya no sería suficiente: el calentamiento rondaría los 2,6°-3,1°C para 2100.

Sara Shaw, de Amigos de la Tierra Internacional, espera que “este veredicto desencadene una ola de litigios climáticos contra los grandes contaminadores que los obligue a dejar de extraer y quemar combustibles fósiles”. Lo considera “una victoria para las comunidades del sur global que ahora enfrentan impactos climáticos devastadores”. Aunque la reducción impuesta a Shell le parece “muy insuficiente”, la activista Greta Thunberg cree que “podría tener un gran efecto de bola de nieve” en naciones petroleras como Estados Unidos, Arabia Saudita, Catar, Canadá, Gran Bretaña y Noruega.

Más de la mitad de todas las emisiones de gases de efecto invernadero registradas desde 1988 se atribuye a 25 empresas en todo el mundo. Por eso para Konstantinidis, más allá de lo resuelto frente a Shell, “es necesario apuntar a más empresas, sectores y cambios productivos”.

Aunque desearía que el fallo impacte en Argentina, el especialista de FARN considera que eso dependerá de la reacción de los mercados: “Muchas de estas empresas van a sufrir pérdidas. YPF, por ejemplo, cotiza en la Bolsa y ha ido perdiendo mucho valor en el mercado internacional. Eso también da cuenta de la falta de inversiones y el poco avance que tiene Vaca Muerta”. «

Corporaciones y la justicia climática

El fallo también hace responsable a Shell por las emisiones de proveedores y clientes.

Por su peso en un grupo de más de mil compañías en 160 países, si lo acata impactaría en el conjunto.

En enero, Shell fue condenada a compensar económicamente a granjeros por derrames en dos aldeas de Nigeria entre 2004 y 2005. Gracias a la petrolera, el delta del río Níger es uno de los lugares más contaminados del planeta.

Aunque se jacta de haber invertido miles de millones de dólares en energía «baja en carbono» y energías renovables, es una de las 35 empresas más contaminantes: emite un 9% más que todos los holandeses en el mundo.

El fallo se conoció el mismo día que los inversores de Chevron le exigieron que recorte emisiones y un accionista minoritario de Exxon logró dos asientos en el Consejo de Administración tras reclamar un plan contra el calentamiento global.