Tras la positiva experiencia que representó la segunda edición del Festival de Cine Fantástico y de Terror  Blood WIndow Pinamar, que se desarrolló en esa ciudad balnearia entre el 17 al 20 de abril, lo último en materia de cine de género toma por asalto Buenos Aires. Durante toda esta semana, desde ayer hasta el viernes 26, se desarrollará la Primera Semana del Festival de Sitges en Buenos Aires, cuya sede estará ubicada el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635), ofreciendo una breve pero potente selección de películas que integraron la 51ª edición en 2018 de este festival español, el más prestigioso del mundo en materia de cine fantástico.

Todos los días a las 20 se podrán ver películas de los orígenes más diversos (Brasil, EEUU, India, Italia y Reino Unido), que permiten recorrer el amplio panorama actual de la producción de cine de género alrededor del mundo. Títulos como Tumbbad, de Rahi Barve y Adesh Prasad (India, 2018), Morto Não Fala, de Dennison Ramalho (Brasil, 2018) y Mandy, de Panos Cosmatos (Estados Unidos, 2018), con Nicolas Cage en un desaforado papel protagónico. A estas se debe sumar In Fabric, del cineasta británico Peter Strickland, film que se proyectó durante la gala de apertura, y Rabbia furiosa: Er canaro, del especialista en efectos especiales de origen italiano Sergio Stivaletti.

Precisamente Stivaletti es uno de los invitados especiales de esta Semana de Sitges. El cineasta, que trabajó con algunos de los nombres más importantes del giallo (el truculento género italiano en el que solían combinarse el policial el horror y lo fantástico), como sus compatriotas Dario Argento, Lamberto Bava y Michele Soavi, dará una charla esta noche a las 20, luego de la cual se proyectará Rabbia Furiosa.

La otra invitada de la presente edición es la actriz alemana Helga Liné, dueña de una importante trayectoria en el cine fantástico español de los años ’70. Liné también dará una charla el viernes 26 a las 20, tras la cual se podrá volver a ver Pánico en el transiberiano, de Eugenio Martín, película que ella protagonizó en 1972. 

El encargado de representar a Sitges en esta colaboración urdida entre ese festival y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INACAA) es el catalán Mike Hostench, subdirector del festival, quien se encuentra en Buenos Aires para apoyar la iniciativa. En diálogo con Tiempo Argentino, Hostench aceptó dialogar sobre el panorama del cine argentino de género, el rol de los festivales de cine como puerta de entrada a un universo cinematográfico distinto al que ofrecen los estrenos comerciales, la actualidad del cine de terror en el mundo y el impacto que provocó en el mundo del cine la aparición de las plataformas de streaming, como Netflix, Amazon y otras.

“Estamos ante un momento realmente muy interesante, aunque yo no veo a las plataformas de streaming como una amenaza, porque el cine como espectáculo colectivo está ahí y se va a quedar”, sostiene Hostench. “Por una parte definir a estas plataformas con el término de televisión es casi obsoleto, porque aunque es verdad que puedes ver sus contenidos en la televisión, también puedes hacerlo en tu móvil, en tu tablet e incluso en salas”, continúa. “Los festivales, por su parte, no tenían ningún interés para estas plataformas hasta hace relativamente poco. En gran parte porque se trata de un negocio que creció tan rápido que tuvieron que ir aprendiendo sobre la marcha, mientras iban produciendo, comprando y lanzando sus contenidos un poco sin ton ni son. Había productos de una gran calidad, otros no tanto”, analiza el subdirector de Sitges al abordar la compleja relación entre estos dos poderosos actores de la industria. “Con el tiempo empezaron a entender la importancia de la experiencia cinematográfica en salas y de los festivales de cine. Netflix y Amazon, sobre todo, lo entendieron a la perfección. Entendieron que territorialmente los festivales tienen un efecto galvanizante de las audiencias que funciona muy bien y que hay que ser aliados de ellos. Y los festivales hemos entendido que esta gente no es enemiga del cine, sino que han demostrado fehacientemente lo contrario”, reflexiona y busca un ejemplo para graficar su idea. “Una película como Okja, de Bong Joon-ho: ¿Tú te imaginas que alguien le habría dado 50 millones de dólares para filmar un guión como ese? Resulta que Netflix no solo se los dio, sino que la película es excelente y se estrenó en Cannes antes de la polémica entre ese festival y esa plataforma. Lo mismo puede decirse de Roma, de Alfonso Cuarón”, sostiene Hostench. “Por eso creo que festivales y plataformas estamos aprendiendo a tirar juntos para adelante. Entonces creemos que estas plataformas, con sus contras y sus pros, tendrán que ser positivas para nuestro trabajo porque también lo será para ellos, para su propio plan de negocios. Y si bien el vínculo hasta ahora no ha sido perfecto, sin duda mejorará”, concluye.

-Usted dice que el cine se va a quedar ahí, pero no se pueden negar las fortalezas de las plataformas en ese tira y afloja de intereses.

-Ciertamente. Recuerda que el 80% de la población mundial no vive cerca de una sala de cine, con lo cual estas plataformas están posibilitando que una generación entera tenga un acceso al cine que no tendrían de otra manera. No hago una defensa cerrada de esto, porque ha habido serios problemas, pero creo que no solo irá mejorando sino que se convertirá en algo positivo para la “evangelización” cinematográfica a nivel mundial (risas).

-¿Cómo se planta el Festival de  Sitges en particular respecto de la polémica que surgió con Cannes, que primero tendió puentes con Netflix en su edición de 2017, pero al año siguiente los quemó de forma incluso aparatosa?

-Creo que es un error no programar películas de las plataformas en los festivales si el contenido es bueno. Creo que esta polémica será de corto recorrido, porque este año Cannes volverá a tener contenido producido por las plataformas, como ocurrirá en la Selección Oficial con la nueva serie de Nicolas Winding Refn, Too Old to Die, aunque lo hará fuera de competencia. En realidad se trata sobre todo de un problema local en Francia, donde los exhibidores han hecho lobby para defender su negocio, que también es comprensible. Son sus intereses, no puedo criticarlos por ello, y creo que se tiene que buscar también alguna solución que los contemple, pero no creo que boicotear sea la mejor idea. 

-De alguna manera esta discusión ha provocado que tengamos que volver  a preguntarnos qué es el cine.

-No hay dudas de que la experiencia en la sala del cine tiene que formar parte de la respuesta. Pero también te recuerdo que como mínimo el 80% de la población no tiene acceso a esa experiencia, y en cambio la mayoría de ellos sí tiene la posibilidad de acceder a internet, con lo cual el cine les llega a través de las plataformas. A mí me gusta mucho esa frase de Jurassic Park que afirma que “la naturaleza siempre se abre paso”. Y esto es así, porque estas dos realidades que parecen tan imposibles de articular en algún momento convivirán sin problemas, porque es evidente que la gente tiene la necesidad de ver cine, del mismo modo que la experiencia en salas deberá seguir existiendo.

-Siguiendo con esa lógica, festivales como Sitges o Blood Window también le ofrecen al espectador la posibilidad de ver un cine que no tiene espacio en la cartelera comercial. ¿Por qué cree que las distribuidoras eligen tan mal las películas de género que estrenan?

-Hay excepciones, pero la Argentina y el estado español son buenos ejemplos de eso que dices. Aunque en estos momentos ocurre algo que palia un poco este problema y es que algunas de las películas de terror muy comerciales además son buenas. Películas como Nosotros de Jordan Peele o Te sigue de David Robert Mitchell, de un terror diferente, nuevo, independiente pero a la vez es muy comercial… Independiente entre comillas, claro, porque algunas tienen distribución de los grandes estudios. Pero creo que eso nos lleva a que al menos la calidad del cine de terror que llega a todo el mundo vaya mejorando. También es verdad que el problema es tanto de los distribuidores como del público mismo. ¿Por qué? Porque el distribuidor lo que quiere es hacer negocio, que es lo normal, y no debemos olvidarnos que gracias a estos señores que arriesgan su capital es que existen las películas en las salas. Entonces si el público no confía en las propuestas más pequeñas, estos señores nunca las estrenarán.

-Ese mecanismo se agrava un poco más en el caso de las películas locales.

-En la Argentina sí, porque el público todavía desconfía de las producciones locales de terror y cine fantástico. Lo que hay que hacer es buscar a ese público y para ello los productores tienen que hacer películas cada vez mejores, que los convenzan. Es decir, todos los elementos de ese ecosistema tienen que aprender a confiar el uno en el otro: los productores deben atreverse a hacer películas más arriesgadas, los distribuidores a estrenarlas y el público tiene que atreverse a verlas. No te hablo de películas muy intelectuales, pero sí que representen al menos un desafío. Los festivales y los periodistas deben colaborar en educar la mirada de los jóvenes, ayudándolos a confiar cuando esas películas aparecen.

-Sin embargo el caso de Jordan Peele no es el habitual, porque los grandes de Hollywood no suelen arriesgarse con películas de género que se aparten de las fórmulas. ¿No cree que se sigue menospreciando al género?

-No creo que en este momento sea así, sino que ahora el problema es otro: que cuando algo tiene éxito empiezan a aparecer imitaciones y oportunistas que copian la fórmula. Creo que actualmente se entiende que el buen terror bien distribuido vende y eso arrastrará un poco para que las producciones medianas también vayan funcionando. Te doy un ejemplo local que lo demuestra: Aterrados, de Demián Rugna, que es una muy buena película hecha con muy poco presupuesto pero con un gran guión y una gran dirección. Y no tengo dudas que a través de las plataformas Aterrados ha sido vista por decenas de millones de espectadores de todo el mundo. Seguro. Porque si a una película de terror con Sandra Bullock (Bird Box, Netflix) la ven 250 millones de personas, estoy seguro que a  una película de terror argentina del nivel de Aterrados como mínimo la tiene que haber visto el diez por ciento de ese número. Y 25 millones de espectadores es muchísimo. Entonces no creo que haya desconfianza o menosprecio, porque las plataformas están llenas de películas de género. Lo que pasa es que, como dije antes, estas empresas muchas veces compran un poco al tuntún.

-¿Pero cómo se pone ese éxito, que sigue siendo un poco intangible, a favor del cine local?

-En el estado español y en particular en Cataluña ya hemos superado esta etapa en la que se encuentra el cine argentino de género, con una generación de directores que vienen haciendo películas buenas (Juan Antonio Bayona, Jaume Balagueró, Paco Plaza, Jaume Collet-Serra), convirtiendo al cine de terror catalán en un sello de garantía. Argentina es una potencia cinematográfica, solo basta que haya dos Aterrados más para que pase un poco el efecto que ha ocurrido en España y el público vaya a ver esas películas.

-¿Cree que la posibilidad que se le abrió a Rugna de la mano de Guillermo del Toro de filmar el remake de Aterrados en Estados Unidos ayudará a sostener este proceso?

-Sin dudas. Para bien o para mal las personas tenemos un impulso nacionalista que tiene un lado positivo. Esa cosa de enorgullecernos cuando le va bien a nuestra gente en el mundo. Porque se convierten en parte del universo simbólico y cultural de un país. Y si Rugna triunfa con sus películas de terror en Estados Unidos es probable que de repente se empiece a hablar de la ola del cine fantástico argentino, que es algo que ya existe pero que no muchos conocen. Ya tiene presencia en los mercados, lo compran Netflix y otras plataformas locales y empieza a hacerse más conocido, pero le falta dar el paso final para que se cree un fenómeno parecido al que ocurrió con el cine de género que se hace en el estado español. Porque en el cine fantástico argentino la calidad ya está.