El run run crecía en la virulenta esfera de la política en los Estados Unidos y al vice J. D. Vance le llegaron a preguntar concretamente si era cierto que Elon Musk se alejaría del gobierno al que llegó para destruir al Estado. Pero en lugar de dar una respuesta coherente se contradijo en un solo párrafo: primero aseguró que es una “noticia totalmente falsa” y luego evaluó que el “DOGE (el Departamento de Eficiencia Gubernamental a cargo del mayor ricachón del planeta) tiene mucho trabajo por hacer, y sí, ese trabajo continuará después de que Elon se vaya, pero fundamentalmente, Elon seguirá siendo amigo y asesor tanto mío como del presidente. Ha hecho muchas cosas buenas”.

Lo negó pero luego sí confirmó que el dueño de Tesla, entre otros emporios, concluirá su conchabo en el Estado que pretende derrumbar, cuando el gobierno republicano cumpla 130 días. Eso será el 31 de mayo. No será un regalo de cumpleaños para el magnate que el 28 de junio llegará a los 53.

No viene con estrella en los últimos días, el muchacho nacido en Pretoria y nacionalizado estadounidense hace 24 años. Por un lado, había aportado más de U$S 20 millones para la campaña de Brad Schimel, el candidato pro-Trump a la Corte Suprema de Wisconsin, e incluso e incluso apareció con un sombrero gigante de queso en un mitin en Green Bay. Pero ganó la demócrata Susan Crawford. Y aunque ese gasto en vano pueda ser un vuelto para Musk, no lo es que Tesla haya reportado la mayor caída de ventas en la historia, un 13% en el primer trimestre, al tiempo que nada menos que la firma china BYD, aumentó sus ingresos en un extraordinario 60% en el mismo lapso. En varios medios estadounidenses publicaron que la primera autocrítica del supermillonario fue la tarea de funcionario le demanda “demasiado tiempo en Washington”.

Sigue siendo la persona más rica del mundo, con unos U$S 323 mil millones; más de 100 mil por arriba de Jeff Bezos, el segundo clasificado, pero se calcula que Musk ha perdido una cuarta parte de su patrimonio neto total desde enero, lo que no es para soslayar.

Para la BBC, por caso, “la alianza de Musk con la extrema derecha ha incendiado la marca Tesla ante la antigua base del fabricante de automóviles: ecologistas de izquierda con conciencia social y en ascenso económico que viven en las costas del país”. También cierta protección o favoritismo por integrar el gabinete. Por caso, la insistencia pública del secretario de Comercio, Howard Lutnick, otro multimillonario, para que los ciudadanos compren acciones de Tesla. O que el FBI amenazara con procesar a los vándalos de Tesla como “terroristas”. Ambas acciones, claramente fracasaron. No cayeron bien, como la excusa de oficial de Tesla para argumentar su caída: la transición a una nueva versión de un coche más popular. «