El Presidente se mofa de un adolescente que se desmaya a su lado en un acto escolar e insulta a una maestra que osa criticar el ajuste sobre las jubilaciones. Su vocero festeja el intento de cierre de la agencia estatal de noticias Télam, que implica desinformación y despidos. El Ministerio de Capital Humano justifica la interrupción en la entrega de medicamentos oncológicos por ‘irregularidades’ de la gestión anterior; días después se conoce la primera muerte por esa política, ante enfermedades que no esperan. ¿Qué hilo une el bombardeo de agresiones que disparan a diario el mandatario y su séquito? Hay una respuesta posible en un concepto que comienza a repetirse con alarma (o regocijo): la crueldad.

Con la impronta de la agresión en redes sociales sacada del plano digital y elevada al estrado presidencial, la confrontación hacia sectores sociales puntuales –“zurditos”- y personas particulares –una cantante, una docente, un gobernador- sube de tono de forma constante. Los ejemplos se multiplican pero no dejan de ser abordados como noticia en los grandes medios, donde la réplica de los ataques gana terreno a la cobertura de los efectos socioeconómicos del gobierno de Javier Milei.

¿Es una estrategia? ¿Se pretende paralizar, asustar, shockear? ¿Correr el límite en el terreno de lo discursivo para correrlo, también, en otros planos? ¿Provocar hasta el borde del estallido? ¿Contagiar la lógica de la crueldad?

“El impacto que busca el discurso cruel en la ciudadanía en general es -por un lado- una ampliación de los márgenes de tolerancia bajo esa zona gris entre el discurso serio y el humorístico. Abrir el juego y hacer permisible en el discurso político este tipo de agresiones y violencias que no son metafóricas y que son muy extremas, que no eran admisibles en el discurso político previo a la irrupción de estas fuerzas de derecha radical”, analiza el sociólogo Ezequiel Ipar, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). “El segundo objetivo del discurso cruel es buscar el amedrentamiento y el silenciamiento de la población. Si quien ejerce los poderes públicos más importantes tiene estos mensajes agresivos, intimidatorios, evidentemente el llamado es a que la ciudadanía se amedrente, que le tenga miedo. Más que miedo, terror. Provocar terror es el objetivo estratégico de este tipo de discursos ejercidos por las máximas autoridades políticas”, afirma el investigador.

Democracias crueles

Durante el macrismo, el análisis de Ipar ya aludía a la crueldad. Se refería por entonces a un “mercado de la crueldad”: “Estaba analizando discursos que sucedían en el espacio público digital. Un tipo de discurso donde se alienta una violencia sin medida, contra personas que no oponen resistencia, y sin embargo hay como una especie de placer en hacerlos sufrir. Eso, que es como la forma donde el acto cruel se conecta con la disposición sádica, es muy fuerte en las redes sociales. Bajo el amparo de que finalmente se trata de un discurso indirecto, un juego. Pero sabemos que es algo muy diferente y mucho más serio que un juego. Son discursos que van como adormeciendo los nervios morales frente a ese tipo de actos crueles del resto de la sociedad”. 

Con el mileísmo al poder, “un mercado de la crueldad digital usado y expuesto como instrumento político por una fuerza política y en este caso por el presidente de la república cambia completamente la situación. Y pone a la cultura política de un país frente a un desafío muy diferente y frente a la urgencia de retejer esos nervios y esas sensibilidades morales que están siendo atacadas ahora desde la cima del poder político”.

“La crueldad está de moda en la Argentina. Luce bien, cae bien”, dijo días atrás el escritor Martín Kohan, en una entrevista para Futurock. Y amplió: “Se puede discutir la eficiencia de Télam. Discutir cómo se compone, cómo se administra, y todos vamos a tener tal o cual posición; pero lo que pasó (por ejemplo con la frase del vocero presidencial cuando posteó ‘saluden a Télam que se va’) es el regodeo en el ensañamiento, con el padecimiento ajeno”.

La crueldad está de moda pero su emergencia no es del todo nueva. En el libro Discursos de odio, una alarma para la vida democrática, presentado en octubre de 2023, Ipar alertaba sobre el “lento declive hacia las democracias crueles”, como nuevo régimen político que normalice los efectos más regresivos de las crisis de las democracias contemporáneas: “La precarización de la vida, el crecimiento de los discursos de odio y de las ideologías neoautoritarias y la irrupción desregulada del poder de las nuevas industrias culturales digitales. Cuando estos fenómenos se combinan sin resistencias o alternativas reales pueden dar paso al lento declive hacia lo que denominamos formas crueles de la democracia”.

La Ley de la Selva

Sebastián Plut es doctor en Psicología y coordinó el grupo de Investigación en Psicoanálisis y Política de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG). En agosto de 2022, un año antes del triunfo del actual mandatario en las PASO, Plut se refería al “inhumano mundo de Milei”. ¿Por qué ‘inhumano’? Por un lado, “el aspecto cruel, todo lo que se observa en sus agresiones, en la indiferencia por el otro, en las medidas empobrecedoras llegando a decir que las empresas que tengan que quebrar, van a quebrar”.

“Por otro lado, recurro al término inhumano en su sentido más literal, pues sus empobrecidas teorías económicas no tienen ningún nexo con la vida humana. Milei, por ejemplo, enarbola su misión de bajar la inflación. Y si bien está en duda si lo podrá lograr, él aspira a lograr esa meta con absoluta independencia de las vidas humanas”, dijo el psicoanalista. Y cerró: “Es difícil pensar cuál de los dos componentes es más grave o decisivo, aunque tiendo a pensar que el segundo es el central”.

Sobre el impacto de las agresiones –virtuales y no solo- “efectivamente es una forma de legitimar la violencia”. Pero, además, Plut insta a indagar sobre “los efectos quizá menos visibles, menos ruidosos. Es decir, tal vez el daño en el tejido social no sea solamente que haya un número de sujetos que agreden (personalmente o por las redes) sino que muchas personas quizá queden invadidas por la indiferencia, por la sensación de que la solidaridad no sirve, que los vaya ganando, como decía Saramago en una novela, la apatía cívica”.

Para Nora Merlín, psicoanalista, politóloga y autora de La reinvención democrática, el corrimiento de límites en materia de agresividad en pos de una libertad ilimitada “conduce a la ley de la selva. A un estado pre-político, sin pactos. Es decir, la libertad ilimitada es una catástrofe para la civilización. Porque la civilización implica renuncia, prohibición. Si no, tenemos la ley de la selva y el rey es el león, ya lo sabemos”.

Merlín sostiene que Milei “encarna la figura de un troll”. Para mesurar su presencia en la red social que más usa, X, la revista Noticias calculó que durante una semana de febrero el Presidente hizo 3.305 likes, 1.580 retuits, y tuiteó 41 veces. Pasó más de 22 horas en esa plataforma: casi un día entero. “Había un lugar vacante en la cultura, el que encarna la agresividad y el odio. Las redes son propicias para reproducir el odio y la agresividad. Siempre hubo odio, antiperonismo, pero las redes tienen la habilidad de reproducir las fake news con mucha más facilidad, y eso mismo hacen con el odio. El odio llegó al cenit de la civilización. Y este presidente es un condensador, un representante de este odio social que estaba sin encarnadura”.

Según Merlín la lógica de las redes también produce “adormecimiento. Porque hay un efecto hipnótico y una construcción de burbujas identitarias y es muy difícil salir de ahí. Hay un adormecimiento y una despolitización social. Pero hay un afecto que es la angustia, que es el único que no engaña. Y produce despertar”.

Semán: «El mileísmo está viviendo un proceso de densificación política y organizativa»

“Como presidente, Milei está siendo fiel a sus declaraciones iniciales o a su discurso de toda la vida. Y hasta ahora sus seguidores tienden a ver en las resistencias que aparecen en el Parlamento o en la vida social más una confirmación que una negación de los puntos de vista que apoyaron. Así, los anuncios de cierres o privatización de organismos estatales o la prohibición del uso del lenguaje inclusivo van en línea y serie con las promesas de combatir la supuesta ‘policía ideológica de lo políticamente correcto’ y la ‘ideología de género’, dos ejes de campaña de La Libertad Avanza”, dijeron a Tiempo los sociólogos Pablo Semán y Nicolás Welschinger.
Dos de los autores de uno de los libros más leídos para intentar entender lo que pasó en la última elección –Está entre nosotros, sobre el avance de la extrema derecha en la Argentina– advierten que “es muy importante tener en cuenta que la voluntad colectiva que se formó alrededor del presidente electo no es una masa inerte, y que durante todo este periodo esos electores y sus dirigentes han producido argumentos para legitimar sus acciones. El mileísmo está viviendo un proceso de densificación política y organizativa que para quienes desestimaron la posibilidad de su triunfo se vuelve invisible de la misma manera que se había vuelto invisible su crecimiento”.
Ante el “supuesto desgaste que le atribuyen algunos analistas”, los investigadores consideraron que “las cuentas (en redes sociales) de arrepentidos de Milei no parecen ser muy cuantiosas y el apoyo a la motosierra y a la idea de sacrificio siguen vigentes (…). Todo esto no quiere decir que en una dinámica acelerada el consenso relativo que alcanza el mileísmo no pueda fragmentarse o erosionarse, pero no es eso lo que se ve hasta ahora”.

Una realidad inmune a los argumentos y a los hechos

“Jamás se cortó la entrega”, dijo el vocero presidencial, Manuel Adorni, ante la consulta sobre la interrupción de medicamentos oncológicos por parte del Gobierno Nacional. Lo dijo pese a que más de una decena de personas llevaban semanas denunciando el tema en los medios. Pidiendo ayuda por todas las vías. Mostrando sus historias clínicas y recetas médicas. Los datos estaban, pero el vocero dijo que no era cierto.

La postal no solo tiene que ver con la idea de la crueldad. “Además de la agresividad, hay otro problema y es que cada vez parece importar menos qué es verdad y qué es mentira –alerta el psicoanalista Sebastián Plut- Debemos tomar este asunto como algo muy serio, pues ¿cómo imaginar un futuro en que ya no nos guiemos por los criterios de mentira y verdad?”.

El antropólogo Alejandro Grimson aludió al tema en un artículo para revista Anfibia: “La sociedad estresada”. Señaló el impacto de la posverdad, las fake news y las teorías del complot. Como parte de una lógica que apunta a “que la mayoría de sus electores habite mentalmente una ‘realidad’ que sea inmune a los datos, a los argumentos y a los hechos. Las condiciones básicas del debate público quedan erosionadas”.