De madre española y padre italiano, le debe parte de su pasión por el arte a un tío calabrés que en su sastrería -donde pasó muchas tardes- escuchaba la radio y mucha música, estimulando su costado artístico. Jorge Marrale descubrió su oficio viendo películas, una obsesión que empezó en su infancia y nunca se agotó. El hombre de la flor en la boca, de Vittorio Gassman, lo cambió para siempre. Al igual que El Evangelio según San Mateo, escrita y dirigida por Pier Paolo Pasolini. Estudió en una escuela secundaria industrial y luego empezó Ingeniería. Pero ese no era su camino. Entró al Conservatorio de Arte Dramático a los 21 años, de donde egresó con uno de los mejores promedios y desde ahí su carrera siempre fue en ascenso hasta convertirse en uno de los actores más solicitados de la escena local. Este jueves se estrenó La burbuja, dirigida por Miguel Ángel Rocca, donde brilla nuevamente. “Es una película particular, porque habla de a quiénes escuchamos y en quién confiamos, más allá de una historia que de por sí es dramática”, reflexiona.

-¿Cómo se lleva con el futuro?

-Depende. Ahora, en lo inmediato, estoy tratando de procesar lo que pasó en las últimas elecciones, y viendo cómo los temores de lo que podía suceder efectivamente se están haciendo realidad. Yo ya pasé por periodos similares a estos, el futuro se hace incierto y muy preocupante. Veremos si soportamos o no lo que nos tocará.

-¿Qué espera del paso del tiempo?

-Envejecer no es algo malo, es lo que es. Uno espera que no te dañe, no estar imposibilitado físicamente y de la cabeza, que la salud todavía acompañe de la mejor posible para seguir viviendo como uno quiere. No hay mucho más por hacer. Me gusta estar en actividad, eso me ayuda.

-¿Qué es lo primero que ve en los papeles que elige?

-Me interesa ver cómo atraviesa la vida esa persona que tengo que encarnar. De qué se ocupa, qué es lo que le gusta, qué rechaza, qué necesita. Después viene el resto.

Vittorio Gassman.
Foto: AFP

-¿Así construye los personajes?

-Siempre los paso por mí, por dentro mío. Lo quiero ver de cerca, no por fuera, sino por dentro. Para eso hago un ejercicio que va más allá de los días de filmación o de ensayo.

-¿Para ir modelándolo?

-Exacto. Solo primero, después con los compañeros y compañeras y por supuesto con quien dirija el asunto. Lo que me interesa es entender qué es lo que mira, qué es lo que quiere, qué desea, qué sueña. Después hay riquezas que aparecen, si tiene un resorte emocional fuerte o no, o lo que sea. No hay que dar por sentado los roles, hay que saber por qué es como es. Así lo hago yo.

Pier Paolo Pasolini.

-¿Siempre quiso ser actor?

-Para nada. Tenía un perfil para seguir por otros caminos, pero se fue dando naturalmente. Mi infancia era de mucho juego en la calle, con amigos, por lo que se desarrolla un costado sociable o desinhibido, y como salida estaba ir al cine con mi papa, mi mama y mi hermano. También iba con mis amigos. Íbamos a los cines de la calle Lavalle: era un mar de gente. Por allí creo que nació la veta.

-¿Era cinéfilo?

-Sigo siendo. Continúa enamorándome. El cine es el arte por excelencia, para mí. Una buena película es equivalente al más deseado de los placeres.

-¿Tiene un director favorito?

-Muchos. Alfred Hitchcock, John Ford, Martin Scorsese, son genios para mí. Siempre amé a Chaplin, como director e intérprete. Hay grandes directores y directoras: Agnès Varda, Claire Denis, Lucrecia Martel y tantas otras

Jorge Marrale.

-De los que le tocó trabajar, ¿cuál es su favorito?

-Todos te dejan algo. Pero si me apurás, Alejandro Doria y María Herminia Avellaneda son gente a lo que admiré y me dieron oportunidades importantes. Pero por suerte pude relacionarme con muchos directores y actores.

-¿Otras artes influyen en un actor?

-La música me motiva. Leer, y todo lo que tiene que ver con la imagen, y el movimiento. Algunas no son teatrales. Quiero decir, a veces me quedo mirando a los obreros levantar una pared o alisando el cemento. Te nutre desmenuzar la imagen. La observación es clave en este oficio.

-¿Trabajó de muchas cosas antes de poder vivir de la actuación?

-He hecho de todo. Soy técnico mecánico y siempre me di maña. Estuve en Segba y 11 años en Gas del Estado. Hasta que renuncié a la oficina, pero no fue fácil, la continuidad actoral tardó en llegar. Pero acá estoy.

Alejandro Doria.

-¿Su rol como presidente de Sagai que le produce?

-Orgullo. Fue el descubrimiento de una nueva vocación, en la que llevo 17 años. Es un logro colectivo y amo ser parte. Es muy importante trabajar para que actores y bailarines reciban las regalías que merecen por su esfuerzo. Cuando comenzamos en 2006, me sentí tan energizado… Seguiré luchando por los derechos de las compañeras y compañeros hasta que el cuerpo me diga basta.

María Herminia Avellaneda.