En 2007, con “Hermana”, Fosse ganó el Premio Alemán de Literatura Juvenil. Se trata de un libro melancólico y profundo que demuestra lo arbitrarias y confusas que pueden ser las clasificaciones. Un texto de literatura juvenil pero destinado a todas las edades.
Un niño de cuatro años vive en una zona cercana a un fiordo junto a su hermana menor un año menor que él, su madre y su padre. Este niño que no tiene nombre en la narración, mira el mundo con ojos nuevos que recién se asoman al asombro que le produce el mundo.
Su curiosidad lo lleva a querer explorarlo todo y se embarca en aventuras como salir de la casa mientras toda la familia duerme, deslumbrarse por lo que ve y acostarse a dormir entre la hierba tan crecida que es difícil encontrarlo. También, desoyendo las advertencia de su madre, baja hacia el mar con su hermana e intenta abordar un bote para intenta abordar un bote sin éxito.
Eso que para él es una inofensiva manera de explorar el mundo para su madre es un acto de desobediencia que lo pone en peligro. Por eso, en castigo, le cierra con llave la puerta de calle mientras el resto de la familia sale a tomar sol. Tratando inútilmente de abrir una puerta, rompe un vidrio y se corta la mano.
Su madre, que aparece ante sus ojos como una mujer arbitraria, por supuesto, se conduele, lo lleva al médico para que le suturen la herida que sangra a borbotones y esta vez, ante la desobediencia del niño sólo puede reaccionar con ternura.
Pero esta apretada síntesis, si bien alude a elementos que están en “Hermana”, no dice nada sobre lo maravilloso y conmovedor que es el texto. Quizá porque Jon Fosse es un prolífico dramaturgo, razón por la que lo llaman «el Ibsen de Noruega», «Hermana» está resuelta en escenas de escritura minimalista que convierten al lector en espectador, como si la cuarta pared de los espacios que ocupa el niño se hubiera derrumbado.
Cada una de esas escenas de “Hermana” tiene una belleza –palabra igualmente desprestigiada como irremplazable- que parece trascender el propio texto. ¿Dónde se esconde esa belleza tan melancólica? Es difícil decirlo, pero da la sensación de que Fosse escribiera en puntas de pie de modo de no despertar ninguna rispidez en la escritura que, aunque contenida y parca, logra conmover al lector sin que importe la edad que tenga.
A cado paso, las clasificaciones se interponen- ¿Qué tipo de texto es “Hermana”? ¿Se trata de un cuento?, ¿Es acaso una nouvelle? Poco importa cómo se defina este texto de Fosse, es una historia corta cuyo sentidos sobrepasan, como se dijo, al texto mismo.
En cierto sentido, como buen dramaturgo, por momentos en vez de contar, Foss muestra. Por ejemplo, sin que lo diga nunca, se entiende perfectamente que quien lleva la voz cantante en la familia del niño es la madre. El padre aparece como una sombra, un actor secundario que se limita ratificar las acciones de su mujer si ella le pregunta si coincide con su accionar respecto del niño, pero el impulso de castigarlo por un miedo a los peligros que le acechan en el mundo jamás sal de él.
No se entiende demasiado por qué “Hermana” es considerada literatura juvenil. El texto convalida la sospecha de que las clasificaciones apuntan más bien a indicarles a las librerías en qué lugar de las estanterías debe ser colocado este tipo de libro, de orientar el gusto del lector que quiere, con las mejores intenciones, regalarles a su hijo o su sobrino adolescentes un libro que sea capaz de sacarlos de la adicción que provocan las pantallas.
En la literatura juvenil o, por lo menos, en cierta literatura juvenil, se trata de que el texto le hable al lector en el que se supone que es su propio lenguaje, y de lo que se supone que son sus problemas: el “cole”, los primeros amores, el despertar del sexo, la relación con su cuerpo…
“Hermana”, en cambio, habla ni más ni menos que de la soledad existencial que sufre un chico de cuatro años que aún no está en edad de reconocer y nombrar lo que le pasa, pero que ya siente un desajuste con el mundo que lo rodea y está representado básicamente por su madre.
Es un narrador en tercera persona muy próximo a su sensibilidad infantil el encargado de nombrar de manera sucinta sus emociones, porque el niño que las experimenta no tiene aún la edad para expresarlas él mismo y porque, a cualquier edad, es difícil expresar con precisión los sentimientos dolorosos.
Lo que el niño siente es ni más ni menos que la soledad de haber sido “arrojado” (para decirlo con un término existencialista), al mundo y de ser obligado a vivir en él sin comprenderlo.
Lejos de encasillar a “Hermana” como literatura juvenil, lo que desalienta la lectura de los mayores, sería más adecuado decir que «Hermana es un libro tan conmovedor y escrito de tal forma, que también pueden leerlo los adolescentes y también los niños.
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