Andrés Hayes acaba de publicar su nuevo álbum, Luces hoy (Club del Disco) un trabajo en el que sigue mostrando su gran evolución como instrumentista y compositor.

En esta oportunidad está acompañado por la cantante Juana Sallies; el trompetista Juan Cruz de Urquiza; el contrabajista Ezequiel Dutil; el baterista Bruno Varela; los guitarristas Damien Poots y Pablo Passini y Facundo Flores en la percusión como músico invitado.

El nuevo álbum es sucesor de El silenciero (2009), Desde un jardín (2011), El imperio de las luces (2013),  Alondra (2016), Marea Alta (2019) y Siete (2020).

Hayes tiene una vasta experiencia como artista invitado de músicos como Fito Paez, Divididos, Alejandro Lerner, La Voz Argentina, Los Cafres, Mike Amigorena y Ángela Torres, entre otros). También se desempeña como arreglador de la cantante Delfina Oliver.

Además compartió grabaciones y escenarios con los más reconocidos músicos y agrupaciones de jazz de su generación, como Ernesto Jodos, Mazaki Tazaki, Artistry Big Band, Carlos Álvarez, Teo Cronemberg, Pablo Sanguinetti y Gonzalo Levin.

Este nuevo álbum lo encuentra en una gran madurez como compositor y arreglador.  Se interna en la canción (“Las Flechas”, “Arca del Recuerdo” y “Luces Hoy” con letra Juana Sallies), ofrece su mirada sobre uno de los 386 corales de Johann Sebastian Bach (“Coral Bach”) y aborda el jazz más tradicional, al que le aporta su toque personal (“Invitation” de Bronisław Kaper).

Sus composiciones instrumentales (“Colibrí”, “Los siete locos” y “El largo adiós”) enlazan el recorrido sonoro intimista que propone el álbum, en el que fluye una atmósfera de sutil letanía.

En diálogo con Tiempo Argentino, Hayes habla de cómo encaró el trabajo de este nuevo disco en el que confluyen el jazz y sutiles colores folklóricos y rockeros.

-Nuevo disco. ¿De qué manera planeaste su diseño conceptual ?

-Lo hice pensando mucho en construir un relato sonoro a través de los temas. En este momento, con esto de publicar simples o temas aislados en las plataformas, se pierde un poco el concepto de obra integral que representa un disco. El concepto de disco como era antes fue reemplazado por el modo random que proponen las plataformas.

-El disco comienza con dos temas cantados, “Las Flechas” y “Arca del Recuerdo” y el arreglo de “Coral Bach”. Pero “Colibrí” es como un punto de inflexión que propone otro clima. ¿Es así?

-El desafío era poner en ese lugar “Colibrí”, que es un tema más jazzero, porque dentro de la atmósfera del disco podría haber quedado como descolgado del concepto general. Pero creo que el tratamiento que le dimos hace que se integre de manera perfecta pese a que, como decís, marca un punto de inflexión. Algo parecido podría haber ocurrido con “Invitation”, que es un tema más tradicional. Creo que, en cierto modo, estos dos temas son los puntos que marcan dos secciones diferenciadas del álbum.

-Lo temas cantados tienen una cierta armonización spinettana. ¿Qué rol tuvo Sallies en la composición de estas canciones?

 -Tuvo un rol fundamental. Juana tiene un oído increíble y además es muy completa. Es una excelente compositora y es una artista todo terreno. Canta muy bien, es muy expresiva. Y cuando la conocí consideré que era la persona ideal para el proyecto. Cuando yo componía algo que pensaba que podía transformarse en una canción, se lo pasaba a ella para que le pusiera la letra. Tiene un manejo armónico muy orientado a lo modal y esta característica encuadraba de manera perfecta con el concepto general que le quería dar al disco.

-¿Crees que Luces hoy tiene puntos de contacto con Siete, tu disco anterior?

-Este disco es en cierto modo una continuación del disco anterior, en el que hay un tema que se llama “Juguete rabioso”. “Los siete locos” viene a ser una especie de respuesta a ese tema. Este disco como el anterior empieza y termina con un tema cantado por Juana. O sea que te podría decir que ambos álbumes tienen un tipo de estructura narrativa parecida.

Pero en el anterior me propuse acercarme un poco a los ritmos folklóricos. Era algo que siempre quise hacer y fue una buena experiencia, sobre todo porque no traté de hacer folklore en tiempo de jazz, sino que utilicé elementos rítmicos y los incorporé a las composiciones. En este nuevo disco, me propuse darle un tono “azul” u otoñal, por definirlo de alguna manera. Es decir algo más introspectivo, incluso con algunos toques melancólicos.

-¿De qué manera se pueden incorporar elementos del folklore en las estructuras armónicas y rítmicas del jazz?

-Creo que en los setenta estas incorporaciones sonaban más forzadas. Pero me parece que en las últimas dos décadas este tipo de coloraturas folklóricas aparecen de manera más natural. El Gato Barbieri lo hacía principalmente con el folklore del altiplano y con sonoridades provenientes de la cordillera.

Tal vez vio en estas músicas una riqueza sonora, rítmica y armónica que el folklore pampeano argentino no le brindaba. Además él tenía una postura ideológica, que era parte de su personalidad y estaba relacionada con lo que se vivía a comienzos de los setenta. No fue lo que yo quise hacer en el disco anterior, pero traté de reivindicar de alguna manera su figura y su concepto sonoro. De todos modos, mi sonido no tiene nada que ver con el sonido del Gato.

-¿Cómo encaraste la adaptación para “Coral Bach”?

-Cuando uno estudia armonía funcional empieza por los corales: te dan la melodía y tenés que aplicar las reglas de armonización. Las posibilidades son infinitas. En este caso apliqué un tipo de armonización popular, como si lo estuviera trabajando para una big band.

Y creo que el resultado fue satisfactorio, porque respeta la partitura de Bach, pero logramos “desacartonarla” sin que perdiera su esencia. Escribí la armonía para improvisar sobre ella a cuatro voces con trompeta, dos saxos, dos guitarras, contrabajo y batería. Por eso la tensión estaba en la cuestión rítmica más que en la armónica.

-¿Cuáles son tus principales influencias?

-Obviamente las principales provienen del  jazz y fundamentalmente  de los intérpretes de saxo, como John Coltrane, Cannonball Adderley, Charles Lloyd, Stan Getz o Barbieri. Y también me gusta mucho el rock, tanto el de afuera como el de acá, el tango, el folklore… Uno es como una esponja y va absorbiendo sonidos y, consciente o inconscientemente, los va incorporando a su música.

-En todos estos años de trayectoria se nota una gran evolución en tu labor como instrumentista, compositor y arreglador. ¿Cuáles son los desafíos que te proponés hacia adelante?

-Uno va echando mano a recursos y aprende a medida que pasa el tiempo. En mi caso, la experiencia hizo que aprendiera a darle un sentido de narración a cada trabajo. Y eso permite, a su vez, darle una personalidad a cada disco y a toda la obra.

También hay un filtro anterior que te sirve para saber qué composición se encuadra dentro del discurso sonoro que le querés dar a un disco. Eso se aprende en el camino.

Me encantaría tener a la hora de componer una disciplina mayor, como la que tengo con el instrumento. Muchas veces me siento al piano y a veces salen cosas interesantes y a veces a veces no. Pero el proceso se empieza a cristalizar cuando se produce la interacción con los otros músicos en la sala de ensayo.

La química y los aportes de los otros hacen que la idea que uno lleva, por más simple que sea, crezca de manera impensada. Y esa es la magia que tiene una música como el jazz. Sabés de qué manera empieza algo, pero los caminos que puede tomar esa idea son inimaginables.

Andrés Hayes Grupo presenta su octavo álbum, Luces hoy, el domingo 7 de abril a las 21 en BeBop, Uriarte 1658, CABA. Entradas por https://www.passline.com/