Este 1º de Mayo nos encuentra frente a una amenaza concreta y urgente: el Gobierno nacional prepara una reforma laboral regresiva, dictada por el Fondo Monetario Internacional, que busca arrasar con décadas de conquistas de la clase trabajadora. No se trata de modernización ni de eficiencia, como intentan disfrazarla. Es flexibilización pura y dura: quieren precarizar el empleo, debilitar a los sindicatos, eliminar indemnizaciones, recortar licencias y avanzar sobre los convenios colectivos.

La ofensiva no es nueva, pero hoy tiene una virulencia inédita. Bajo el lema de la motosierra, Milei y su equipo pretenden destruir el marco legal que protege a quienes trabajan. Y lo hacen en el marco de un ajuste salvaje, una recesión inducida y una represión creciente. La reforma laboral es el corazón del modelo de exclusión que quieren consolidar: un país para pocos, donde la mayoría tenga que agradecer por cualquier changa mal paga, sin derechos, sin obra social, sin estabilidad ni organización.

En este escenario, también es imprescindible hablar de quienes ni siquiera acceden a esos derechos que hoy se quieren destruir. Hablamos de millones de trabajadores y trabajadoras que están en la informalidad, sin estabilidad, sin aportes, sin cobertura médica, sin vacaciones ni aguinaldo. En lugar de avanzar hacia su incorporación plena al sistema de protección laboral, el Gobierno busca igualar hacia abajo. Y para justificarlo, instalan la idea de que los derechos son privilegios. Pero no lo son: son conquistas colectivas que deben ampliarse, no recortarse. La desigualdad no se corrige quitándole al que tiene un poco, sino garantizando que todos y todas puedan tenerlo.

Todo esto se da con el FMI como cómplice principal. El mismo organismo que empujó al país al abismo con el acuerdo fraudulento de Macri, ahora exige que se avance sobre los derechos laborales como condición para liberar fondos. Nos endeudaron para someter al pueblo argentino, y ahora nos exigen que lo paguemos con más pobreza, más desigualdad y menos trabajo digno.

Pero no lo vamos a permitir. Desde ATE Capital, como en cada etapa de la historia, nos plantamos. Sabemos que no hay democracia real si no hay justicia social, y que la justicia social se construye con trabajo y con derechos. Vamos a seguir organizándonos en cada sector, defendiendo a cada compañera y compañero, resistiendo en la calle, y construyendo unidad con todas las organizaciones que no están dispuestas a entregar el futuro del país.

Este 1º de mayo no es solo conmemoración: es lucha activa. No por nostalgia, sino por convicción. Porque la Argentina que soñamos no se construye desde Washington ni desde los escritorios de los CEOs, sino desde los lugares de trabajo, desde los barrios, desde la militancia y la resistencia.

La patria es con derechos. Y los vamos a defender con la misma fuerza con la que los conquistamos.