Quien alguna vez pasó por una internación hospitalaria sabe lo largos que son los días allí. Lo disociado que parece ese mundo con respecto al afuera, que sigue girando como si nada. Y todo eso se potencia si la internación es en pediatría. Pero un pequeño gesto puede marcar la diferencia en esas rutinas grises. Una carta, por ejemplo. O muchas. Que alienten, acompañen, propongan. De eso se trata Cartas para Sanar, un proyecto para que chicas y chicos internados en el Hospital de Luján reciban correos manuscritos de otros chicos y chicas, para darles fuerza para recuperarse o esperarlos tras el alta para jugar.

La propuesta surgió de la Biblioteca Popular Mónica Mignone, que funciona en la Casa de la Juventud del Municipio de Luján. La bibliotecaria social Clara Aguirre y la escritora Adriana Ferrari pusieron en marcha la iniciativa como proyecto para fomentar la lectura y la escritura, pero también la empatía y la solidaridad. Un buzón decorado por una docente de plástica se instaló en el área de Pediatría del hospital bonaerense Nuestra Señora de Luján, y las cartas se empezaron a escribir. Ya llegaron a destino varias decenas, y hay otras 150 listas para entregar.

Juego de cartas

Foto: Gentileza Clara Aguirre y Adriana Ferrari

“La idea nació para promocionar la lectura y la escritura no sólo dentro de la biblioteca sino hacia fuera. Y poder tener un mayor acercamiento con jóvenes. Desde mi experiencia en promoción de la lectura, generar un objetivo siempre es muy válido ante jóvenes. Propuestas que tengan un marco solidario, que generen empatía. Vengo trabajando en diferentes escuelas de esta manera y eso genera que chicos y chicos no vean la lectura y escritura como obligación, sino que les genere un fin”, dice Aguirre.

Ese fin motivó que se sumaran a la movida tres escuelas primarias y dos secundarias de Luján. Y a medida que las Cartas para Sanar comenzaron a circular, la propuesta traspasó los límites del distrito. Llegaron cartas hasta de Córdoba para nenes y nenas que pasan sus días en el área pediátrica del hospital lujanense.

Llegó el correo

“Yo sé lo que es estar internada. Y es horrible”, describió Jéssica, de primer año de la Escuela Secundaria 3 de Open Door. Por eso decidió participar de la propuesta y se puso a escribir. “Siento que, cuando lean mi carta, se van a sentir bien. No pensé mucho en qué poner, me salió de una. Espero que les haya gustado”, deseó.

“Hace muy poco me quebré el tobillo y estuve en cama un mes y medio. Por suerte mis amigos también pensaron en mí y me escribieron. Eso me hizo feliz. Por eso me sentí contento de escribir cartas para un niño o niña que la está pasando mal”, contó Gonzalo, alumno de la misma escuela.

Foto: Gentileza Clara Aguirre y Adriana Ferrari

“Desde el principio me pareció muy buena propuesta. Escribiendo varias cartas sentí algo muy difícil de explicar, sentí que iba sanando ciertas cosas que a veces no podemos decir verbalmente. Sentí que le daba (a quien la reciba) fuerzas para seguir, y a la vez yo iba sanando”, puso en palabras una alumna de tercer año de la Secundaria 2 de Pueblo Nuevo.

“Soy Pablo, me gusta el fútbol. Que te mejores y cuando salgas nos conozcamos”, invitó un nene. Y otro contó que alguna vez estuvo internado en ese hospital y compartió un consejo a quien leyera su carta: “No pidas fideos”.

Hubo quienes añadieron a sus cartas cuentos, dibujos y figuras de origami. “No pensé que iba a tener tanta repercusión con adolescentes, pero sí. Porque toca el corazón. Es algo bien sencillo y es muy valioso que te llegue una carta cuando estás en el hospital”, destaca Aguirre. “Es algo vinculado a la escritura y a poder sanar desde la escritura, como aconsejan tantas personas: poder volcar todo lo que uno siente en el papel”.

Facilitar encuentros

“Este año hice una capacitación con la Biblioteca de Maestras y Maestros sobre el Arte-Correo y un poco la idea es tomada de ahí. Hubo un movimiento de artistas que enviaban cartas y en esas cartas enviaban sus producciones artísticas manifestando que el arte no era un comercio y en las postales diseñadas por ellos y ellas se enviaban mensajes, en épocas de dictadura o donde no había otra manera de comunicarse. Auné todo eso y propusimos esto que empezó a difundirse y se sumaron escuelas y lo están tomando varias docentes de Literatura y Construcción de Ciudadanía”, relata Aguirre.

“La carta es un acto que se ha dejado de hacer. No es lo mismo que el mail. Estás pensando en ese otro, en qué le querés decir para que mejore. Y toda la impronta de lo que significa llevar una carta a un niño que está internado. La alegría, el hecho de que otra persona esté pensando en vos. Fue muy bueno el impacto”, describe Ferrari. Y propone “rescatar esto de la comunicación, cuando es más fácil darle un celular a un chico y reducirlo con pantallas. Cuando llevamos las cartas, sacamos lápices y papeles y enseguida quienes las recibían querían contestar. La idea es que haya un ida y vuelta”.

Cartas para sanar
Foto: Gentileza Clara Aguirre y Adriana Ferrari

“Poner el cuerpo es doloroso. Nosotras también sanamos”, celebra Ferrari. A los 64 años, está en tratamiento para completar la recuperación de un cáncer de pulmón. Conoce el sentir de estar hospitalizada e invita a replicar Cartas para Sanar: “Es interesante para aplicarlo. No necesitás dinero, solo ser facilitadora de estos encuentros entre chicos”.

Además de ser una de las impulsoras de Cartas para Sanar, Ferrari es una de las conductoras del programa Los Libros de la Buena Memoria, por la Radio Pública de Luján. Y la memoria atraviesa la propuesta también por el nombre que lleva la Biblioteca Popular donde se gestó: Mónica Mignone, en homenaje a la joven lujanense militante de la Juventud Peronista y el Movimiento Villero Peronista secuestrada en mayo de 1976 por la dictadura cívico-militar. Tenía 24 años y continúa desaparecida.

Su mamá, Chela Sosa, fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Su papá, Emilio Mignone, fue el fundador y primer presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Su familia nunca dejó de buscarla y reclamar justicia. En su corta vida, Mónica se dedicó a la educación para adultos, trabajó como psicopedagoga en el Hospital Piñero y en la Universidad Nacional de Luján.